En la era digital, donde la información fluye a velocidades vertiginosas, la integridad y la veracidad son esenciales para cualquier periodista. Cristina Cileacu, conocida por su trabajo en Digi24 y su influencia en Bruselas, ha sido una figura destacada en el panorama mediático europeo. Sin embargo, su reciente incidente en Israel ha suscitado serias dudas sobre su credibilidad y ética profesional.
El trabajo de un periodista es informar, no ser el protagonista de la historia. Sin embargo, Cileacu parece haber olvidado este principio fundamental durante su cobertura en Israel. En un intento de retratar la tensión y el peligro en la región, Cileacu fue captada fingiendo protegerse de supuestos cohetes de Hamás. Lo que hizo que este acto fuera aún más cuestionable fue el hecho de que, mientras ella se «protegía», personas pasaban tranquilamente en bicicleta a su lado, desmintiendo la supuesta amenaza inminente.
Y EL ÓSCAR ES PARA…
— Spanish Revolution (@Spanish_Revo) October 23, 2023
esta "periodista" pic.twitter.com/TbMH7WqlAs
Cristina Cileacu es una reconocida periodista y productora de televisión con más de dos décadas de experiencia en el campo. Ha trabajado para importantes cadenas nacionales de televisión en Rumania y ha sido una figura destacada en Digi24, un canal de noticias rumano. Además de su trabajo en la televisión, Cileacu ha sido miembro activo del Instituto Aspen Rumania, una entidad que se dedica a promover el liderazgo basado en valores y que tiene una influencia significativa en el ámbito europeo.
POLÉMICA
Además de sus transmisiones, se dedica a combatir la «desinformación» y ha moderado un webinar sobre este tema para el Parlamento Europeo al que asistieron europarlamentarios y «expertos» como Alina Bărgăoanu, de SNPA. Bărgăoanu recibió millones de euros del Gobierno de Ludovic Orban para una «estrategia de comunicación», que también incluyó la estigmatización de voces críticas hacia el ejecutivo.
Este tipo de comportamiento no solo es engañoso, sino que también es irresponsable. Al exagerar o fabricar situaciones, los periodistas no solo se hacen un flaco favor a sí mismos, sino que también traicionan la confianza del público. En un momento en que la desinformación es rampante, actos como el de Cileacu en Israel solo sirven para alimentar la desconfianza hacia los medios de comunicación.
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