La Iglesia Católica ha vuelto a generar indignación y repudio al equiparar la homosexualidad y la bisexualidad con actos deplorables como la violación y el canibalismo en un acto de renovación carismática católica en la iglesia de Nuestra Señora de la Luz, en Guía de Isora, Tenerife. Este vergonzoso episodio es una muestra más de la discriminación arraigada en algunas esferas religiosas y la persistente intolerancia que enfrenta el colectivo LGTBI en todo el mundo.
Tal y como cuenta El Día, el párroco de esta iglesia no solo ha mostrado una total falta de empatía y comprensión hacia las personas LGBTQ+, sino que ha promovido un discurso de odio que va en contra de los valores fundamentales de igualdad y respeto. En pleno siglo XXI, cuando la sociedad avanza hacia una mayor inclusión y aceptación, la Iglesia Católica sigue anclada en actitudes discriminatorias y retrógradas que son inaceptables.
Es aún más alarmante que estas palabras se pronuncien en un lugar de culto, un espacio que debería ser un refugio de amor y compasión para todos los creyentes. En lugar de predicar el amor al prójimo y la aceptación de las diferencias, este párroco ha perpetuado un mensaje de odio y exclusión, lo que pone en duda la sinceridad de las enseñanzas religiosas.
La coordinadora nacional de IUC, Luisa Tamayo, consideró en un comunicado que este tipo de “actos de renuncia” son susceptibles de un delito de odio contra el colectivo LGTBI y apela a las autoridades eclesiásticas y civiles para que investiguen estos hechos y tomen “las medidas necesarias”.
Señala que en dicho acto de renuncia, el párroco realiza una serie de preguntas dirigidas a los feligreses, instándolos a renunciar a “toda lujuria, aborto, adulterio, homosexualidad, bisexualidad, incesto, violación, pornografía, bestialismo, promiscuidad y prostitución”.
“Es inaceptable que en pleno siglo XXI se sigan promoviendo actitudes que fomentan la discriminación y el odio hacia el colectivo LGBTI. Estos actos no solo son contrarios a los valores de igualdad y respeto, sino que también contradicen las enseñanzas de amor y aceptación que deberían prevalecer en cualquier comunidad religiosa”, indica Tamayo.
La Iglesia Católica debe enfrentar este vergonzoso episodio con determinación y tomar medidas concretas para asegurar que estos actos discriminatorios no se repitan. Es hora de que las autoridades eclesiásticas tomen medidas drásticas, incluyendo la sanción y la educación sobre la igualdad y la diversidad.
La Iglesia debe entender que su influencia en la sociedad es significativa y que sus palabras y acciones tienen un impacto profundo en la vida de las personas. Promover la discriminación y el odio solo perpetúa la exclusión y el sufrimiento de las personas LGBTQ+ y va en contra del mensaje de amor y compasión que, en teoría, debería predicar la religión.
Este lamentable episodio es un recordatorio de que la lucha contra la discriminación y el odio debe continuar en todos los niveles, incluyendo las instituciones religiosas. Es hora de que la Iglesia Católica deje atrás su historia de intolerancia y adopte una postura de inclusión y respeto hacia todas las personas, sin importar su orientación sexual. La diversidad es una riqueza que enriquece a la humanidad, y es hora de que la Iglesia reconozca y celebre esta diversidad en lugar de denigrarla con discursos odiosos y retrógrados.
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