Aprovechando el centenario de la muerte de Joaquín Sorolla Bastida, lanzamos una cuestión fundamental, que muchos nos hemos preguntado sobre la génesis de los artistas: ¿el artista nace o se hace?
Generalmente, las obras más conocidas de un artista son las de su época de plenitud. Son sus creaciones más bonitas y las que tienen mejor técnica artística, porque fueron realizadas en su periodo de mayor apogeo artístico.
La difusión casi exclusiva de este tipo de trabajos, en detrimento de la divulgación de información y obras de la etapa de formación, ayuda a que se convierta a los artistas en personajes mitificados. En definitiva, se crea la percepción general de que todo lo que un artista pintó era perfecto.
Pero ¿cómo pintaba Sorolla en su época de estudiante?
El busto de un hombre que era Sorolla
En el Centre d’Art d’Època Moderna de la Universitat de Lleida (CAEM) hemos llevado a cabo una investigación profunda sobre una obra realizada por Joaquín Sorolla Bastida en 1885 (en su etapa de estudiante en Roma), revelando datos desconocidos hasta el momento. Un trabajo que hemos publicado de manera integral en formato libro, con la finalidad de divulgar y hacer accesible el conocimiento que hemos recabado.
La obra, antes conocida como Busto de hombre, después de la investigación ha sido bautizada como Autorretrato de Joaquín Sorolla. Esto ha sido posible gracias a numerosas comparaciones con fotografías del joven Sorolla alrededor de este año (1885). Las comparativas demuestran una coincidencia en el perfil, el estilo de peinado y barba, y la posición y el tamaño de las orejas. Demasiadas coincidencias físicas que no se pueden obviar.
Se trata de un autorretrato íntimo, realizado posiblemente para sí mismo. Después Sorolla decidió regalar la obra a un tal Esteban, según podemos leer en una inscripción ubicada en una esquina de la obra “Al amigo Esteban / J. Sorolla”.
El tal Esteban es un enigmático personaje desconocido que no se ha podido identificar. Posiblemente sea un amigo que hizo en Roma, lugar en el que se encontraba al pintar la obra. Hacía pocos meses que Sorolla se había establecido en la capital italiana, para terminar su formación artística en el extranjero, según era costumbre en la época.
El realismo en la mancha
El carácter íntimo de esta pieza, permite a Sorolla pintar sin tener que atenerse a las normas académicas. En esta obra, el joven Sorolla experimenta, buscando crear imágenes lo más reales posible a través de la mera mancha. ¿Qué queremos decir con ello?
Quien observa alguna de las obras más conocidas de Sorolla (cualquiera del conjunto Visión de España, realizada para la Hispanic Society of America), enseguida se da cuenta de que no se exageran los rumores. Sorolla es el mayor artista que ha dominado la representación de la luz real a través de la mancha.
Sus obras, de lejos, parecen fotografías. De cerca, enormes manchas que se funden unas con otras. Para dominar la representación de la realidad tuvo que dominar la representación de la luz. Para representar la luz tuvo que dominar la mezcla de colores complementarios. Para dominar este paso, tuvo que experimentar con la mancha. Un proceso de investigación artística poco impulsado en las academias de arte de finales del siglo XIX.
Incluso si profundizamos más en su técnica, los estudios realizados con técnicas infrarrojas demuestran que la obra fue pintada directamente sobre la madera, sin trazar ningún dibujo primero, buscando crear la forma directamente a partir de la creación de manchas.
También hemos estudiado la obra con otras técnicas del espectro multibanda, que han ayudado a la identificación de los pigmentos utilizados, aportando valiosa información sobre el modo de hacer del artista en este periodo.
Aprendizaje de un genio
Sorolla pintó este Autorretrato como un ensayo, para practicar y buscar un resultado concreto, que fue perfeccionando a lo largo de toda su vida. En esta obra, el resultado final es bastante menos ducho que el de las obras que realizó para la Hispanic Society. Sin embargo, ha podido ser identificado más de cien años después de la realización de la obra, lo que nos muestra las grandes dotes ya mostradas por Sorolla en su etapa final de formación.
Esta obra nos habla del nacimiento de un genio, o tal vez de su progresivo proceso de autoconstrucción. ¿Nace el genio o se hace? ¿No fue acaso este joven Sorolla autoeducando su espíritu crítico e independiente, en la medida en que acometió la búsqueda de un modo de representación propio, diferente a los métodos establecidos hasta el momento?
Si algo es seguro es su convencimiento de que valía la pena realizar la investigación artística propia que llevó por su cuenta durante su formación, aprovechando para ello sus obras de carácter más íntimo, como este autorretrato. Una experimentación cuyos progresivos resultados acabarían convirtiéndolo en la leyenda que es en la actualidad. El genio de la luz.
Jésica Martí Egea trabaja como investigadora en el Centre d’Art d’Època Moderna de la Universitat de Lleida, CAEM.
María Antonia Argelich es directora del Centre d’Art d’Època Moderna de la Universitat de Lleida, CAEM.
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