El asedio israelí sobre Gaza ha desatado un clamor global por justicia, y Eurovisión no podría ser una excepción. Se observa una doble moral evidente: mientras la Unión Europea de Radiodifusión actuó con celeridad para excluir a Rusia de eventos como Eurovisión, su trato hacia Israel sigue siendo indulgente.
Esta disparidad de criterios no es casualidad: Israel es una fuente significativa de financiación para el concurso. Esta realidad económica destapa una verdad incómoda: en el mundo de hoy, el poder del dinero puede eclipsar los principios éticos más básicos. La situación llega a niveles absurdos, donde parece que cualquier actuación sería aceptable si viene acompañada de suficiente respaldo financiero.
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