La formación liderada por Santiago Abascal podría haber infringido la Ley de financiación de partidos políticos al recibir un préstamo de un banco controlado por el Estado húngaro.
La Ley sobre financiación de los partidos políticos en España, concretamente en su Artículo 7, establece con claridad que “los partidos no podrán aceptar ninguna forma de financiación por parte de Gobiernos y organismos, entidades o empresas públicas extranjeras o de empresas relacionadas directa o indirectamente con los mismos”. Esto significa que cualquier partido que se financie a través de un banco controlado por un Estado extranjero, como es el caso del banco Magyar Bankholding y el gobierno de Hungría, podría estar incumpliendo la ley.
La legislación española prohíbe cualquier vínculo financiero con Gobiernos extranjeros, y las conexiones de este banco con el gobierno de Viktor Orbán no son ninguna novedad. Magyar Bankholding, el segundo mayor banco de Hungría, tiene como principal accionista al Estado húngaro, que controla más del 30% de la entidad a través de Corvinus International Investment, un fondo estatal. Este mismo fondo ha sido utilizado en otras ocasiones por el gobierno de Orbán para adquisiciones estratégicas en otros países, como en la frustrada compra del aeropuerto de Budapest.
Entonces, ¿cómo justifica Vox la recepción de un crédito de un banco con participación estatal húngara? Según el partido, el préstamo era absolutamente legal y fue debidamente comunicado al Tribunal de Cuentas. Sin embargo, la cuestión aquí no se reduce a la simple devolución del dinero o la transparencia en la comunicación. La clave está en la naturaleza de la entidad financiera que otorgó el préstamo y sus vínculos con un gobierno extranjero.
EL ESTADO HÚNGARO DETRÁS DE MAGYAR BANKHOLDING
La estructura de propiedad del Magyar Bankholding revela una relación directa con el Estado húngaro. Corvinus International Investment, el fondo estatal que posee más del 30% del capital de este banco, es utilizado por el gobierno de Orbán para ejecutar su agenda económica y política en el extranjero. Orbán ha impulsado la creación de un banco nacional fuerte con capacidad de influencia fuera de Hungría, un movimiento que ha despertado sospechas entre analistas y gobiernos europeos.
El hecho de que el gobierno de Hungría esté detrás de esta entidad no es una simple coincidencia. El Financial Times ya ha señalado cómo Orbán ha consolidado el sector financiero húngaro para poder influir en el exterior. Las declaraciones de fuentes del gobierno húngaro, según las cuales el Estado no ejerce influencia política en el funcionamiento diario del banco, resultan difíciles de creer cuando observamos cómo este fondo estatal ha sido utilizado para adquisiciones estratégicas, incluso en otros sectores como el ferroviario.
Un ejemplo claro de este tipo de movimientos es la oferta de compra lanzada por Magyar Vagon, otro grupo controlado por Corvinus, sobre la empresa española Talgo. Aunque la operación fue finalmente vetada por el Gobierno español por razones de seguridad nacional, queda claro que Corvinus no es una simple entidad financiera, sino una herramienta al servicio del Estado húngaro.
EL SILENCIO PELIGROSO DE VOX
Vox insiste en la legalidad del préstamo, pero la ley es muy explícita: los partidos no pueden financiarse con dinero proveniente de gobiernos extranjeros. El hecho de que el banco Magyar Bankholding esté controlado en parte por el Estado húngaro, un régimen conocido por su deriva autoritaria, debería preocupar tanto a las instituciones españolas como a la ciudadanía.
¿Es este el tipo de política que queremos para España? ¿De verdad podemos permitir que un partido con aspiraciones de gobernar el país dependa de los préstamos de un régimen que atenta contra los derechos fundamentales y socava la democracia en Europa? La respuesta debería ser rotundamente negativa.
La conexión de Vox con este banco húngaro no es un simple accidente financiero. Es un síntoma de una estrategia que busca alianzas con gobiernos que representan una amenaza directa a los valores democráticos europeos. Orbán no es solo un líder ultraderechista, es el arquitecto de una Hungría que cada vez se parece menos a una democracia y más a una autocracia. Y ahora, su influencia podría estar penetrando en la política española a través de las cuentas bancarias de Vox.
¿HASTA CUÁNDO TOLERARÁ ESPAÑA ESTA SITUACIÓN?
El debate no debería centrarse únicamente en la legalidad del préstamo. La cuestión clave es si un partido político en España debe estar atado a un gobierno extranjero de carácter autoritario. El dinero puede ser devuelto, pero los lazos que se crean a través de este tipo de operaciones son mucho más difíciles de romper.
Mientras los y las ciudadanas de este país luchan por defender sus derechos y por mantener un sistema democrático sólido, partidos como Vox parecen estar más interesados en construir alianzas con regímenes que socavan esos mismos principios. No es solo una cuestión de financiación, es una cuestión de lealtades. Y las lealtades que se compran con dinero extranjero nunca son lealtades que sirvan al interés general.
La Ley de financiación de partidos está diseñada para proteger la soberanía y la independencia de nuestras instituciones democráticas. Permitir que un partido se financie a través de un banco controlado por un Estado extranjero es, en última instancia, un ataque directo a esa soberanía.
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