Desde que somos pequeños nos insisten en que si estudiamos, si sacamos buenas notas, nos esforzamos y conseguimos uno o varios títulos académicos nos irá bien en la vida, pero… ¿Funciona la meritocracia?
En un vídeo de Spanish Revolution se han analizado los datos que vertebran el ascensor social y se cuestiona el funcionamiento de este.
En el vídeo se utiliza a Carlos Gil Hernández, que ha ganado el premio a mejor tesis doctoral otorgado por el consorcio europeo de investigaciones sociológicas y que ha demostrado la falsa igualdad de oportunidades en la sociedad.
“Como si fuera una carrera de caballos, las personas no salen desde el mismo casillero al mismo tiempo. Los hijos de familias adineradas salen con unos cuantos metros de ventaja, incluso antes de nacer”, se expone. En España, por ejemplo, el 58’3% de los ricos, lo son por herencia.
La tesis de Hernández se plantea una pregunta “¿cómo las familias de estatus socioeconómico alto evitan que sus hijos desciendan en la escalera social, aunque tengan una habilidad académica baja?”.
Si realmente la meritocracia funcionara, y los resultados académicos, las habilidades y el esfuerzo fueran tan importantes, ¿por qué los estudiantes de clases altas pero que rinden peor o se esfuerzan menos no acaban tan mal como los de clase baja?
Para empezar las familias de clases altas tienen más recursos económicos para invertir en la educación de sus hijos. A veces un niño ha tenido oportunidades de ir a clases de música, a una academia de idiomas o tener un tutor particular, por el dinero de su familia. Y eso no es precisamente un mérito individual, como muchas veces se acaba haciendo creer.
Además, los niños y niñas de clases aventajadas que suspenden, tienen muchísimas más oportunidades para sacar adelante sus estudios. Si suspendes matemáticas, te ponen un profe particular, o incluso te cambian a un colegio privado donde los exámenes son menos exigentes. Un niño pobre que suspende, es más probable que solo dependa de sí mismo para sacar adelante la asignatura, sin ningún tipo de ayuda extra.
Una de las conclusiones más sorprendentes del estudio de Hernández, es que los profesores tienden a poner mejores notas a alumnos de clases altas, que a alumnos que sacan las mismas notas en un examen estandarizado como el PISA y se esfuerzan lo mismo en clase, pero tienen menos recursos económicos.
Es obvio que en una meritocracia que funcionara realmente, los hijos de clases altas que no valen según estos estándares, deberían bajar en la pirámide social, pero eso es algo que nunca pasa, asegura el investigador.
Por otro lado, una excesiva cultura de la meritocracia, donde los resultados académicos se centran tan solo en el supuesto esfuerzo que realiza cada individuo, sin tener en cuenta el ambiente socioeconómico y familiar, es una trampa.
En cambio alguien con dificultades académicas pero de una familia rica, seguramente tendrá muchísimas más oportunidades de mantenerse en el sistema educativo, aunque tarde más años, hasta conseguir el título académico.
El mito del éxito
En los últimos tiempos se ha puesto de manifiesto la exacerbación y ensalzamiento de la figura de «persona hecha a sí misma» como referencia a aquel emprendedor de éxito.
Sin embargo, la realidad no suele ser tan simple. «No todos caen al mismo sitio, ni ni todo el mundo está igual de descompuesto después de haber caído», comenzaba a esbozar Alan Barroso la desigualdad social.
«Si abro un un bar, por ejemplo y mi bar quiebra, probablemente, me vaya a tomar por culo, porque tenga la hipoteca, no la puedo pagar. Igual me tengo que ir de mi piso también, porque no lo puedo pagar y me tengo que volver a casa de mis padres a vivir, por ejemplo», continuaba.
«Sin embargo, si mi colega, que sus padres son ricos, hace exactamente lo mismo y quiebra pues se va a volver a su piso y se lo va a seguir pagando sus padres y al día siguiente lo volverá a intentar con otro negocio y si este no le funciona… Probar a otro negocio y si eso no funciona, probar a otro y sino otro, otro, otro otro, hasta que ‘PING’ de la clave», refleja.
La gente entonces tomará este discurso manido de «es que el tío cayo, se arruinó un montón de veces, pero es que quien persevera vence y entonces este tío míralo, míralo. Qué bien. Triunfó».
Pero esto no es así, dice Barroso. Hay gente que no se puede permitir fallar tantas veces. “Esto es como como si estás en la feria y compite uno contra otro con la diferencia es que una tiene una escopeta de puta madre, súper bien alineada, con un montón de balines y otros solamente tiene una escopeta de feria de hace 50 años, destrozada, averiada, que dispara hacia a saber dónde», ejemplifica.
«Por supuesto que el tío, si tiene mucha capacidad, o si tiene suerte, incluso puede dar en la diana, pero es más probable que no de cuando sus disparos se le acaban. En cambio, el otro tiene 50 disparos más disponibles. La cuestión es que no todo el mundo tiene tantas oportunidades y eso es, una vez más, una cuestión material», concluye de forma taxativa.
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