La Unión Europea y Colombia firmaron en 2012 un acuerdo comercial. En este acuerdo, la UE acompaña el pilar comercial con el diálogo político y la cooperación al desarrollo. En este caso, ha servido para afianzar el proceso de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC que dio comienzo en septiembre de 2012.
Más de diez años después de la firma del acuerdo, nos preguntamos: ¿Están siendo coherentes las medidas en materia comercial con el apoyo europeo a la construcción de la paz?
¿En que consiste el acuerdo?
En materia comercial, se buscaba el establecimiento de unas condiciones estables y previsibles para el comercio y las inversiones entre la UE y Colombia y la mejora de la competitividad de sus empresas en los mercados regionales. Para ello, se acordaron un conjunto amplio de medidas:
Una progresiva liberalización arancelaria para las mercancías.
El desarrollo de una normativa sobre barreras no arancelarias y derechos de propiedad intelectual.
El impulso de la liberalización del sector servicios, la contratación pública y las inversiones extranjeras.
El acuerdo incorporó también elementos políticos y de cooperación. El instrumento más importante es la cláusula democrática y de derechos humanos. Esta cláusula prevé la posibilidad de que el acuerdo sea suspendido de forma inmediata y unilateral si se producen graves violaciones de los derechos humanos y las libertades ciudadanas.
Evolución de las relaciones comerciales
Antes de la firma del acuerdo, muchas de las exportaciones de Colombia a la UE ya se beneficiaban de no tener aranceles, gracias al Sistema Generalizado de Preferencias Plus (SGP+). Las exportaciones colombianas que no se beneficiaban del SGP+ han conseguido unas condiciones más favorables. Es el caso de sus principales productos agroalimentarios.
Por otro lado, los productos europeos que entraban a Colombia sí pagaban los aranceles establecidos en el marco de la Organización Mundial del Comercio. Por lo tanto, el acuerdo ha supuesto una importante mejora para los exportadores europeos.
La importancia relativa de las relaciones comerciales entre la UE y Colombia es muy diferente para cada parte. Para Colombia, la UE es un socio destacado. El 12,1 % de las exportaciones colombianas van a la UE y el 12,9 % de las importaciones proceden de dicha región. De hecho, es el tercer socio comercial, tras Estados Unidos y China.
Por el contrario, el comercio de la UE con Colombia es mucho más reducido. Según datos de Eurostat, apenas alcanzó entre un 0,2 y un 0,4 % del comercio extracomunitario en el periodo 2002-2020.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de Eurostat.
Antes de 2012 las ventas de mercancías de Colombia a la UE superaban a las compras. Es decir, había superávit comercial favorable para Colombia. A partir de 2015, la situación cambia y la UE tiene un superávit comercial creciente. Por tanto, este acuerdo parece haber favorecido más a la UE, al menos si solo se miran los datos comerciales a nivel agregado.
Diversificación productiva, con matices
La UE exporta principalmente productos manufacturados: productos químicos y productos relacionados, maquinaria y material de transporte y otros bienes manufacturados, que se están beneficiando de la eliminación gradual de aranceles establecida en el acuerdo.
Por el contrario, las exportaciones colombianas son esencialmente de productos primarios: alimentos, bebidas y tabaco, materias primas y combustibles minerales, lubricantes y materiales relacionados. Pese al avance en la liberalización comercial, las pocas restricciones al libre comercio que aún existen afectan a estos productos.
Pese a ello, las exportaciones de algunos productos agropecuarios colombianos (hortalizas, frutas y frutos secos) han sido de las que más han crecido, lo que ha permitido diversificar las exportaciones. Sin embargo, la especialización productiva-exportadora colombiana sigue basada en el sector primario, con escaso valor añadido. Además, también hay efectos negativos, particularmente para los pequeños productores colombianos de sectores como el lácteo.
¿Por qué es importante el sector agrícola? Las poblaciones rurales han sido las más castigadas durante décadas de conflicto. Las comunidades campesinas han venido reivindicando alternativas económicas viables, que les permitan una vida digna sin necesidad de dedicarse al cultivo de coca. Y es que los tradicionales mecanismos coercitivos de eliminación de cultivos se han mostrado insuficientes, cuando no ineficaces.
