El 41 % de aprobación marca el hundimiento más sonoro de un presidente estadounidense recién electo desde Eisenhower
Donald Trump, tras regresar al poder en 2024, prometía una segunda era dorada para las y los suyos. La realidad, sin embargo, ha sido el eco hueco de sus bravuconadas: el 41 % de aprobación que ostenta a los 100 días de su segundo mandato es la cifra más baja para cualquier presidente desde 1953, según la encuesta de CNN realizada por SSRS (fuente aquí). Ni siquiera su primer mandato había cosechado semejante rechazo inicial.
En apenas tres meses, Trump ha perdido 4 puntos respecto a marzo y 7 desde febrero. Solo el 22 % respalda firmemente su gestión, mientras que un 45 % lo desaprueba de forma contundente. El colapso no se limita a los sectores tradicionalmente adversos: ha perdido 7 puntos entre mujeres y 7 puntos entre estadounidenses hispanos, cayendo a un mísero 28 % en este último grupo.
La farsa de su imagen como «el hombre fuerte» se desmorona a toda velocidad. Entre las y los independientes, apenas el 31 % aprueba su gestión, igualando su punto más bajo de enero de 2021, cuando abandonó la Casa Blanca tras un asalto al Capitolio que manchó la historia de EE.UU.
Ni siquiera su supuesta «recuperación económica» le sirve ya de escudo. La encuesta muestra que su aprobación en gestión económica ha caído a un 39 %, el peor dato jamás registrado en su historial, lastrado por su guerra comercial de aranceles que amenaza a la estabilidad de millones de trabajadoras y trabajadores. La inflación, lejos de ser «transitoria», sigue devorando los salarios mientras los grandes capitales, como siempre, salen indemnes (lo recoge también CBS News).
UN GOBIERNO SIN RUMBO NI APOYO
Trump no solo pierde en economía: sus políticas exteriores y migratorias también están en caída libre. Mientras abraza a autócratas como Putin y recorta programas de ayuda internacional, el 60 % de la población desaprueba su política exterior. Incluso en inmigración, donde llegó a tener apoyo entre su electorado más fanatizado, su aprobación ha bajado 6 puntos desde marzo.
Resulta revelador que el único tema donde supera el 50 % de aprobación sea en su guerra contra los derechos de las personas trans. Su cruzada reaccionaria contra la diversidad de género encuentra eco en sectores ultraconservadores, pero retrata un país atascado en prejuicios que debería haber superado hace décadas.
La imagen grotesca se completa con su intento de apropiarse del arte y la cultura, controlando instituciones como el Centro Kennedy o alterando exposiciones del Smithsonian, decisiones que el 64 % de las y los estadounidenses consideran inapropiadas. No es casualidad que haya delegado esta tarea al extremista vicepresidente J.D. Vance, tan despreciado como él mismo.
Ni siquiera quienes confiaban en su «mano firme» para cambiar Washington mantienen la fe. Solo el 46 % confía en que Trump nombre a las mejores personas para el cargo, y apenas el 50 % cree que pueda liderar el país. La caída es aún más estrepitosa si recordamos que en diciembre contaba con índices de confianza mucho mayores.
El 57 % de la población cree que Trump está poniendo al país en un riesgo innecesario con su estilo de gobierno, ese estilo de disparar decretos a diestro y siniestro, muchos de ellos anulados por los tribunales por su ilegalidad manifiesta.
Ni siquiera entre sus votantes más fieles se disimula ya la decepción. Como recogía CNN, George Mastrodonato, un votante de Trump de Nuevo México, comparaba al presidente con «Yosemite Sam disparando en todas direcciones». Y lo hacía con resignación: «algunas de sus acciones se mantienen, otras no», admitía.
LA EVIDENCIA DE UN FRACASO ANUNCIADO
El 52 % de las y los estadounidenses cree que la segunda presidencia de Trump cambiará el país de forma duradera, pero más de la mitad percibe ya que ese cambio es a peor. Pese a su demagogia, solo el 48 % considera que está cumpliendo sus promesas importantes. Un mísero 28 % cree que sus políticas ya han empezado a solucionar algún problema nacional.
