Es responsabilidad de todos – empresas, gobiernos y sociedad en general – asegurar que tales conductas no tengan cabida en ningún lugar.
Es absolutamente inaceptable que en pleno siglo XXI sigamos presenciando actos tan deshumanizantes y humillantes hacia los trabajadores. El respeto al prójimo no es una opción ni un lujo; es un deber básico y fundamental de toda sociedad civilizada. El hecho de que un superior se atreva a denigrar públicamente a un trabajador, forzándolo a soportar comentarios degradantes mientras realiza su labor, es una muestra clara de abuso de poder y una falta total de ética. Estos comportamientos no solo deben ser condenados, sino que deben ser erradicados con todo el peso de la ley.
Las personas no son meros objetos ni máquinas a las que se les pueda tratar sin consideración ni respeto. Cada ser humano merece ser tratado con dignidad, independientemente de su rol o posición en una empresa. Es indignante y vergonzoso que tengamos que seguir denunciando estas atrocidades. Es responsabilidad de todos – empresas, gobiernos y sociedad en general – asegurar que tales conductas no tengan cabida en ningún lugar.
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