Difundir la verdad científica sobre el cambio climático se ha convertido en un acto de resistencia frente a un sistema que prefiere callar las alarmas en favor del lucro.
En un mundo marcado por la degradación ecosocial, el acoso al científico Fernando Valladares es el síntoma de un sistema que elige ignorar las consecuencias de su modelo económico. Más de 850 entidades han firmado un manifiesto de apoyo, pero las amenazas muestran que defender la verdad puede costar caro.
La violencia no solo se manifiesta en los fenómenos meteorológicos extremos, como la DANA que dejó más de 220 personas fallecidas en Valencia, Castilla-La Mancha y Andalucía. También está en las redes sociales, convertidas en campos de batalla donde el negacionismo se arma con odio para desacreditar a quienes tienen el valor de alzar la voz. Valladares no está solo en este frente: enfermeras y enfermeros, científicas y científicos, educadoras y educadores enfrentan ataques constantes simplemente por hacer su trabajo y alertar sobre una emergencia climática que amenaza a todas las especies, incluida la nuestra.
El manifiesto, impulsado por la Fundación Nueva Cultura del Agua y el Centro Ibérico de Restauración Fluvial, deja claro que quienes atacan a Valladares no solo buscan deslegitimar su labor. Pretenden instalar el miedo, generar autocensura y perpetuar la inacción. La pregunta es: ¿a quién beneficia esta campaña de silencio? Las respuestas son obvias. Los responsables del extractivismo y la destrucción del medioambiente no necesitan negacionistas convencidos; les basta con una ciudadanía indiferente, manipulada y desinformada.
EL PRECIO DE LA VERDAD EN UN SISTEMA CAPITALISTA
La persecución a Valladares refleja algo mucho más profundo: la incompatibilidad entre el modelo capitalista actual y la sostenibilidad del planeta. Hablar de cambio climático es cuestionar las bases de un sistema económico que privilegia los beneficios a corto plazo por encima de la supervivencia colectiva. No es casual que los ataques se intensifiquen contra voces críticas. Es una estrategia. Silenciar al mensajero es más sencillo que enfrentar las demandas de una transformación radical.
La desinformación no es un accidente. Es un negocio. Mientras las y los científicos alertan sobre los impactos devastadores de la crisis climática, una maquinaria mediática bien financiada difunde bulos que minan la credibilidad del conocimiento. Este ecosistema de mentiras no solo alimenta la ignorancia, también refuerza la narrativa de que no hay alternativas. Pero las alternativas existen y parten del conocimiento científico, la justicia social y el respeto al medioambiente.
El manifiesto firmado por más de 850 entidades no es solo un gesto simbólico, es un acto de resistencia colectiva. Es la demostración de que, aunque los negacionistas griten más alto, el peso de la evidencia no puede ser ignorado. No obstante, las soluciones no llegarán desde las instituciones si no hay una presión constante de la ciudadanía. El acoso a Valladares no es un problema personal; es una amenaza directa a los derechos humanos, a la democracia y a la justicia social.
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