El feminicidio múltiple de Pablo Laurta en Argentina revela el salto mortal del odio digital a la violencia real.
LA MANOSFERA COMO INCUBADORA DE VIOLENCIA
“Estos discursos no son anécdotas, son incubadoras de violencia.”
Así lo advirtió Marina Lobo en el programa ‘Hasta el coño de’, emitido por Spanish Revolution, al analizar el caso de Pablo Laurta, el uruguayo de 39 años acusado de asesinar a su exmujer, a la madre de esta, al conductor que las acompañaba y de secuestrar a su hijo de cinco años. Después del triple crimen, intentó huir con el menor a Uruguay por un paso ilegal, pero fue detenido.
Laurta no era un desconocido. Era el fundador de la web Varones Unidos, un portal todavía activo que se presenta como defensor de los “derechos de los hombres”, pero que en realidad difunde propaganda antifeminista, negacionista y misógina. Allí se mezclan artículos sobre “cómo conocer chicas en Instagram”, burlas al feminismo y teorías delirantes sobre el “lobby del champú violeta”.
Como subrayó Lobo, “el mismo que se presentaba como víctima del feminismo acabó siendo acusado de triple asesinato”. Y no fue un caso aislado. Es el resultado de un ecosistema digital que lleva años incubando odio, frustración y violencia bajo el disfraz de la “libertad de expresión”. Una manosfera donde miles de hombres se reúnen a diario para compartir su desprecio por las mujeres, negar la violencia machista y construir una narrativa de victimismo masculino.
En su intervención, Lobo mostró algunos de los mensajes que Laurta publicaba en redes:
“El peor enemigo de una mujer nunca es otra mujer, siempre es ella misma.”
“La única manera de arreglar las tasas de fertilidad es hacer que las mujeres dependan económicamente de un solo hombre.”
“Ahí está el problema,” sentenció Lobo, “porque cuando un tipo repite eso durante años y otros le aplauden, se está fabricando un argumento que justifica la violencia.”
DE LOS FOROS AL FEMINICIDIO: TERRORISMO DE GÉNERO ORGANIZADO
El análisis que Lobo cita en su programa, publicado por El Grito del Sur y firmado por Nicolás Pontacuarto, define el caso como “una masacre política”. Laurta no solo asesinó a tres personas, sino que —según la investigación— descargó su ideología misógina con premeditación y motivación política, llegando incluso a prender fuego a una iglesia donde murieron dos niñas.
“En cualquier país se trataría de un atentado terrorista”, escribe Pontacuarto. Pero en Argentina, y en demasiados lugares del mundo, se sigue discutiendo si fue un loco o un enfermo.
El artículo describe Varones Unidos como un grupo que promueve los llamados “derechos humanos del hombre”, un eufemismo para exigir igualdad formal en sociedades estructuralmente desiguales. “Cada tertulia que ridiculiza el feminismo, cada político que dice que la violencia no tiene género, cada medio que niega el machismo, les está poniendo el arma en la mano,” denunció Marina Lobo.
El contexto político argentino agrava el cuadro: el gobierno de Javier Milei eliminó el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, cerró la línea 144, desmanteló programas de apoyo económico y promovió leyes para endurecer las penas por denuncias falsas. Mientras tanto, los ideólogos de su entorno —Agustín Laje y Nicolás Márquez— amplifican desde sus redes la misma ideología que justificaba Laurta: el antifeminismo como cruzada cultural.
“El problema no es Pablo Laurta, el problema es que hay mil laurtas en potencia navegando entre hashtags, foros y discursos políticos que legitiman el odio contra las mujeres,” concluyó Lobo en Hasta el coño de.
Y mientras los gobiernos y las plataformas miran hacia otro lado, el terrorismo machista sigue organizándose con total impunidad.
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