No se trata solo de vender, sino de cómo, por qué y a costa de qué se vende.
En los últimos meses del año 2023, el escenario global fue testigo de cómo gigantes corporativos como McDonald’s, Starbucks y Puma enfrentaron un severo revés. La causa no fue una fluctuación en el mercado ni un cambio abrupto en las preferencias de consumo, sino una respuesta directa a sus acciones y declaraciones que respaldaban al ejército israelí durante el conflicto en Gaza. Esta situación ha revelado una profunda fractura entre las prácticas empresariales y la ética social, poniendo en evidencia el poder del consumidor como ente político y crítico en el siglo XXI.
La mecha se encendió tras conocerse que la filial israelí de McDonald’s prometió ofrecer alimentos sin costo a los soldados israelíes en Gaza. Este acto, que quizás buscaba posicionarse dentro de un contexto nacionalista, encendió las alarmas y provocó una ola de indignación que trascendió fronteras. Manifestaciones en países con significativas poblaciones musulmanas, como Indonesia, Malasia, los Emiratos Árabes Unidos y Francia, simbolizan el repudio global hacia lo que muchos consideran un respaldo a acciones bélicas y una clara violación de los derechos humanos. En el último trimestre de 2023, en Oriente Próximo y Asia los beneficios apenas crecieron un 0,7% cuando se preveía superar el 5%.
La respuesta no se limitó a protestas aisladas. El efecto dominó afectó también a Starbucks, tras la divulgación de un mensaje de sus empleados en Estados Unidos en solidaridad con el pueblo palestino, un mensaje que la corporación rápidamente intentó desvincular de su «visión». Esta situación subraya una disonancia crítica entre la voz del colectivo laboral y la línea editorial impuesta por las altas esferas corporativas, evidenciando una vez más el vacío ético que puede existir en el corazón de estas multinacionales. La empresa ha visto una notable disminución en su valor de mercado, perdiendo el 7.4% en el último mes, lo cual se ha traducido en una pérdida de 12 mil millones de dólares.
Frente a este escenario, se alza el boicot como una herramienta poderosa de resistencia civil. La decisión de millones de consumidores de retirar su apoyo a estas marcas no es meramente un acto de repudio hacia políticas específicas, sino una declaración rotunda contra la complicidad corporativa en conflictos bélicos y la violación de derechos humanos. Este movimiento colectivo refleja un cambio paradigmático en el consumidor moderno, ahora más informado, crítico y comprometido con la justicia global.
La crisis que enfrentan McDonald’s, Starbucks y Puma es un recordatorio brutal de que el éxito empresarial no puede, ni debe, desvincularse de la ética y la responsabilidad social. En una era donde la información fluye libremente y el consumidor tiene el poder de escudriñar y cuestionar, las empresas deben replantearse sus valores y acciones en el tablero global.
No se trata solo de vender, sino de cómo, por qué y a costa de qué se vende.
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