03 Dic 2024

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Trump declara el Sáhara Occidental como territorio marroquí
INTERNACIONAL

Trump declara el Sáhara Occidental como territorio marroquí 

El presidente norteamericano Donald Trump da un nuevo golpe en el tablero internacional, a menos de un mes de abandonar la Casa Blanca, al anunciar que reconoce la marroquinidad del Sáhara Occidental y que ha mediado para conseguir la normalización de relaciones diplomáticas entre Israel y Marruecos.

El anuncio ha sido realizado a través del perfil de Twitter oficial de Donald Trump.

De este modo se convierte en el primer país que reconoce oficialmente «la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental».

Hasta ahora, informan en Contrainformación, “varios países habían abierto consulados en los territorios ocupados del Sáhara, una medida que apoyaba indirectamente las pretensiones marroquís pero que no suponía un reconocimiento explícito como el realizado por Trump”.

Los motivos de esta decisión

“El motivo por el que nunca se había dado este paso – continúan explicando en Contraiformación – tiene que ver con la situación legal del Sáhara Occidental, considerado por Naciones Unidas territorio «no autónomo»; es decir, pendiente de descolonizar. Al ser un territorio que no ha ejercido este derecho no puede ser reconocido por ningún Estado como parte integrante de un país. La decisión es con toda seguridad ilegal a ojos del Derecho Internacional”.

De este modo, “los gobiernos estadounidense y marroquí han mantenido buenas relaciones históricamente. En la guerra del Sáhara Occidental (1975-1991) el gobierno norteamericano puso a disposición del reino alauita su tecnología militar más desarrollada para la construcción del muro que separa en dos el Sáhara Occidental. Con la desintegración de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, la posición norteamericana se moderó, adquiriendo una postura más «neutra» que han mantenido las sucesivas administraciones. El giro de Trump compromete a Joe Biden, que no se ha posicionado sobre si mantendrá o no la medida”.

El Gobierno más progresista de la historia tampoco está haciendo nada por el Sáhara Occidental

l pueblo saharaui fue abandonado por España en 1975, quedándose solo ante el invasor marroquí. La desigual guerra se prolongó hasta 1991, cuando el Sáhara Occidental optó por la legalidad internacional y agarrarse a la resolución 1514 de la ONU, que asegura (de palabra) el derecho a un referéndum de autodeterminación para los saharauis. Sin embargo, han pasado 29 largos años de espera en campamentos en mitad del desierto, y la traición española se ha prolongado a través de todos y cada uno de los diferentes Gobiernos que ha pasado por Moncloa desde entonces. Ahora que Marruecos ha violado el alto el fuego y el conflicto armado parece reactivarse, el actual Gobierno debe decidir si hace honor al apelativo de «más progresista de la historia», o sigue el ejemplo de Felipe González y se desenmascara como una simple vuelta de tuerca más al régimen del 78.

Así nos lo han metido en vena desde el minuto uno: el pacto entre Unidas Podemos y el PSOE ha logrado el Gobierno más progresista de la historia de España. Sin embargo, si analizamos la realidad esta afirmación empieza a sonar un poco excesiva. Así por encima, en los últimos meses el Gobierno más progresista de la historia le ha subido la asignación a la Casa Real y a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, ha empezado a dar pasos hacia la privatización de la educación, ha mantenido la Ley Mordaza y no ha llevado a cabo la prometidisima reforma laboral, ha ayudado a escapar y ha acogido a un golpista extranjero (Leopoldo López), ha creado una especie de centro de detención inhumano para migrantes en un puerto canario… y, por supuesto, tampoco está haciendo nada por la ex provincia española ahora atacada por Marruecos.

De este modo, cada día que pasa el Gobierno de coalición PSOE-UP se parece un poco más al de Felipe González. Muchas consignas socialistas, mucho hablar de progreso, de devolverle la dignidad al pueblo, de acabar con las injusticias sociales y la desigualdad, de frenar a la casta y los intereses de la oligarquía… y poca iniciativa para hacerlo realidad. Y digo poca porque algo hay. Sería injusto decir que en el poco tiempo que ha estado al mando, y teniendo en cuenta la delicada situación económica y sanitaria, el Gobierno no haya hecho nada positivo. Se han hecho cosas muy interesantes y que se deben valorar.

Sin embargo a muchos nos queda el regusto de que no son más que pinceladas sueltas sobre un inmenso lienzo que ya está pintado. Y el ejemplo más evidente de que el Gobierno más progresista de la historia en realidad no es más que otra vuelta de tuerca al régimen del 78 lo tenemos en el trato que están dando a la provincia número 53 de España.

