Cuando el silencio institucional se convierte en censura encubierta
LA OPERACIÓN POLÍTICA PARA DESMANTELAR LA MEMORIA
L’Armari de la Memòria nació para custodiar algo que este país siempre ha tratado de esconder: la historia de las disidencias sexogenéricas, la memoria de las y los que lucharon contra la represión franquista, la persecución policial y la marginación social. Desde 2021, su labor archivística ha permitido recuperar miles de documentos, testimonios y trazos de un pasado que incomoda a quienes hoy necesitan reescribirlo. Y ahora ese archivo público, sostenido por la Generalitat Valenciana, está a punto de desaparecer por una decisión política que no se atreve a decir su nombre.
El calendario marca finales de noviembre, la fecha límite para renovar el concierto público que permite que este centro siga funcionando. Una decisión administrativa que, en un contexto democrático, debería ser técnica y transparente. Pero este año todo apunta a otra cosa. El gobierno del PP, pendiente del pacto definitivo con Vox, ha optado por el silencio como arma política. Ni confirma ni desmiente, ni autoriza ni veta. Simplemente deja que el reloj avance. Y todo indica que dejará morir el proyecto por inacción calculada.
Es la misma fórmula que ya utilizaron en el pacto presupuestario de marzo. Aquel en el que Mazón cedió a la agenda ultra para comprar tiempo. Aquel en el que asumió que gobernar con Vox implica asumir su obsesión: desmantelar políticas de igualdad, expulsar del espacio público cualquier memoria de las luchas LGTBIQ+, borrar los rastros de quienes resistieron.
Los responsables de L’Armari de la Memòria, un equipo de siete personas y más de 40.000 documentos, lo explican sin matices. “Nos encontramos con el silencio. Ni un sí ni un no. Solo silencio.” Un silencio que, según denuncian, parece diseñado para que el concierto simplemente expire.
UN MODO DE OPERAR CALCULADO Y SISTEMÁTICO
Cuando el PP recuperó la Generalitat en 2023 gracias al apoyo de Vox, el mensaje era claro: la diversidad sería tolerada únicamente en un escaparate domesticado. No como un derecho, sino como un decorado. Y el caso de L’Armari de la Memòria es el ejemplo perfecto.
En junio de 2024, el archivo se instaló en la alquería Casa Clemència, rebautizada como “Casa de la Diversidad”. Un nombre que suena inclusivo, pero que ha servido para lo contrario. Las instalaciones están saturadas con actividades ajenas al archivo y la mayor parte de los días el espacio está “ocupado”, aun cuando en realidad no se celebra nada. El resultado: L’Armari de la Memòria funciona a medio gas, con interrupciones constantes y sin posibilidad de desarrollar sus proyectos.
Lo mismo ocurre con sus iniciativas pendientes. Tres proyectos culturales previstos para 2024 fueron boicoteados mediante retrasos, trabas administrativas y la negación tácita de recursos. El caso más visible fue la exposición dedicada a Rampova (1957-2021), pionera queer valenciana, anunciada para junio. La autorización llegó en septiembre. Demasiado tarde. La exposición murió antes de nacer.
Lo mismo sucede con el proyecto de libro sobre la represión LGTBIQ+ durante el franquismo y la transición. Investigaciones recientes se publican sin mencionar al archivo que, precisamente, fue creado para preservar esa memoria. El mensaje es evidente: si no pueden clausurarlo de golpe sin coste político, lo ahogan lentamente hasta que deje de existir.
MEMORIA EN PELIGRO EN UNA GENERALITAT QUE CALLA
La Dirección General de Diversidad, en manos de Stéphane Soriano, exconcejal del PP y protagonista este año de una ceremonia nupcial consigo mismo, ha respondido a las preguntas de la prensa con un silencio aún más elocuente. No hay explicaciones sobre los retrasos, sobre las trabas, sobre la no renovación del concierto ni sobre la continuidad del proyecto.
Es un patrón conocido. PP y Vox devuelven al armario cualquier memoria colectiva que no encaje en su guion. Lo hacen con la memoria democrática, con la memoria antifranquista, con la memoria feminista y, ahora, con la memoria LGTBIQ+. Su objetivo es claro: despolitizar lo que es político, privatizar lo que es público y convertir en anecdótico lo que forma parte del derecho ciudadano a saber.
Y, mientras tanto, en el País Valencià gobiernan fuerzas que cuestionan incluso la existencia de la violencia machista, que diferencian el acceso a la sanidad según origen, que convierten la diversidad en folclore controlado y que hoy amenazan con destruir un archivo que custodia la memoria de quienes nunca tuvieron un espacio seguro.
El Armari de la Memòria guarda historias que este país todavía no ha reparado. Y eso es precisamente lo que este pacto quiere evitar: que la verdad siga teniendo archivo, nombre y rostro.
Porque, al final, la pregunta no es si la Generalitat dejará morir L’Armari de la Memòria.
La pregunta es cuántas memorias más piensa enterrar mientras mira hacia otro lado.
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