Drones y explosiones contra la Flotilla Sumud: Israel intensifica la intimidación en el Mediterráneo
La intimidación con drones y explosiones busca frenar a más de 500 civiles que desafían el genocidio
Apenas faltan días para que la Flotilla Sumud Global alcance Gaza y el régimen israelí ya ha desatado su maquinaria de intimidación. En la madrugada del 24 de septiembre de 2025, desde el barco Spectre se registró una bomba de sonido aturdidora a las 00:40 CEST. Minutos después, un dron militar descendió hasta el mástil, iluminó la cubierta y volvió a ascender hacia la izquierda. No eran maniobras aisladas: enjambres de drones pesados, explosiones en la lejanía e interferencias en las comunicaciones forman parte de una campaña de hostigamiento cuidadosamente diseñada.
Más de 500 voluntarias y voluntarios de 40 países participan en esta flotilla. Médicas y médicos, periodistas, sindicalistas, activistas de derechos humanos. Ninguno porta armas. Su misión es romper el asedio ilegal a Gaza y entregar alimentos y medicinas en una de las zonas más castigadas por el hambre y la destrucción. Sin embargo, Israel insiste en tratarlos como si fueran un enemigo militar.
La propia Flotilla lo ha denunciado en un comunicado: “Estamos presenciando estas operaciones psicológicas de primera mano, pero no nos dejaremos intimidar. Cada intento de amedrentarnos solo refuerza nuestro compromiso. No nos callarán. Seguiremos navegando”.
EL GENOCIDIO QUE SE QUIERE OCULTAR
Desde octubre de 2023, Gaza ha sido sometida a un asedio total: cortes de electricidad, agua, combustible, alimentos y medicinas. Más de 42.000 personas han muerto, en su mayoría mujeres, niñas y niños, según cifras de Naciones Unidas. La hambruna, reconocida ya por la FAO y la OMS, se ha convertido en un arma de guerra. Israel y sus aliados intentan impedir que cualquier ayuda externa rompa el cerco.
El hostigamiento a la Flotilla Sumud Global no es un hecho aislado. En 2010, la Masacre del Mavi Marmara dejó nueve activistas muertos cuando comandos israelíes abordaron un barco en aguas internacionales. El patrón se repite: intimidación, criminalización, violencia contra quienes denuncian la barbarie.
Hoy, drones, explosiones y bloqueos de señal reemplazan a las balas, pero el objetivo es idéntico: atemorizar, dividir, quebrar la voluntad de quienes ponen el cuerpo frente a la impunidad.
La operación revela además la complicidad de gobiernos europeos y de Estados Unidos, que permiten que Israel actúe como pirata con bandera blanca de la OTAN. La pasividad internacional ante estos ataques contra civiles demuestra que la legalidad internacional solo sirve cuando conviene a los intereses de las potencias.
El hambre en Gaza es un crimen planificado y prolongado. Cada dron que sobrevuela la Flotilla, cada explosión en la oscuridad del Mediterráneo, es un recordatorio de que el Estado israelí no teme mostrar su rostro más brutal. Lo hace convencido de que la impunidad le seguirá protegiendo.
Pero la Flotilla responde con dignidad: “No nos callarán. Seguiremos navegando”. Y ese eco atraviesa las aguas mucho más fuerte que el zumbido de los drones.
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