[Antes de empezar una advertencia: aquí no se afirma nada o casi nada. Quien busque afirmaciones mejor que vaya a otro sitio, aquí solo hay un torrente de dudas y preguntas].
La única afirmación de la que estoy convencido es que la guerra es un tormento. Miro arriba el cielo azul de Madrid; el cielo sin nubes, el sol. No sé nada. Nada. Bueno, en realidad sí sé (o creo saber cosas). Veo las imágenes en twitter o en la TV ¿Serán falsas? En cualquier caso termino de mirarlas; el ocaso gris, los edificios, las bombas sobre ciudades de nombres inverosímiles, un convoy de transportes militares, mujeres y hombres que celebran algo.
En el suelo se reparten varios cadáveres irreconocibles. ¿Cuántos muertos van ya? Los datos varían depende de quién los de. Un vídeo de Zelensky, presidente de Ucrania, vestido de militar; sonríe, celebra con la boca pequeña (¿es todo un croma?) (¿cuántos asesores piensan en ese vídeo?). Luego Putin vestido de traje en un gran palacio, serio, rodeado de banderas rusas, el eco del mármol que rebota hasta el satélite y luego hasta mi móvil (o como diablos sea el proceso que lleva a una imagen a miles de kilómetros de distancia a llegar a mi retina). Otra vez el temor. ¿Y si pulsa el botón?
Hombres y mujeres en traje dan declaraciones; embajadores, diplomáticos, ministros, presidentes, delegados, comisarios; hombres y mujeres que declaran, que declaman por encima de sus posibilidades los infortunios de la guerra. Putin es malvado (¿es malvado?), tiene cara de malvado, desde luego tiene los ojos muy juntos y solo Dios sabe de qué puede ser capaz. Tienen razón. He visto esa mirada que a la vez se clava y desaparece a mi espalda. Cierro el vídeo. Habla Josep Borrell. Palabras tremendas; leo “discurso épico”, “altura de estado”, “Real Politik” (¿qué es el hard power?). Me pierdo en el río de tuits que me arrastran por su corriente de uno a otro, de forma incontenible, pero no puedo más y dejo el móvil sobre la mesa, por lo menos unos segundos. La pantalla negra, mi reflejo en la pantalla negra y luego las notificaciones de wasap. Noticias que llegan, grupos familiares que comparten memes, imágenes e información (“qué tragedia”) Un padre que se despide de su hija; inmensas colas de personas que cruzan la frontera hacia Polonia o hacia Rumania; un edificio en su esqueleto. Parece que las personas racializadas tienen problema para cruzar la frontera. Tuiteros escandalizados, con las manos en la cabeza (imagino) barruntan ataques a la Unión Europea y su política migratoria.
Leo “vergüenza”, “asco” “infamia”. Me identifico, me dan ganas de vomitar, pongo un tuit. Más tarde un periodista racializado al que aprecio y sigo desmiente la noticia. No está habiendo distinción en la frontera. Mierda. ¿Borro el tuit? Lo borro. No debo hacer la bola más grande (¿cuál es esa bola?). Vuelvo a ver el discurso de Borrell. Que infamia reducirlo todo a una expresión grandilocuente y en inglés. Hard Power. Hay gente muriendo, civiles luchando, familias rotas, personas migrando, barrios enteros destruidos. La teoría no alcanza para entender la guerra. No hay justificación posible. La paz, solo la paz lleva a la paz, solo la paz (¿qué es la paz en tiempos de guerra?) logra la paz, la diplomacia, otra vez esas palabras grandes (“diplomacia”), hombres y mujeres con traje que debaten lejos de la guerra, lejos de las bombas, de la luz y el ruido.
Hombres y mujeres que tienen severas razones y argumentos, blanden sus posiciones como banderas inquebrantables. En tuiter la gente comparte el discurso de Borrell; tuiteros a los que respeto. Vuelvo a ver el vídeo (¿y si tiene razón? ¿y si para la paz hace falta estar preparados para la guerra? Mientras negociamos la paz, ¿qué hacemos con los ucranianos que mueren?) Pobre pueblo ucraniano. Otra vez esa frase que ya he visto más veces, la de que la guerra es siempre entre pollas viejas que se conocen, se odian pero no se matan, hecha por jóvenes que no se conocen, pero que se matan, o algo así.
