En este momento crucial, la presión social y la concienciación son esenciales para abogar por un sistema alimentario más sostenible y justo
El sistema alimentario actual abarca un vasto territorio, utilizando un área equivalente a Sudamérica para la producción de alimentos y otro equivalente a todo el continente africano para pastos y tierras de pastoreo. Esto representa un grave agotamiento de recursos naturales, un alto consumo de agua y la degradación del suelo.
Además, la producción y el transporte de alimentos contribuyen significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero, con un impacto ambiental catastrófico. Las protestas de los agricultores franceses son solo la punta del iceberg de un problema que lleva décadas gestándose, en el que el sistema alimentario depende en gran medida de subvenciones gubernamentales y de la Unión Europea para mantenerse a flote.
La agroecología emerge como una solución prometedora y transformadora, capaz de abordar múltiples problemas simultáneamente: reducir la contaminación, el consumo de agua, la desigualdad social y la pérdida de biodiversidad, y al mismo tiempo, disminuir la dependencia de las macroindustrias que explotan el sistema actual. Sin embargo, este cambio enfrenta una feroz resistencia por parte de las multinacionales que dominan el sector.
En este momento crucial, la presión social y la concienciación son esenciales para abogar por un sistema alimentario más sostenible y justo, antes de que nos veamos atrapados en la cercana disyuntiva entre alimentarnos y destruir nuestro propio hogar, la Tierra.
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