¿Hasta qué punto hemos llegado que la agonía de un animal se convierte en un espectáculo? ¿Qué tipo de mensaje enviamos a las y los jóvenes que observan y, posiblemente, internalizan estos actos?
Un manto de horror cubrió las fiestas tradicionales de Puzol en Valencia. El 7 de septiembre, en una demostración de insensibilidad y falta de empatía, un toro fue sometido a un trato vejatorio y humillante, llevado al límite de su resistencia mental y física. El toro salió del cubículo visiblemente alterado, enredándose y tropezándose en repetidas ocasiones con la cuerda, pero eso no impidió que el evento se celebrase.
Las festividades, que deberían ser una celebración de la cultura y tradición, se mancharon con el rostro oscuro de la crueldad. En lugar de ser una ocasión para unirse y celebrar, se convirtió en un espectáculo de sufrimiento y angustia para un ser vivo.
Las imágenes del incidente son perturbadoras. Pero aún más impactante es el hecho de que las y los menores estuvieran presentes, siendo testigos directos del tormento del toro. Esta exposición puede tener un impacto profundo en sus mentes jóvenes, normalizando la crueldad y la insensibilidad hacia los seres vivos.
¿Hasta qué punto hemos llegado que la agonía de un animal se convierte en un espectáculo? ¿Qué tipo de mensaje enviamos a las y los jóvenes que observan y, posiblemente, internalizan estos actos?pic.twitter.com/DOboMSIkg0
— Spanish Revolution (@Spanish_Revo) September 12, 2023
UN LLAMADO A LA ACCIÓN Y A LA CONCIENCIA
No solo es el acto en sí lo que es condenable. Es la indiferencia colectiva, el aplauso y la jalea de una multitud que se burla del sufrimiento. En un momento, el animal se niega a avanzar y se arrima a un árbol, donde agacha la cabeza, encaja la cornamenta y se queda paralizado hasta que le obligan, a base de tirones de rabo, a moverse.
Estas festividades taurinas, que alguna vez pudieron haber tenido un significado cultural, se han desvirtuado hasta el punto de convertirse en actos de sadismo. El llamado aquí no es solo a condenar este acto en particular, sino a reflexionar profundamente sobre qué dice de nosotras y nosotros como sociedad. ¿Hasta qué punto hemos llegado que la agonía de un animal se convierte en un espectáculo? ¿Qué tipo de mensaje enviamos a las y los jóvenes que observan y, posiblemente, internalizan estos actos?
Es imperativo que la sociedad se una en contra de la tauromaquia y todas las otras prácticas que causen sufrimiento a los animales. Se trata de promover un cambio, de alzar la voz contra la indiferencia y de trabajar juntas y juntos por un mundo donde el respeto y la empatía prevalezcan. Es hora de que reflexionemos como sociedad y rechacemos actos que no representan la cultura, sino la crueldad.
Pacma dispone de una petición contra los toros embolados, que puedes firmar en este enlace.
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