DONDE DIJE DIGO…

Antes de llegar al Gobierno, dirigentes tanto de Podemos como de Izquierda Unida eran firmes defensores del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, olvidado injustamente por España y abandonado a su suerte ante el invasor marroquí. En 2014 Pablo Iglesias participó en la 39 Conferencia de Apoyo al Pueblo Saharaui, donde aseguró que la cuestión saharaui es «un nuevo ejemplo de divorcio entre la casta política y los intereses de la mayoría de la población». También dijo que «la población española es prosaharaui, pero quienes nos han gobernado parece que son pronegocio, que ésa es su única patria», e incluso hizo un llamamiento a la comunidad internacional, especialmente a la UE y el Gobierno español, «para que asuman su responsabilidad», exigiendo «que se cumpla la legalidad internacional y los derechos humanos». También recordó que «España sigue siendo administrador y soberano del Sahara Occidental, así que jurídicamente Marruecos está invadiendo un territorio colonial español y explotando ilegalmente sus recursos». Iglesias llegó a referirse a los saharauis como “nuestros hermanos que no serán abandonados” e incluso se atrevió a finalizar su discurso con un «¡Viva la lucha del pueblo saharaui!«.

Otro de los firmes defensores de la causa saharaui era Alberto Garzón, quien expresó en reiteradas ocasiones su «compromiso firme con el pueblo saharaui y sus reivindicaciones de autodeterminación». En 2015, Garzón acusó a España y a Occidente de «mirar hacia otro lado» ante el «genocidio de Marruecos» en el Sáhara, en una reunión mantenida con el entonces presidente saharaui Mohamed Abdelaziz . En 2016, tanto Garzón como Iglesias pidieron en un manifiesto con otras personalidades una fecha para la celebración del referéndum en el Sahara.

Recordemos que en su programa electoral de 2019, Unidas Podemos aseguraba en su epígrafe 118 que“España tiene una responsabilidad histórica con el Sáhara Occidental, con sus gentes y con la solidaridad entre nuestros pueblos”,  asegurando que “apoyará con acciones concretas el derecho a la libre determinación del pueblo saharaui”.

Ahora que Iglesias y Garzón forman parte del Gobierno, parece que ese énfasis se ha ido diluyendo como lágrimas en la arena, y todas esas proclamas se han ido reduciendo con el paso del tiempo. Desde que llegaron al Gobierno, el silencio en torno al Sáhara Occidental ha sido casi absoluto. Ahora que Marruecos ha tomado la decisión de reactivar el conflicto al entrar en en el paso fronterizo de Guerguerat (territorio liberado por el Frente Polisario), ambos se han limitado a escribir en su cuenta de Twitter sobre la resolución de la ONU del 13 de febrero de 1995:

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Pero obviamente ni Iglesias ni Garzón tienen ningún tipo de competencia ni responsabilidad en la política exterior del Estado español, que recae plenamente en el Ministerio de Asuntos Exteriores y en la propia Presidencia, ambas en manos de sus socios de Gobierno del PSOE. Y ya conocemos la profunda amistad entre el PSOE y Marruecos, por lo que cualquier movimiento en contra de los intereses de Mohammed VI por parte de Pedro Sánchez sería una noticia extremadamente sorprendente.

La única esperanza de hacer justicia en el Sáhara Occidental recae de este modo en la presión que puedan ejercer los socios más «progresistas» del Gobierno. Ojalá tenga que comerme mis palabras, pero algo me dice que esta esperanza terminará como la de mi padre en el socialismo de Felipe González…

EL PSOE Y MARRUECOS, UNA HISTORIA DE AMOR

Aunque un par de tuits puedan parecer poco (que lo es), menos todavía se está haciendo desde el Gobierno por el Sáhara Occidental por parte de quien tiene competencias para ello. Ni una sola mención al derecho reconocido legalmente por la ONU del pueblo saharaui a la autodeterminación. Todo lo que ha dicho el actual ejecutivo a este respecto lo hemos escuchado el pasado viernes 13 en un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores donde el Gobierno de España insta a las partes a retomar el proceso negociador y a avanzar hacia una solución “política, justa, duradera y mutuamente aceptable”. Suena bonito en lenguaje diplomático internacional. Sin embargo en lenguaje coloquial se traduce de la siguiente manera: «por nuestra parte no vamos a hacer nada, las cosas se quedan como están, pero nos preocupa muuuucho que os hagáis daño, así que no os apuntéis a la cara».

