Un presidente convierte la seguridad en espectáculo para tapar el saqueo social
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L INVENTO DE UNA CRISIS QUE NO EXISTE
Donald Trump ha decidido que la democracia es un escenario y que las tropas son su decorado. El 23 de agosto de 2025 volvió a repetir la jugada: declarar una supuesta emergencia para justificar el envío del Ejército a ciudades como Chicago, pese a que la violencia ha caído en cifras históricas. El dato es incontestable: la ciudad vive una reducción de homicidios en dos dígitos y un desplome de los delitos violentos. Aun así, el presidente señaló que Chicago es “probablemente la siguiente” en su lista de invasiones internas, después de haber colocado a 2.000 soldados de la Guardia Nacional en Washington DC y tomado el control del propio cuerpo de policía metropolitana.
La excusa oficial es la lucha contra el crimen. La realidad es la manipulación de siempre: no hay ninguna base legal ni social para federalizar la Guardia Nacional de Illinois ni para desplegar militares en su territorio. Lo explicó el gobernador demócrata JB Pritzker el sábado: “Trump intenta fabricar una crisis, politizar a quienes visten uniforme y abusar de su poder para tapar el dolor que está causando a las familias trabajadoras”.
Ese dolor tiene cifras. Millones de personas están perdiendo acceso a la sanidad y a programas de alimentación por los recortes impuestos desde la Casa Blanca. Mientras tanto, los aranceles dictados por Trump están disparando el precio de productos básicos, golpeando sobre todo a quienes menos pueden soportar la inflación. Se trata de una doble estafa: hambre y miedo como herramientas de gobierno.
As Donald Trump attempts to create chaos that distracts from his problems, we’ll call it out for what it is.Trump and Republicans are trying to distract from the pain they’re causing — from tariffs raising the prices of goods to stripping away healthcare and food from millions.
— Governor JB Pritzker (@govpritzker.illinois.gov) 2025-08-22T22:11:39.557Z
MILITARIZAR PARA DISTRAER DEL SAQUEO SOCIAL
El guion es tan viejo como perverso. Se inventa una amenaza, se despliega fuerza militar y se criminaliza a quienes protestan. Trump lo aplica dentro de Estados Unidos con la misma lógica colonial que Washington ha practicado en América Latina o Medio Oriente. La diferencia es que ahora el enemigo no es extranjero: son las y los propios ciudadanos.
El líder demócrata en el Congreso, Hakeem Jeffries, lo dijo en CNN: “No debemos permitir que Trump juegue con las vidas de la gente como parte de su estrategia de distracción”. Es exactamente eso: un presidente impopular que pretende prolongar su poder creando enemigos ficticios.
El estratega Mike Nellis, cercano a la exvicepresidenta Kamala Harris, lo resumió con la crudeza que merece: “Es otra crisis inventada, otro intento desesperado de sumar puntos políticos baratos”. El lenguaje de Nellis es directo porque la situación lo exige. Lo que está en juego no es solo Chicago, sino un modelo de gobierno basado en el miedo y en la militarización de la vida cotidiana.
Lo más grave es la normalización. Washington lleva semanas bajo ocupación militar mientras el propio Trump amenaza con destituir a la alcaldesa Muriel Bowser, cuyo pecado es haber recordado que el crimen en la capital también ha descendido de manera dramática. El poder se mide ya en tanques desplegados, no en urnas ni en derechos.
La estrategia es clara: exportar el mismo asedio a otras ciudades gobernadas por demócratas, desde Baltimore hasta Los Ángeles, Nueva York, Oakland o San Francisco. En todas ellas las estadísticas muestran lo contrario de lo que Trump afirma: los índices de violencia han bajado, algunos hasta mínimos históricos. Pero para el presidente no cuentan las cifras, solo el relato que necesita para encubrir un país cada vez más desigual.
Mientras las y los trabajadores luchan contra los precios inflados, la falta de cobertura médica y los recortes sociales, el mandatario se presenta como salvador armado frente a una amenaza inexistente. Es la perversión máxima: crear un fantasma de inseguridad para tapar la inseguridad real que genera el capitalismo salvaje que él mismo administra.
Trump no despliega soldados para proteger vidas. Lo hace para proteger su presidencia tambaleante, para silenciar la protesta social y para seguir despojando a la mayoría en beneficio de una élite cada vez más insaciable.
Y lo peor es que su amenaza se resume en una frase: cuando un presidente convierte al pueblo en enemigo, la democracia ya no existe, lo que queda es ocupación.
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