Las administraciones públicas españolas han adoptado un firme compromiso por cambiar el enfoque de la gestión de las aguas pluviales en las ciudades. Fruto de ello es el creciente auge que están adquiriendo los denominados sistemas de drenaje urbano sostenible (SUDS, por sus siglas en inglés). Cada vez es más frecuente observar en las ciudades estas infraestructuras: jardines de lluvia, zanjas drenantes, pavimentos porosos y celdas de infiltración enterradas. Pero, ¿estamos diseñándolas bien?
Para ordenar la implantación de estos sistemas, las administraciones han elaborado normas que guían todo el proceso de cálculo, construcción y mantenimiento. Con este marco normativo y la inexcusable necesidad de gestionar de forma sostenible y eficiente un recurso escaso como es el agua, conviene hacer un análisis crítico respecto de las líneas que nos hemos trazado para manejar estos sistemas de drenaje.
Proteger a los ciudadanos de la lluvia
La gestión tradicional de las aguas pluviales en las ciudades se ha basado en proteger a usuarios e infraestructuras ante lluvias extremas. Bajo esa concepción, las aguas de escorrentía se interceptan lo antes posible y se dirigen a tuberías que las conducen hasta los cauces previo paso por sistemas que tratan las aguas residuales antes de su vertido.
En los últimos tiempos este ciclo se ha ampliado en algunos lugares. Desde las plantas de tratamiento se han almacenado e impulsado para alimentar redes de riego con agua regenerada, devolviéndolas para su uso en los lugares en los que se han generado.
Como contraposición al modelo anterior, la concepción original de los sistemas de drenaje urbano sostenible perseguía gestionar localmente las aguas de escorrentía en el entorno de su generación. Para ello, trataba de imitar las condiciones originales de las cuencas.
En España las normas vigentes en la actualidad persiguen un objetivo más acotado.
A nivel nacional, el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico incluye entre sus objetivos de índole puramente hidrológico el “captar el agua pluvial en origen, es decir, lo más cerca posible de donde precipita: mediante el uso de materiales filtrantes”. También “reducir la escorrentía pluvial urbana, que es el agua de lluvia no absorbida por el terreno”.
La Guía Básica de Diseño de Sistemas de Gestión Sostenible de Aguas Pluviales en Zonas Verdes y otros Espacios Libres del Ayuntamiento de Madrid directamente establece lo siguiente:
“El objetivo principal del sistema sostenible de aguas pluviales es detener temporalmente la escorrentía generada en origen para laminar el caudal pico”.
Un cambio de paradigma hacia la mayor sostenibilidad
No cabe ninguna duda de que retener el caudal punta de las tormentas que exceden un determinado umbral es un objetivo relevante, especialmente en vistas de la previsible evolución de las lluvias en alguno de los escenarios de cambio climático. Sin embargo, estamos obligados a preguntarnos si las estructuras que actualmente incluimos dentro de la categoría de sistemas de drenaje urbano sostenible son los elementos adecuados para conseguir laminar grandes avenidas.
En primer lugar, concebir estos sistemas como un elemento cuya función principal es laminar tormentas es continuista con el tradicional criterio garantista de protección de infraestructuras ante eventos. Este enfoque no supone ningún cambio de paradigma y guarda poca relación con el cambio hacia una gestión local que incida en una mayor sostenibilidad.
Por otra parte, ya existen infraestructuras capaces de laminar avenidas de forma más eficiente que zanjas de infiltración o pavimentos con, supuesta, elevada capacidad de infiltración de lluvias. Sirvan como ejemplo de infraestructuras capaces de laminar lluvias extremas los tanques de tormentas.
Por otro lado, los volúmenes a laminar que nos imponen los métodos estadísticos de cálculo actuales son muy elevados y requerirían de superficies enormes de este tipo de sistemas como para generar un efecto relevante sobre la laminación de tormentas.
Pero la capacidad de laminar de los sistemas de drenaje está directamente relacionada con la capacidad que estos elementos tienen de infiltrar el agua de lluvia al terreno. Su aptitud para infiltrar constituye sin duda otro de los puntos a cuestionarse. La infiltración del agua de lluvia al terreno es un fenómeno extremadamente complejo de modelizar de forma rigurosa desde un punto de vista físico y cuya realidad dista mucho de los supuestos bajo los que se están diseñando en la actualidad.
Los usos del suelo en las ciudades son altamente impermeables por la propia naturaleza de los acabados superficiales y porque las capas de terreno subyacentes están tratadas para evitar la infiltración y el movimiento del agua en el suelo. No olvidemos que el agua en las capas inferiores del terreno es muy perjudicial para muchas de las infraestructuras que conforman las ciudades.
¿Para qué sirve el agua de lluvia en una ciudad?
Más allá de la inconveniencia de infiltrar el agua de lluvia en las ciudades y de la dudosa capacidad de los sistemas de drenaje urbano sostenibles, tal y como están concebidos en la actualidad para infiltrar tormentas de siquiera una magnitud moderada, ¿qué fin tendría infiltrar el agua de lluvia en una ciudad?
¿Queremos recargar los acuíferos infiltrando en las ciudades? Parece poco probable, incluso poco recomendable.
¿Queremos facilitar la acumulación de agua en el suelo para reducir las demandas de riego de zonas verdes aledañas? Tendría sentido, aunque para ello deberíamos considerar todos los procesos que componen el sistema hidrológico en su conjunto y superar el enfoque basado en lluvias extremas y caudal punta.
En un plano paralelo al técnico existen cuestiones relacionadas con el ámbito social y económico. El agua de escorrentía, gestionada localmente, constituye un recurso con valor económico y ambiental en tanto que su uso puede reducir el consumo de agua para riego o que su no gestión local impone costes derivados de la ejecución y mantenimiento de infraestructuras de gestión de aguas pluviales.
La correcta provisión de sistemas de drenaje urbano sostenible en las ciudades no puede obviar la dimensión económica del asunto y limitarse a proponer una serie de criterios estrictamente hidrológicos para su diseño.
Sostenibilidad y eficiencia evitando los simplismos
La gestión de las aguas de escorrentía en las ciudades debe basarse sin duda en criterios de sostenibilidad y eficiencia, especialmente en el contexto actual y a la vista de la previsible evolución en los próximos años.
Sin embargo, centrar su función en la simple laminación de tormentas es una concepción simplista y que no ayudará a conseguir una gestión hidrológica sostenible y eficiente en las ciudades.
Es más pertinente pensar en los sistemas de drenaje urbano sostenible como herramientas integradas en los procesos hidrológicos en un sentido más amplio que la simple retención de avenidas y enfocados a favorecer la gestión local de los recursos imitando las condiciones originales de las cuencas.
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