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Pero la historia de traición del PSOE con el Sáhara Occidental no es nueva. Uno de los capítulos que jamás se olvidarán en los campamentos saharauis se produjo el 14 de noviembre de 1976. Tan solo un año antes, España había regalado el Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania, en una apasionante y triste historia en la que tiene mucho que ver el actual monarca a la fuga Don Juan Carlos I. En ese momento tan convulso y con la guerra tan presente, el entonces secretario general del PSOE Felipe González viajó a los territorios liberados del Sahara Occidental (por aquel entonces no había Twitter), donde pronunció un acalorado e intenso discurso en defensa del pueblo saharaui:

Para nosotros no se trata ya del derecho de autodeterminación, sino de acompañaros en vuestra lucha hasta la victoria final (…) A medida que nuestro pueblo se acerca a la libertad, será mayor y más eficaz el apoyo que podamos prestar a vuestra lucha. El partido está convencido de que el Frente Polisario es el guía recto hacia la Victoria Final del pueblo saharaui y está convencido también de que vuestra república independiente y democrática se consolidará sobre vuestro pueblo y podréis volver a vuestros hogares. Sabemos que vuestra experiencia es la de haber recibido muchas promesas nunca cumplidas. Yo quiero, por consiguiente, no prometeros algo, sino comprometerme con la Historia. Nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria final – Felipe González, 1976.

Tras estas palabras, Felipe González fue Presidente de España durante 14 años. No volvió a mover un dedo por el Sáhara. Es más, movió ambas manos en su contra, para recoger el dinero y los favores procedentes de la monarquía alauita que oprime al pueblo saharaui, y que llevaron a Felipe a veranear ya en su retiro dorado en la ciudad marroquí de Tánger en un palacete de 2,5 millones de euros, e incluso realizar unas declaraciones en las que alabó la “integridad territorial” de Marruecos, defendiendo la ocupación ilegal sobre el Sáhara, y terminando de este modo la última etapa de su viaje hacia la traición, la deslealtad y la infamia con la que siempre recordaremos a este vil personaje.

Pero con Felipe González no terminó la relación amorosa del PSOE con Marruecos. El siguiente presidente «socialista» tampoco movió un dedo por el Sáhara Occidental. Y en la única crisis relacionada con este tema que vivió en su mandato, la resolvió barriendo una vez más hacia Marruecos. Se trata de la huelga de hambre realizada en el aeropuerto de Lanzarote por Aminetu Haidar, una activista saharaui detenida y expulsada de El Aaiún en 2009, tras ser galardonada por su defensa de los derechos humanos. Su huelga duró más de 30 días, en los que su estado de salud empeoró por momentos. La solución socialista para Haidar, de la mano de Zapatero y Moratinos, fue darle a elegir entre pedir asilo político, la nacionalidad española o solicitar un nuevo pasaporte a Marruecos. Haidar sin embargo solo quería volver a su casa. La gestión de esta crisis fue duramente criticada por el Frente Polisario. Un año después de este episodio Zapatero se reunió con Mohammed VI, y al comienzo de dicha reunión los micrófonos captaron una frase del entonces Presidente español que no debía hacerse pública y que resume a la perfección la situación: «La foto es lo más importante».

Ya este año, y más en concreto el pasado 17 de junio, el senador y responsable de Relaciones y Política Internacional de EH Bildu, Gorka Elejabarrieta, pidió explicaciones al Gobierno español sobre la responsabilidad del Estado español con el Sáhara Occidental a través de una pregunta escrita. La respuesta del «Gobierno más progresista de la historia» fue lavarse las manos con frases como: «…España se considera desligada de toda responsabilidad de carácter internacional con relación a la administración del Sahara Occidental desde la carta enviada el 26 de febrero de 1976 por el Representante Permanente de España ante Naciones Unidas al Secretario General de la ONU»; o «…España no figura como potencia administradora en la lista de territorios no autónomos de Naciones Unidas…».

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LA RESPONSABILIDAD HISTÓRICA DE ESPAÑA CON EL SÁHARA

Esta cínica forma de lavarse las manos y mirar para otro lado durante décadas por parte de España choca frontalmente con la realidad del conflicto saharaui y su historia reciente. Haciendo un breve repaso, veremos que el Sáhara Occidental fue reclamado como territorio por España en 1885, aunque la ocupación efectiva del interior del territorio no se realizó hasta 1934. Debido a enfrentamientos con nacionalistas saharauis, el gobierno español decide otorgar al Sahara español el estatus de provincia española en 1969, dejando así de ser una colonia.

