La violencia machista no se combate con excusas, se combate con verdad.
EL RELATO OFICIAL QUE QUIERE SUAVIZAR 50 PUÑALADAS
Hay declaraciones que no revelan ignorancia sino algo peor: un desprecio estructural hacia las mujeres y una complicidad política con quienes niegan la violencia machista. Lo que ha dicho el alcalde del PP de Alpedrete, Juan Rodríguez, sobre el asesinato de una mujer de 60 años apuñalada decenas de veces por su marido, no es un desliz. Es un síntoma. Un síntoma de hasta dónde llega el deterioro ético de los representantes públicos que gobiernan con la ultraderecha.
🚨Esto es indecente👇🏻
— Nenedenadie (@nenedenadie) November 17, 2025
⭕️ Una mujer acuchillada hasta morir.
Y el alcalde de Alpedrete, del @ppopular, diciendo que su asesino “la quería”, que “sucumbió a la presión”, que “no fue por odio”.
Cincuenta puñaladas. Cincuenta.
👉🏻Nombrar así un feminicidio es negar a la víctima, a… pic.twitter.com/eJYlCJWkEp
El alcalde, que gobierna en coalición con Vox, acudió a Telemadrid para explicar el crimen. Y lo que ofreció no fue información. Fue una coartada. Según él, el asesino “quería mucho a su mujer”, “sucumbió a la presión” de una enfermedad psicológica y “no soportó” la falta de respuesta administrativa a su solicitud de incapacidad. Concluyó que no veía “violencia de género”, sino un acto “incomprensible” motivado por la desesperación.
En otras palabras, un hombre que apuñala 50 veces a su pareja habría actuado por amor. Ese fue el mensaje.
Rodríguez insistió en que los detalles confirmados por la autopsia eran “un mero relato que no le viene bien a nadie”. A nadie. Como si nombrar lo ocurrido fuese un inconveniente político y no una obligación democrática. Como si la crudeza del crimen fuese materia inflamable que pudiera perjudicar, no a la víctima, sino a quienes gestionan el Ayuntamiento.
Una mujer muerta es dolor. 50 puñaladas son violencia. Pero para el alcalde son un relato incómodo.
Las y los profesionales sanitarios del Summa 112 encontraron a la pareja fallecida con signos evidentes de violencia. La Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género confirmó el asesinato. Pero el alcalde prefirió dar voz a otra teoría: la del varón como víctima del sistema, como hombre abrumado, como figura trágica empujada a actuar.
Lo que escuchamos de su boca fue un intento de desplazar el eje del crimen: del horror machista a la comprensión paternalista del agresor.
El negacionismo siempre empieza así: con la voluntad de explicar al asesino antes que reconocer a la asesinada.
Ante la indignación social, Rodríguez publicó un vídeo donde habla de “malinterpretaciones” y proclama su rechazo a la violencia “de cualquier tipo”. El clásico refugio retórico de quienes se niegan a decir violencia machista porque esa palabra les atraviesa. Porque esa palabra compromete. Porque esa palabra les sitúa frente al espejo de sus propias alianzas políticas.
Y mientras tanto, la ministra de Igualdad, Ana Redondo, exige su dimisión. Porque no se puede gobernar una ciudad cuando se es incapaz de nombrar la violencia que mata a las vecinas y vecinos que se supone que se deben proteger.
LAS CONSECUENCIAS POLÍTICAS DE UN DISCURSO PELIGROSO
No es casualidad que el alcalde gobierne con Vox. No es casualidad que el discurso encaje con la narrativa que niega la naturaleza estructural de la violencia machista. No es casualidad que reduzca un crimen brutal a una “presión psicológica”. Todo está alineado. Todo forma parte de una tendencia creciente en las derechas europeas: desarmar el lenguaje para desarmar las políticas públicas.
Cuando un alcalde dice que 50 puñaladas no son violencia machista, está diciendo algo más grande: que las mujeres y los hombres que viven bajo su gobierno no pueden esperar protección institucional real. Que las enfermeras y enfermeros, las y los trabajadores sociales, las policías locales y las y los jueces que actúan desde los protocolos de violencia de género harán su trabajo, pero el poder político estará mirando hacia otro lado.
Es un mensaje devastador para las mujeres que ya viven con miedo. Y un mensaje tranquilizador para quienes ejercen ese miedo.
La teoría del alcalde es peligrosa porque no niega solo un hecho: pretende sustituirlo. Reemplaza la violencia con una narrativa emocional centrada en el agresor. Reemplaza la responsabilidad con la compasión mal dirigida. Reemplaza la política con la excusa.
Ningún estudio serio ha asociado jamás la enfermedad psicológica con la violencia machista como causalidad directa. Las investigaciones del Ministerio de Igualdad, la Delegación del Gobierno y el Consejo General del Poder Judicial llevan años demostrando que la violencia machista responde a patrones estructurales, no a episodios aislados de colapso emocional.
Pero aquí estamos, en 2025, escuchando a un alcalde afirmando que un hombre que apuñala sin descanso es una víctima del sistema. Y lo hace desde un Ayuntamiento. Con una institución detrás. Con el respaldo silencioso del PP nacional, que ha preferido esquivar el asunto con frases tan vacías que podrían aplicarse a cualquier cosa desde un hurto hasta un genocidio.
No estamos ante un error de comunicación. Estamos ante un marco ideológico. Un marco que trata de presentar el machismo como excepción, a los asesinatos como accidentes y a los agresores como hombres superados por las circunstancias.
Ese marco tiene consecuencias: debilita las políticas públicas, desincentiva la denuncia, normaliza la sospecha contra las víctimas e invita a la sociedad a mirar hacia otro lado.
Al final, lo que esta historia deja es una verdad incómoda: cuando el poder político blanquea la violencia machista, la violencia gana terreno.
Y mientras el alcalde se lamenta por haber sido malinterpretado, una mujer sigue muerta. Una mujer que no puede grabar vídeos aclaratorios. Una mujer a la que ya nadie escuchará.
La violencia no se malinterpreta. Se nombra. Y se combate.
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