La semana pasada, Colombia registró su primer accidente de tráfico con un hipopótamo. Un coche colisionó a gran velocidad en la carretera con el animal, provocando su muerte.
El hipopótamo era descendiente de los cuatro animales que el célebre narcotraficante Pablo Escobar importó de un zoológico de Estados Unidos y trasladó a su lujosa Hacienda Nápoles, en Colombia, en la década de 1980.
Los cuatro hipopótamos, tres hembras y un macho, fueron abandonados tras la muerte de Escobar en 1993 por la dificultad de trasladarlos a una reserva natural. Los hipopótamos escaparon de la finca desatendida y se extendieron a lo largo del río Magdalena.
Desde entonces se han reproducido y multiplicado hasta alcanzar unos 130 ejemplares. En libertad, los hipopótamos se están convirtiendo en un problema. Han aumentado los ataques a personas y se ha desarrollado una industria de tráfico ilegal en torno a su captura y venta.
Los ecologistas también advierten de que grandes herbívoros como los hipopótamos están alterando los delicados ecosistemas acuáticos de Colombia. Al excretar sus desechos en lagos y ríos, los hipopótamos pueden cambiar la composición del agua circundante. Esta agua sirve de hábitat a animales como manatíes y capibaras.
Los hipopótamos están ahora oficialmente incluidos en la lista de especies invasoras que hay que controlar. Pero la mejor manera de gestionarlos lleva mucho tiempo preocupando al Ministerio de Medio Ambiente del país.
Gestión de los hipopótamos de Escobar
En 2009, la agencia medioambiental colombiana ordenó a los cazadores matar a tres hipopótamos ante la preocupación de que estuvieran dañando los cultivos y poniendo en peligro a los seres humanos. El resultado fue la muerte de un hipopótamo, apodado Pepe. Las fotos del hipopótamo muerto se hicieron virales y provocaron una protesta mundial.
La matanza selectiva terminó rápidamente y el destino de los hipopótamos restantes se decidirá ahora en dos casos legales en curso. He analizado ambos casos como parte de mi investigación y opino que son ejemplos de buenas prácticas en el control de especies invasoras. Esto se debe a que se tienen en cuenta los intereses de los animales, un lujo que no se concede a la mayoría de las especies animales invasoras.
Se han propuesto tres estrategias para controlar la población de hipopótamos de Colombia: eutanasia, reubicación en zoológicos y santuarios de animales en el extranjero y control de la fertilidad.
La eutanasia representa el método más barato y rápido para controlar la población de hipopótamos de Colombia. Sin embargo, es una estrategia controvertida y supondría matar hasta 30 hipopótamos al año. Los que se oponen a la estrategia argumentan que claramente no beneficia a la especie.
El programa de reubicación consiste en trasladar a 70 hipopótamos a zoológicos y santuarios de animales en India y México que puedan ocuparse de ellos. Pero los hipopótamos son agresivos y muy grandes, por lo que son difíciles de capturar y transportar. Por ello, se controlaría la fertilidad de muchos de los que queden.
El programa de control de la fertilidad utilizará un fármaco llamado zona pelúcida porcina para reducir la fertilidad de las hembras de hipopótamo. El mismo fármaco se utiliza para controlar la natalidad de estos animales en los zoológicos. Esta estrategia reducirá el número de hipopótamos salvajes durante periodos más largos y, a largo plazo, disminuirá la amenaza que suponen para las personas y el medio ambiente.
Utilizadas conjuntamente, las estrategias de control de la fertilidad y reubicación ayudarían a controlar la población de hipopótamos de Colombia. Y, aunque los animales estarían en cautividad o no podrían criar, los planes son más benévolos que la alternativa de sacrificarlos.
¿Una buena gestión de las especies invasoras?
No hay soluciones perfectas. Controlar la fertilidad de los hipopótamos no reducirá inmediatamente la población salvaje. Como consecuencia, se corre el riesgo de prolongar la amenaza de conflicto entre humanos e hipopótamos. Tampoco contribuye a proteger el medio ambiente a corto plazo.
Las investigaciones también sugieren que entre el 70 % y el 80 % de las hembras de hipopótamo salvajes de Colombia tendrán que ser esterilizadas para que la estrategia sea eficaz. La esterilización de este volumen de hipopótamos acabaría por estabilizar la población. Pero aún no se ha revelado cuánto tiempo llevaría.
Ambas estrategias son caras. Reubicar a los hipopótamos costará unos 3,5 millones de dólares (unos 3,2 millones de euros), y el tratamiento de fertilidad cuesta 50 000 dólares por cada hipopótamo. Es posible que la financiación se desvíe de otros esfuerzos de conservación en favor de la lucha contra el aumento de la población de hipopótamos en Colombia.
Próximos pasos
Las especies invasoras tienden a ser percibidas como amenazas que hay que exterminar. Muchos países permiten matar a los animales invasores por cualquier medio necesario para controlar su población. Las políticas llevadas a cabo con el objetivo de controlar a estos animales son, por tanto, a menudo poco éticas.
El caso del hipopótamo colombiano demuestra que es posible controlar las especies animales invasoras y, al mismo tiempo, tener en cuenta sus intereses. Pero es importante reconocer que, en comparación con otras especies invasoras, estos hipopótamos pueden haber recibido un trato preferente. Es probable que esto se deba al alto perfil del caso que, dada su asociación con Pablo Escobar, ha captado la atención del público.
Sin embargo, hay algunos aspectos del caso de los hipopótamos colombianos que podrían aplicarse a la gestión de especies invasoras en general. Cuando la eutanasia es la opción preferida, debe darse prioridad a la elección de métodos que limiten el sufrimiento de los animales.
Las ardillas grises, por ejemplo, se consideran una especie plaga en el Reino Unido y se pueden matar legalmente utilizando métodos como el envenenamiento y las trampas. Pero existen alternativas más humanas, como el uso de anticonceptivos orales, que también mantendrían su población bajo control.
La población de hipopótamos salvajes de Colombia se ha convertido en un problema. Inevitablemente, habrá que gestionar la especie para evitar más daños a los animales, al medio ambiente en general y prevenir conflictos con los humanos.
El caso de los hipopótamos invasores de Pablo Escobar es único. Sin embargo, podría considerarse un paso en la dirección correcta para la gestión de especies invasoras. A pesar de que las opciones de gestión preferidas son caras y a menudo no consiguen frenar inmediatamente la propagación de los animales, evitan matanzas innecesarias y fomentan la aparición de soluciones más creativas.
Elliot Doornbos no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
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