Y fue provincia hasta 1975, momento en el que Estados Unidos da luz verde a un proyecto secreto de la CIA, financiado por Arabia Saudí, para arrebatar el Sahara Español a España, debido a su importancia geoestratégica, pero sobre todo por ser una tierra rica en fosfatos, hierro, petróleo y gas. Como tantos otras zonas del mundo, su riqueza se convirtió en su pobreza.

En este momento de la historia, en el año 1975 y con el dictador Francisco Franco en las últimas, es donde entra en juego la pieza clave de la historia reciente del Sáhara Occidental: Juan Carlos I. Obsesionado con llegar a reinar, el Borbón decide jugar sus cartas y alinearse con Estados Unidos para que le apoye en su proceso de coronación tras la muerte de Franco. Una de las condiciones de Estados Unidos es clara: la cesión del Sáhara a Marruecos. Juan Carlos acepta, y se activa la operación, que consiste en invadir la provincia española mediante una marcha de unos 350.000 ciudadanos marroquíes que se harían pasar por antiguos habitantes de la zona. Se trata evidentemente de la famosa Marcha Verde.

Los campos de minas y los legionarios se retiraron de la frontera. La ONU, atónita ante los acontecimientos, urge a Hassan II a retirarse y a respetar la legalidad internacional. El Consejo de Seguridad se pronunció aprobando la resolución 380, en la que «deplora la realización de la marcha» e «insta a Marruecos a que retire inmediatamente del territorio del Sáhara Occidental a todos los participantes en la marcha», así como volver a hacer un llamamiento al diálogo. Sin embargo, todo estaba pactado ya.

Desde entonces, la legalidad internacional y los derechos humanos de todo un pueblo han pasado a un segundo plano. De nada sirve que ningún país del mundo reconozca la soberanía marroquí sobre el Sáhara, lo que ha primado en este conflicto es el mantenimiento de las relaciones entre el reino de Marruecos y el reino de España, para beneficio exclusivo de los dirigentes y grandes empresarios de ambos países, y sufrimiento del pueblo saharaui.

Se podría decir que las cosas siguen exactamente igual que cuando el enorme Julio Anguita dijo lo siguiente a este respecto:

así pasaron los años y las décadas, con un pueblo abandonado y engañado tras continuas promesas incumplidas, daño colateral de verse envuelto en una guerra geoestratégica y comercial que escapa a sus posibilidades de actuación. En concreto se cumplen ya 45 años de la traición española, a pesar de la cual, los saharauis volvieron a apostar por la legalidad internacional y la no violencia en 1991 con la firma del Alto el Fuego.

Desde entonces, la ONU defiende (de palabra) su derecho a un referéndum de autodeterminación a través de la resolución 1514. Sin embargo, han pasado ya 29 años desde entonces, y la situación es la misma: Marruecos reprime, encarcela, tortura, ocupa y silencia al pueblo saharaui sin ningún tipo de contemplación ni condena internacional. Es más, cuenta con el apoyo de Francia y EEUU como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, y de España como primer socio comercial, lo que le asegura que puede hacer y deshacer a su antojo, como estamos viendo ahora con la invasión del paso de Guerguerat.

Con este panorama, la juventud saharaui sabe que no tiene nada que perder y obviamente ha aprendido que están solos en esta guerra, lo que los empuja irremediablemente a desear empuñar las armas contra el agresor marroquí. Y lo cierto es que bastante han aguantado ya.

Sabemos que el PSOE no hará nada que pueda molestar a Mohammed VI. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska viajará mañana (viernes 20 de noviembre de 2020) a Rabat para reunirse con Abdelouafi Laftit, su homólogo marroquí, con el objetivo de tratar el problema de la crisis migratoria en Canarias. Precisamente la política migratoria, junto a los intereses empresariales y geoestratégicos, están muy por encima de los derechos humanos y la responsabilidad histórica para los sucesivos Gobiernos españoles en el conflicto del Sáhara.

De este modo, puede ser que una de las pocas oportunidades de frenar la actual escalada de violencia en el Sáhara resida en las presiones que se puedan ejercer sobre el Gobierno español para imponer de una vez la legalidad y el respeto a los Derechos Humanos en este conflicto. Y quien tiene la mejor posibilidad de hacerlo es el actual socio de Gobierno del PSOE. Pablo Iglesias dijo en su momento que este es un asunto de «dignidad, de legitimidad y de justicia». Veremos si ahora él y Alberto Garzón son coherentes con sus palabras, y si siguen el ejemplo de Julio Anguita o el de Felipe González. De momento su silencio los acerca más al segundo.

Los últimos apartados pertenecen a Juan Teixeira en Eulixe

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