Shutterstock / Manuel Fuentes Almanzar
Apoyo a la construcción de la paz
La UE ha dado un fuerte apoyo al proceso de paz colombiano y a la búsqueda de soluciones negociadas. Ha trabajado con la sociedad civil, especialmente en las zonas rurales, para abordar los factores estructurales generadores del conflicto (exclusión social, pobreza extrema y desigualdad). Es decir, busca contribuir a la reducción de las causas del conflicto, más que a la de sus síntomas. Esta posición le diferencia de la visión más securitaria de EE UU.
Ya antes de la firma del acuerdo comercial, la UE tenía instrumentos de apoyo al proceso de paz. Algunos de los más importantes:
Los laboratorios de paz.
El Programa de Desarrollo Regional, Paz y Estabilidad.
El Programa de Nuevos Territorios de Paz.
Tras la firma del Acuerdo de Paz, el apoyo se canaliza a través del Fondo Fiduciario. La UE pretende contribuir a la construcción de una paz estable y duradera en Colombia por medio de la promoción del desarrollo rural y la mejora de las condiciones de vida de la población campesina.
¿Hay coherencia entre los pilares del acuerdo?
Diferentes grupos de la sociedad civil colombiana, varios grupos del Parlamento Europeo y confederaciones de sindicatos se opusieron a la firma del acuerdo. Muchos fueron los argumentos, entre los que destacan:
Los peligros de la liberalización comercial para los grupos vulnerables.
Los desplazamientos forzados de la población indígena como consecuencia de la expansión de las industrias mineras y de agrocombustibles.
El impacto socioambiental.
El poco esclarecimiento sobre la relación del Estado colombiano con la violación de derechos humanos.
Asimismo, los dos informes de evaluación de impacto del acuerdo, elaborados desde la Comisión Europea, llamaron la atención sobre los conflictos sociales que se generarían por la expansión de la minería, la extracción de hidrocarburos y la explotación maderera.
En la mayoría de los casos, estas actividades se vinculaban a posibles actuaciones de grandes empresas transnacionales. Pese a todo, dichos informes se manifestaron a favor de la firma del acuerdo.
Una balanza descompensada
La liberalización del comercio de mercancías ha beneficiado más a los exportadores europeos que a los colombianos.
En términos sectoriales, se ha producido un incremento de las exportaciones agropecuarias colombianas aunque no se ha conseguido reducir la gran dependencia colombiana de las exportaciones de minería e hidrocarburos.
Mientras que se está favoreciendo un modelo de agricultura a gran escala, orientada a la exportación, la población campesina, mayoritariamente indígena, y muchos excombatientes tienen aún serios problemas de acceso a la tierra, cuentan con pequeñas superficies de cultivo y recursos escasos, y sufren desplazamientos forzosos cuando sus tierras de uso pasan a manos de grandes empresas.
A petición de las organizaciones de la sociedad civil colombiana, se creó un grupo consultivo interno en el que se debaten temas laborales y medioambientales. Algunas de sus principales preocupaciones son: la violación de los derechos humanos y laborales, la criminalización de la protesta social y el incumplimiento del Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales.
Hasta ahora, la cláusula democrática y de derechos humanos del acuerdo no ha sido ejercida nunca. Ni siquiera se ha esgrimido la amenaza de ejercerla.
La UE considera positivos los progresos realizados por Colombia en estos ámbitos. La aprobación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras de 2011, la oferta de protección oficial a personas amenazadas, y la formulación y puesta en marcha de un Plan Nacional de Acción en Derechos Humanos se consideran así importantes avances que han contado con el apoyo europeo.
En definitiva, hay luces y sombras en las relaciones entre la Unión Europea y Colombia que las hace cabalgar en un difícil equilibrio entre dos objetivos con frecuencia incompatibles: el interés comercial y la coherencia de políticas.
Este artículo es un resumen de la carta del GETEM número 41 (enero de 2023), “La política comercial europea con Colombia: ¿coherente con el apoyo a la construcción de la paz?”.
Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
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