Con el populismo de sus discursos, el nazismo explotaba los miedos de la sociedad alemana, expandiendo el odio hacia lo extranjero
Las técnicas de propaganda que Vox está empleando en la campaña de las elecciones autonómicas madrileñas, como el cartel en el que el partido critica el coste que supone para Madrid mantener a los menores extranjeros no acompañados (MENA) o los insultos como rata o chepudo a Pablo Iglesias, son las mismas fórmulas que el Partido Nacional Nacionalsocialista Obrero Alemán empleó para obtener el apoyo de millones de alemanes en la persecución y aniquilación de enfermos y judíos.
El cartel en el que se compara el dinero dedicado a una pensión de jubilación, 426 euros de pensión/mes, con el de mantener a los menores extranjeros no acompañados (MENA), 4.700 euros al mes, no tiene otro objetivo más que expulsar a estos niños y adolescentes de España, tal y como ha reiterado su candidata, Rocío Monasterio. La Fiscalía Provincial de Madrid ha incoado diligencias de investigación por un presunto delito de odio contra Vox por el cartel electoral instalado en la puerta del Sol.
Hasta el 31 de marzo, según los datos de la Consejería de Políticas Sociales y Familia, la región tutelaba a un total de 3.709 menores. De ellos, 2.637 son españoles (71,1%) y el resto, 1.072, extranjeros (28,9%). Entre los niños y adolescentes inmigrantes, 269 son menores que han llegado a España sin la tutela de un adulto (7,2% del total).
La Comunidad de Madrid destinó en 2020 para cuidar a los menores protegidos 96,1 millones de euros para el coste de 1.903 plazas en centros de acogida, ya que otros menores son atendidos por familias, lo que resulta en un precio medio mensual por plaza de 4.208 euros que reciben las organizaciones encargadas de cuidar de los niños y adolescentes. De ahí es de donde sale la cifra de los 4.700 euros de Vox.
En lugar de tener en cuenta la cifra se debería reflexionar sobre cómo cuidar y atender a una persona en situación de desamparo. El régimen nazi ya ensayó esta estrategia propagandística para condenar el gasto destinado a la atención de personas con discapacidad o enfermedades hereditarias.
El 14 de julio de 1933, el Gobierno alemán aprobó la Ley para la Prevención de Descendencia con Enfermedades Hereditarias, que exigía la esterilización de personas que padecían enfermedades genéticas, entre las que el régimen nazi incluía los trastornos mentales, problemas de aprendizaje, deformidades físicas o incluso el alcoholismo.
Según la investigación plasmada en The first into the dark: the nazi persecution of the disabled se calcula que unas 300.000 personas fueron asesinadas y otras 400.000 esterilizadas. El discurso utilizado para convencer a los ciudadanos alemanes no fue otro que el alto coste que asumía el Estado por mantener “parásitos”, en alusión a discapacitados psíquicos y físicos, una propaganda que tuvo cierto éxito.
En los carteles difundidos se podían leer mensajes como “60.000 marcos es lo que nos cuesta este discapacitado a lo largo de su vida. Este dinero también es vuestro”, algunos señalaban que un enfermo con una enfermedad hereditaria cuesta por término medio, cuando cumple 60 años, 50.000 marcos y otros reprochaban los 5,50 marcos diarios que requiere una persona con una “enfermedad hereditaria”, una cantidad con la que se podría mantener a una familia sana integrada por una madre, un padre y tres hijos.
Otra propaganda nazi, titulada «Cuánto cuesta el cuidado de las enfermedades hereditarias», comparaba los años de salario de un trabajador con el coste anual de un enfermo: “Un año de hospital, el salario anual de dos trabajadores; siete años de hospital, el salario anual de siete trabajadores; 10 años de manicomio; el salario anual de 10 trabajadores”.
La evocación de Vox al nazismo
Por lo tanto, el sistema que está utilizando de Vox para condenar el gasto público en atender a menores extranjeros no acompañados no es novedoso sino que es la misma propaganda nazi que se usó para justificar la aniquilación de aquellos a los que percibía como genéticamente inferiores.
Pero no es la única evocación del nazismo. El pasado viernes, Pablo Iglesias denunció que ya no le insultan llamándole rojo de mierda sino chepudo y rata, unos términos con los que los nazis insultaban a los judíos, a quienes representaban, entre otras caricaturas peyorativas, con cuerpo de roedor, barba rala y nariz aguileña.
Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler
En 1926, Goebbels fue nombrado líder del Partido Nacional socialista Obrero Alemán. Con sus discursos racistas expandía el odio hacia lo extranjero y hacía creer a todos que la única persona que podía salvarles del desastre y la humillación que había significado la firma del Tratado de Versalles, que marcó el fin de la Primera Guerra Mundial, era Adolf Hitler.
Ya con Hitler en el poder, Goebbels fue nombrado ministro de Propaganda y de Información. Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, Goebbels centralizó el control de la vida cultural e intelectual de Alemania, haciendo hincapié en la radio, medio mediante el cual mantuvo la maquinaria propagandística del Tercer Reich engrasada y activa.
En los últimos días de la contienda, cuando la derrota del ejercito alemán ya era inminente, el ministro hizo creer a la gente a través de enfervorecidos mensajes radiados que la victoria aún era posible. En 1945, con el ejercito ruso y los aliados a las puertas de Berlin, Goebbels encerrado con su familia en el búnker de Hitler, discutió con el Führer la posibilidad de negociar la paz, una idea que el líder nazi rechazó respondiendo que tenía intención de permanecer en el búnker hasta el final, y que, junto con su esposa había planeado suicidarse si los soviéticos entraban en la ciudad.
La esposa del ministro de Propaganda tomó la terrible decisión de acabar con la vida de sus seis hijos administrándoles cianuro, previendo el final que les esperaba tras la caída de Berlín. «Es mejor que mis hijos mueran a que vivan en la vergüenza y el oprobio», señaló. Posteriormente un oficial de las SS disparó al matrimonio Goebbels un tiro en la nuca y luego procedió a quemar sus cadáveres.
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