El PP convierte la DANA de 2024 en un laberinto de mentiras que amenaza con alcanzar a toda la cúpula
LAS VERSIONES QUE NO CUADRAN
A estas alturas, sostener que Carlos Mazón y Alberto Núñez Feijóo no tienen nada que explicar es un ejercicio de voluntarismo político que no resiste ni una lectura superficial de los hechos. Lo que comenzó como una comisión de investigación sobre la gestión de la DANA del 29 de octubre de 2024, aquella que dejó zonas enteras de València arrasadas y a decenas de familias reclamando responsabilidades, ha terminado revelando un entramado de llamadas, Wasaps y comidas opacas que sitúan al PP en la peor tradición de su propia historia reciente.
Y todo, otra vez, por intentar tapar lo que no se puede tapar.
El pasado lunes, Mazón salió del Congreso con más sombras que certezas, después de horas de evasivas ante las y los diputados de Podemos, Sumar, PSOE y un Gabriel Rufián visiblemente indignado. El president en funciones mintió, rectificó, volvió a mentir y finalmente admitió algo que hundía de lleno la versión del partido: que no existía ese contacto permanente con Feijóo que Génova llevaba repitiendo como mantra desde el primer día.
Más grave aún. Cuando los grupos parlamentarios exigieron ver esos supuestos “algunos mensajes” que Mazón dijo haber intercambiado con el líder del PP, el president tropezó en su propio laberinto. No enseñó nada. No aporta nada. Y sigue sin aportar nada. Ni una captura. Ni un registro. Nada.
EL VENTORRO Y LA PREGUNTA QUE NADIE QUIERE RESPONDER
De entre todas las grietas, hay una que amenaza con fracturar del todo el relato: la comida en El Ventorro, esa reunión donde supuestamente se habló del control de À Punt, pero de la que nadie quiere hacerse responsable.
Desde Madrid insisten en que aquello “no era tema de partido”. Desde València insisten en que Mazón acudió como presidente autonómico del PP, no como president de la Generalitat. Y mientras tanto, la pregunta clave sigue sin respuesta.
¿En condición de qué entró Mazón en ese restaurante?
Porque si acudió como president de la Generalitat, sería una reunión institucional sin registro. Si acudió como líder del PP valenciano, entonces Génova miente. Y si acudió en calidad de ciudadano que pasaba por allí, habría que asumir que en algunos restaurantes se habla casualmente de cómo manejar una televisión pública sin que eso despierte sospecha alguna en un partido que lleva años denunciando supuestos “adoctrinamientos” mediáticos.
El PP ha decidido sostener una versión imposible. Decir que no saben nada. Que no están al tanto. Que la reunión no les incluye.
Pero todo apunta a que sí estaban al tanto. A que siempre lo estuvieron.
EL MIEDO A UNA LLAMADA
Durante su comparecencia, Mazón dejó caer un detalle que pasó casi inadvertido pero que desmorona toda la narrativa de Génova. Dijo que habló con Feijóo el día de la tragedia a las 21:30. No antes. No durante. No “todo el día”, como llegó a sugerir el propio Feijóo para defender la diligencia de su partido. A las 21:30.
Una llamada. Un mensaje. O quizá ninguno.
El PP prometió que Feijóo y Mazón estaban “en contacto permanente”. La realidad es que el contacto duró lo que dura un informativo nocturno.
Y ese simple dato —21:30— ha dejado en evidencia al líder nacional. Por eso no quieren mostrar los mensajes. Por eso Génova guarda silencio. Por eso nadie responde a las preguntas enviadas por la prensa. Porque si hay algo peor que un presidente autonómico mintiendo en una comisión de investigación, es un presidente nacional apareciendo como encubridor involuntario de esa mentira.
CUANDO EL CIRCO ES LO QUE HACEN PARA QUE NO MIRES
Feijóo tardó un día entero en reaccionar. Y cuando lo hizo, eligió el manual clásico del político acorralado: acusar a las demás fuerzas de convertir la comisión en un “circo”.
Dijo “circo” para no decir “vergüenza”.
Dijo “falta de respeto a las víctimas” para no admitir que fueron precisamente las víctimas quienes agradecieron la dureza de las preguntas que desmontaron la coartada de Mazón.
El PP aplaudió la “decisión coherente” del president de dimitir, pero fue incapaz de valorar su testimonio. Prefirió decir que no lo habían visto. Que no se habían enterado. Que no tenían constancia.
Feijóo pospuso el relevo al frente del partido en València hasta después de la investidura de Juanfran Pérez Llorca. Ordenó mover las piezas con discreción. Y dejó abierta otra incógnita igual de inquietante: ¿irá Mazón también al Senado?
Nunca un silencio de Génova había dicho tanto. Jamás unas llamadas no mostradas habían pesado tanto.
Será la justicia quien determine si la patata caliente estalla donde tiene que estallar. Pero hoy, en noviembre de 2025, la sensación es que el PP ha vuelto a ese lugar donde mejor se mueve: la frontera invisible entre la política y la impunidad.
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