La CIA y otras agencias de inteligencia, así como múltiples informes periodísticos, sugirieron que el príncipe heredero estaba, al menos, al tanto del plan para matar a Khashoggi, si no directamente involucrado en su ejecución.
Para quienes se aventuran a escarbar bajo la superficie, STC Group no es simplemente “la mayor operadora de telecomunicaciones” de Arabia Saudí. Es un espejo del poder que reside en las manos de los Saúd. Con un país que combina a sus cerca de 35 millones de habitantes con vastas reservas de petróleo, no es sorprendente que las líneas entre lo público, lo privado y el poder real sean difusas. Para muchos, STC Group se presenta como una entidad estrechamente ligada a la monarquía saudí, siendo una clara herramienta en sus estrategias económicas y geopolíticas. Pero lo que es más sorprendente es que esta empresa esté ahora en el centro de atención en España, tras invertir en Telefónica.
Más allá de ser reconocida como patrocinadora del Real Madrid, STC ha dado un salto al estrellato tras invertir 2.100 millones de euros en Telefónica. Sin embargo, hay más bajo el manto: STC tiene presencia en varios países y un alcance de 170 millones de clientes. Pero, ¿quiénes son las caras detrás de este gigante? Olayan Mohammed Alwetaid dirige la empresa, mientras que el príncipe Mohammed K. A. Al Faisal se presenta como el rostro amable ante los accionistas con su saludo musulmán.
EL PESO DE PIF Y LA INFLUENCIA DE MOHAMMED BIN SALMAN
Quizás el accionista más intrigante de STC sea el Public Investment Fund (PIF), que ostenta un 64% de la compañía. Este fondo soberano, uno de los más grandes del mundo, es una llave maestra para Arabia Saudí en su búsqueda por presentarse como una nación progresista bajo la estrategia Vision 2030. Y, en el epicentro de esta visión, encontramos a Mohammed bin Salman, el príncipe heredero. No sólo ejerce influencia desde 2017, sino que su nombramiento como primer ministro en 2022 y su papel como presidente del PIF lo colocan en una posición única para influir en empresas como STC, y por ende, en Telefónica.
BIN SALMAN: ENTRE AMBICIONES Y CONTROVERSIAS
La figura del joven príncipe, que ha asumido el control del país debido al estado de salud de su padre, es sin duda una mezcla de controversias. Por un lado, lleva a cabo proyectos ambiciosos para modernizar la nación y hacer de Arabia Saudí una potencia en el escenario mundial. Por otro, es imposible olvidar la sombra que dejó la muerte de Jamal Khashoggi en 2018.
Pero el tiempo y el dinero parecen ser buenos aliados para el príncipe. A pesar de las críticas y el escrutinio internacional, Mohammed bin Salman ha continuado fortaleciendo su posición, diversificando las inversiones del reino y estableciendo relaciones diplomáticas estratégicas.
Jamal Khashoggi nació en Medina en 1958 y creció en uno de los entornos más influyentes de Arabia Saudita, ya que pertenecía a una prominente familia con lazos tanto en el ámbito de los negocios como en el gubernamental. Durante su vida, Khashoggi se estableció como un periodista respetado y a menudo tenía acceso a altos círculos del gobierno saudí. Sin embargo, con el tiempo, comenzó a criticar algunas de las políticas del reino, especialmente bajo la ascendencia del príncipe heredero Mohammed bin Salman.
La relación entre Khashoggi y el establishment saudí comenzó a deteriorarse en los años previos a su muerte. Aunque inicialmente apoyó algunas de las reformas propuestas por Mohammed bin Salman, se volvió cada vez más crítico con el príncipe heredero, especialmente después de que este comenzara a reprimir a disidentes y activistas.
El punto de inflexión fue en 2017 cuando Khashoggi optó por el autoexilio en los Estados Unidos, citando un “ambiente de miedo intenso” en Arabia Saudí. Desde su nueva base en Washington D.C., escribió columnas para el Washington Post criticando al gobierno saudí.
El 2 de octubre de 2018, Khashoggi visitó el consulado saudí en Estambul para obtener documentos relacionados con su próximo matrimonio. No volvió a salir de allí. Las investigaciones revelaron que fue asesinado y desmembrado dentro del consulado.
La respuesta inicial de Arabia Saudita fue negar cualquier conocimiento o implicación en la desaparición de Khashoggi. Sin embargo, ante la creciente presión internacional y las evidencias presentadas por las autoridades turcas, Riad finalmente admitió que Khashoggi había sido asesinado en el consulado, pero atribuyó su muerte a un “altercado” que salió mal.
El asesinato de Khashoggi llevó a un escrutinio sin precedentes del papel de Mohammed bin Salman en la política saudí. La CIA y otras agencias de inteligencia, así como múltiples informes periodísticos, sugirieron que el príncipe heredero estaba, al menos, al tanto del plan para matar a Khashoggi, si no directamente involucrado en su ejecución.
El asesinato de Khashoggi provocó un rechazo internacional y puso en peligro las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita y varios países. Numerosas empresas, líderes mundiales y medios de comunicación se retiraron o boicotearon eventos sauditas, incluido el famoso foro económico conocido como el “Davos en el Desierto”.
La muerte de Khashoggi sigue siendo un punto de referencia en la discusión sobre los derechos humanos en Arabia Saudita y ha dejado una marca en la percepción global del príncipe heredero Mohammed bin Salman y su liderazgo.
Mientras el caso continúa suscitando preguntas y debates, lo que es innegable es el impacto duradero que la muerte de Jamal Khashoggi ha tenido en la geopolítica y en la defensa mundial de la libertad de prensa.
LA REALIDAD DE ARABIA SAUDÍ CONTRASTADA
Mientras los titulares anuncian inversiones millonarias y nuevos proyectos futuristas, las organizaciones de derechos humanos recuerdan una realidad más sombría en Arabia Saudí. Las ejecuciones, la discriminación y la opresión de voces críticas contrastan con la imagen que el país quiere proyectar al mundo.
Esta dualidad ha resonado en España, donde la inversión de STC en Telefónica ha causado agitación. Desde figuras políticas hasta expertos en economía, muchos se preguntan cuál será el verdadero impacto de esta alianza. Lo que está claro es que, mientras Arabia Saudí busque redefinir su imagen y expandir su influencia, será esencial observar con ojos críticos y cuestionar las verdaderas intenciones detrás de sus movimientos estratégicos. Por ahora, España se encuentra en el cruce de caminos de una historia que está lejos de terminar.
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