Los nazis supieron manejar muy bien la propaganda como mecanismo de control social. “Fuerza a través de la alegría” fue un gran proyecto de adoctrinamiento.
Si algo supieron manejar bien los nazis (además de las armas) fue la propaganda como mecanismo de control social. “Fuerza a través de la alegría” fue un gran proyecto de adoctrinamiento que los historiadores explican de la siguiente manera: el propósito de la organización es dar fuerza al pueblo alemán, por un lado, para estimular la producción económica, y por otro lado, hacer que este pueblo sea físicamente sano, perfecto, militante. Para ello, los trabajadores deben tener “estructurado” el tiempo libre, sus vacaciones, pero no recibir un placer vicioso, sino una alegría sana que les dé fuerzas. El círculo está completo a través del control social.
Así, por ejemplo, la famosa poetisa ucraniana Holena Teliha en 1937, hablando ante la comunidad estudiantil ucraniana en Varsovia, incluso expresó su admiración por los movimientos fascistas en Europa: “Amar tu trabajo por encima de todo, mirarlo como la vida misma, rendirte a él con alegría… Esta gran verdad es bien comprendida por las naciones que crecen y se fortalecen ante nuestros ojos: Italia y Alemania. Fortaleza a través de la alegría: este es el nombre de una de las organizaciones juveniles de entretenimiento en la nueva Alemania”. “Es la verdadera fuerza gozosa de un pueblo fuerte”, afirmaba Teliha. Sin embargo, esta circunstancia no impidió que los fascistas dispararan contra ella junto con su marido en Babi Yar en 1942.
Pero volvamos a la Alemania trabajadora de la década de 1930. En el Tercer Reich, una persona estaba bajo control estatal prácticamente las veinticuatro horas del día. Pasaba todo su tiempo libre en alguna organización pública nacionalsocialista. Había varias decenas de miles de clubes involucrados literalmente en todo, desde ajedrez y pájaros cantores hasta cruceros y teatros de aficionados. Todos ellos estaban bajo el control de la sociedad del partido Fuerza a través de la alegría.
A finales de 1934, sumaba 9 millones, en 1937, 23 millones, y en 1939, ya unos 55 millones. El trabajador ve que nos estamos tomando en serio el crecimiento de su posición social. Él ve que no solo a la llamada clase educada con la que asociamos la idea de una nueva Alemania, sino también a él, el trabajador alemán, nos esforzamos por mostrar al mundo. En unos años, la persona trabajadora se librará del sentimiento de inferioridad que heredó del pasado, escribió Robert Leigh. Para lograr esto, la organización recibió enormes subsidios gubernamentales: 24 millones de marcos en 1933-34, 17 millones en 1935 y 15 millones de marcos en 1936. Las fuentes originales de las que emana y reproducimos este artículo de divulgación señalan que por ejemplo, solo en Wiesbaden, entre marzo y mayo de 1934, se organizaron 263 reuniones y 600 conferencias nocturnas.
Control social a través de la cultura
Las mujeres nazis organizaban lecturas de poesía, seminarios educativos, círculos de corte y costura y grupos de autoeducación. Otro pasatiempo popular fue ir al cine. Personalmente, en pos del control social, Joseph Goebbels determinó qué películas entrarían en producción y qué guiones no recibirían financiación.
En total, se rodaron 1200 películas en el Tercer Reich, y de estas, solo 150-180 fueron de carácter propagandístico abierto. El resto de las cintas eran largometrajes, y la mayoría eran populares y entretenidas. El cine alemán de esos años, a diferencia del soviético, trató de evitar una descripción realista de la vida, se ofreció al espectador un idilio, una cierta imagen idealizada.
Hitler y los trabajadores
Hitler y los suyos se “solidarizaban” con los trabajadores y atacaban a los empresarios en todos sus discursos, como siguen haciendo los partidos populistas que todavía hoy existen, pero los datos objetivos muestran que era la rica burguesía, tal y como pasa ahora, la que más se beneficiaba de la política nazi populista.
Algunos historiadores ven la principal razón por la que los trabajadores alemanes se han resignado a la completa exclusión de la política, en la disponibilidad de trabajo y la garantía de que no lo perderán. De hecho, en el pasado reciente, para muchos alemanes, las libertades políticas se redujeron sólo a la libertad de morir de hambre.
Al despojar a los trabajadores de esta última libertad, Hitler consiguió el apoyo de una clase que es quizás la más hábil, trabajadora y disciplinada del mundo occidental.
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