La tragedia de las palestinas y palestinos no es solo el sufrimiento directo que han experimentado a lo largo de los años, sino también el cruel silencio internacional que los rodea. Esta indiferencia global no es un accidente, sino un reflejo del orden mundial donde el poder y la riqueza dictan quién merece ser escuchado y quién queda marginado.
Sin la riqueza de los recursos naturales ni el respaldo de potencias mundiales, la población palestina se encuentran en una posición vulnerable. En un mundo donde el poder se mide en términos de influencia económica y militar, quienes carecen de ambas cosas a menudo son despojados de sus derechos más básicos.
Sin el oro ni el acero para negociar, palestinas y palestinos se han convertido en víctimas de un sistema que valora más los activos que la humanidad.
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