La encuesta muestra, también, que la popularidad personal de Trump se ha desplomado a un 40 %, mientras que la de su vicepresidente Vance apenas alcanza el 34 %. Dos figuras que no despiertan entusiasmo ni respeto. Dos nombres que encarnan la deriva reaccionaria de un sistema político secuestrado por los intereses corporativos, los lobbies armamentísticos y el supremacismo blanco.
Frente al espejismo de su «América renovada», lo que crece es la precariedad, la división, la rabia social. La clase trabajadora, las y los migrantes, las y los jóvenes racializados, la comunidad LGTBIQ+, todas y todos quienes no caben en el modelo retrógrado de Trump, ven cómo se agranda el abismo social.
Estados Unidos no está siendo «grande otra vez»; está siendo privatizado, militarizado y deshumanizado hasta el límite.
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Mi reflexión sobre el reporte: Trump se hunde en su propio pantano
Como alguien que observa con preocupación el rumbo de Estados Unidos, este reporte periodístico me confirma lo que muchos temíamos: el segundo mandato de Donald Trump no solo repite los errores del primero, sino que los agrava hasta un punto insostenible. Escribo esto con una mezcla de indignación y tristeza, porque el 41 % de aprobación que refleja la encuesta de CNN no es solo un número; es el retrato de un país fracturado, desencantado y traicionado por un líder que prometió grandeza y entrega caos.
Lo que más me golpea es la rapidez con la que Trump ha dilapidado cualquier atisbo de confianza. Perder 7 puntos entre hispanos y mujeres en apenas meses no es un simple traspié; es la prueba de que su retórica divisiva y sus políticas regresivas están alienando incluso a quienes alguna vez le dieron el beneficio de la duda. Me parece especialmente alarmante que su aprobación entre independientes haya caído al 31 %, un dato que desnuda el fracaso de su imagen como «hombre fuerte». ¿Cómo puede alguien seguir viéndolo como un líder sólido cuando su propio electorado, como ese votante de Nuevo México que lo compara con un personaje de caricatura, admite que sus acciones son erráticas?
La economía, que Trump siempre ha usado como bandera, se le está derrumbando encima. Ese 39 % de aprobación en gestión económica me parece un reflejo directo de sus decisiones irresponsables, como la guerra comercial de aranceles que, lejos de proteger a la clase trabajadora, está asfixiándola con una inflación que no da tregua. Mientras, los grandes capitales, como siempre, se escudan en su privilegio. Esto no es liderazgo; es una estafa a quienes creyeron en sus promesas.
Me resulta particularmente indignante su cruzada contra las personas trans, el único ámbito donde supera el 50 % de aprobación. Que su único «éxito» sea alimentar prejuicios en sectores ultraconservadores es una bofetada a cualquier ideal de progreso. Igual de grotesco me parece su intento de controlar el arte y la cultura, usando a un personaje como J.D. Vance para imponer una visión retrógrada que el 64 % de la población rechaza. Esto no es gobernar; es imponer una distopía cultural.
Lo que más me preocupa, sin embargo, es el riesgo que Trump representa. Que el 57 % de los estadounidenses crea que está poniendo al país en peligro con su estilo de gobierno me parece una señal de alerta que no podemos ignorar. Sus decretos, muchos anulados por ilegales, y su abrazo a autócratas como Putin no solo debilitan la democracia, sino que nos arrastran a un escenario de inestabilidad global. Y mientras tanto, la precariedad crece, las comunidades marginadas son atacadas, y el país se divide aún más.
Escribo esto con la convicción de que Estados Unidos merece algo mejor que un líder que privatiza, militariza y deshumaniza. El 52 % que cree que Trump cambiará el país de forma duradera tiene razón, pero no en el sentido que él quisiera. Su legado será el de un pantano de división y retroceso, y nos toca a todos, como sociedad, resistir y construir un futuro que no se parezca a su visión.