El sistema demanda seres altamente productivos, sin espíritu crítico
Cada año, cientos de miles de estudiantes se ven obligados a enfrentarse a la Evaluación de Acceso a la Universidad (EVAU), una prueba que muchos consideran segregadora y clasista. Esta prueba refleja el funcionamiento de un sistema educativo donde, desgraciadamente, parece que no importa si los estudiantes aprenden o no. En cambio, el sistema demanda seres altamente productivos, sin espíritu crítico, útiles para las empresas en necesidad constante de nueva mano de obra.
Las agrupaciones estudiantiles Contracorriente y Pan y Rosas han lanzado una campaña de protesta en varias universidades públicas del Estado español. Bajo el lema “¡Acabemos con la EVAU! Peleemos por una educación gratuita, de acceso libre y radicalmente democrática”, estas agrupaciones condenan la existencia de esta prueba de acceso a la universidad. Su llamado es un deseo compartido: que “esta EVAU sea la última».
La presión ejercida por esta prueba es inmensa y, a menudo, resulta en niveles de estrés y ansiedad insostenibles para los estudiantes. “Están hartos de una prueba que no les permite respirar durante todo el año, que arruina su salud mental y que los empuja a competir entre ellos sin tener en cuenta sus distintas capacidades y las condiciones económicas de sus familias,» confiesan. Todo este sacrificio, solo por el derecho fundamental de poder estudiar lo que les apasiona.
UN SISTEMA EDUCATIVO EN CRISIS
Para muchos, la EVAU sirve solo para medir la capacidad de memorizar grandes temarios y replicarlos bajo una presión extrema. Leonor, estudiante de Segundo de Bachillerato y militante de Contracorriente, plantea un poderoso argumento: “La EVAU es el ejemplo perfecto de la lógica de que cuando no puedes más tienes que poder más”. Sin embargo, este sistema simplemente perpetúa la exclusividad de la educación superior para aquellos que pueden costearla.
“Nos quieren vender el cuento de que la EVAU sirve para ‘igualarnos a los de la privada’”, afirma Natalia Lago, representante estudiantil en la Junta de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM por la agrupación de mujeres Pan y Rosas. La realidad, según Lago, es que la prueba solo perpetúa el sistema de clases a través de la falsa idea de la meritocracia. “La EVAU es una prueba clasista al servicio de una universidad clasista,” sostiene.
Desde el punto de vista de estas agrupaciones estudiantiles, la EVAU es simplemente otro engranaje en una máquina defectuosa. Es una prueba que excluye a la clase trabajadora de los estudios superiores, que no refleja las diferentes formas de enseñar y aprender y que subordina el conocimiento a los intereses de las grandes empresas, no a las necesidades de las mayorías sociales y trabajadoras.
Por ello, las agrupaciones Contracorriente y Pan y Rosas se movilizan contra la EVAU. Su lucha es por un acceso libre y gratuito a la universidad, por plazas suficientes para todos según las demandas de cada generación de estudiantes y con becas suficientes para que puedan estudiar sin tener que trabajar.
En una sociedad en constante cambio, estas agrupaciones estudiantiles abogan por universidades democráticas donde las decisiones sean tomadas por los estudiantes, profesores y trabajadores. Quieren “una educación pública, laica y de calidad.” Además, rechazan la tortura de los exámenes en los que se memoriza sin aprender y en los que se pone en juego la salud mental de los jóvenes.
Es imprescindible recordar que, según Natalia Lago, “los hijos de clase trabajadora nos vemos cada vez más excluidos de las universidades públicas. Lo que debería de ser un derecho se está volviendo cada vez más un privilegio exclusivo de las familias que se lo pueden permitir.” Este es un escenario que las agrupaciones buscan cambiar, y para ello se movilizan.
La lucha también busca garantizar el acceso de la clase trabajadora y los sectores populares a la educación superior, y por el derecho a disfrutar del aprendizaje fuera de la lógica del beneficio empresarial y la productividad.
La EVAU es un símbolo del sistema educativo actual, pero desde estas agrupaciones, se argumenta que no es el único posible. Proponen una educación que valore la diversidad de capacidades y experiencias, que se centre en la enseñanza y el aprendizaje más que en la memorización y las pruebas. Plantean que el aprendizaje no debe estar al servicio de las grandes empresas, sino de las personas y de la sociedad en su conjunto.
Por eso, Contracorriente y Pan y Rosas se rebelan, se movilizan, y este año, hacen un llamado para que “esta EVAU sea la última”. El camino hacia la reforma de la educación en España será largo y posiblemente difícil, pero estas agrupaciones estudiantiles están dispuestas a liderar la carga, luchando por una educación justa y accesible para todos, independientemente de su origen socioeconómico.
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