Qué razón y qué terrible, pero también, que ingenua. En Instagram fotos y vídeos de solidaridad con el pueblo ucraniano. En TikTok, la red social de la realpolitik, aparecen vídeos de análisis sesudos, vídeos que parodian los mensajes de solidaridad de la gente en instagram y yo me río. Pero ¿qué pienso realmente? Leo a Rafael Poch en CTXT, lo escucho en La Base o en La Sexta. Me convence, absolutamente. Putin se ha equivocado con la invasión. Las sanciones van a destruir Rusia. Putin tenía razones para estar chinado porque le pudiesen poner bases de la OTAN a las puertas de su casa. Sin embargo, se equivocó. Se ha puesto a casi todo el mundo en contra. Está solo (¿Pero y si decide apretar el botón?) ¿Cuánta culpa de todo esto tiene la OTAN? Mucha, sin duda (¿sin duda?).
En la TV por momentos se acerca la tercera guerra mundial y otros se aleja esa posibilidad, así todo el rato, como un acordeón la posibilidad se estira y se encoge y es desesperante. Sánchez dice ahora que enviará armas a Ucrania para que puedan defenderse del déspota Putin. Está bien que un pueblo pueda defenderse de un agresor imperial, pero ¿y Afganistán, Yemen, Siria, Sudán Iraq etc? Esto solo va de intereses, hipócritas. Hace falta una solución diplomática (es la única opción), efectivamente, pero mientras llega, habrá que ayudar al pueblo ucraniano. La pregunta es, ¿se les ayuda con armas? ¿puede un ejercito irregular vencer a Rusia? Podría ser, como ha sucedido en otras guerras en la historia reciente, pero parece probable que no sea así. Parece más bien que esto solo sirva para generar más sangre y alargar la agonía. Entonces, mejor no mandar armas, claro, qué infamia. (¿Pero y mientras no hay negociación? ¿no es mejor elegir el mal menor?) No lo sé, vuelvo a dudar. Qué coño, sí, la paz está por encima de todo, la paz solo se consigue con más paz, con diálogo, como pide la ONU.
Presionemos para el diálogo. No te dejes llevar por los marcos de los medios y la opinión pública de occidente, piensa, cabeza fría. (¿pero y lo otro no es un marco?) ¿Todo son marcos siempre? ¿Dónde está lo real? La piel, la carne. En un vídeo un ucraniano pide con lagrimas a occidente que ayude como sea, también con armas, lo han compartido miles de veces. Joder, aquí está la piel, pero la piel es irracional; la piel transpira o se eriza, la piel es acribillada por balas o se prende con el fogonazo de la bomba, pero no aporta soluciones, ni tampoco piensa. ¿Entonces tampoco en la piel está lo real?. Mierda. Un artículo muchas veces compartido de un corresponsal en Ucrania pide a la izquierda que reflexione y que ayude con armas. “El pueblo ucraniano lo necesita”. Joder, ¿hay aquí piel o hay marco y sesgo? Seguramente vuelve a haber piel, ¿pero cómo es posible que la piel, la empatía, el dolor te pida hacer la guerra? Mierda. No sé. En el fondo creo que el asunto es o guerra mundial o paz. Claro, ahí la paz, siempre la paz, pero, ¿cómo se hace la paz contra las armas? Y si estoy siendo ingenuo, y si en tiempos de guerra, la paz se hace con hard power. No, es imposible, me da ansiedad, me pone triste, no solo las imágenes que llegan desde allí, sino, sobre todo, pensar que si todo se va de madre Europa se va a tomar por culo. ¡Que alguien pare a Putin! Maldito miedo. ¿Me da miedo la muerte? No, para la paz solo sirve más paz, no podemos ceder a este principio básico, si nos ponemos belicistas estamos perdidos (¿qué es un principio? ¿para qué sirven?).
Joder, ¿cómo es posible no tener ninguna certeza, tener la sensación de que no sé nada? ¿Soy el único que no sabe nada? Veo los tuits, escucho a los tertulianos, a los políticos y a los analistas y ellos saben cosas (o parecen saberlas), parecen estar convencidos. Sin embargo, la mayoría de corresponsales en la guerra solo dudan, dudan, dudan, conviven diariamente entre la piel y la teoría, y eso me da una pista. Es esto. No lo sé. La única certeza es esta relativa ansiedad y tristeza que va y viene y la incertidumbre.
Joder, miro el cielo de Madrid, es azul, hay sol, se acerca la primavera y me pregunto si allá por donde estallan las bombas, por donde cruzan los carros de combate, alguien se consuela mirando también arriba, aunque lo que nos pidan a todas horas “los que saben” sea mirar al frente (¿quién es tu enemigo, tu adversario?), mirar a los lados (¿con quién estás, con quién no? ¿quién es tu compañero?), mirar abajo (“la realidad es dura” el “hard power” “la real politik” ”la geopolítica”). Mirar arriba como cura momentánea: veo el sol que rebota en un vaso; la luz; una nube blanca que recorre los confines.
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