30 Jun 2024

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Noam Chomsky y el lobo que nunca llega
DESTACADA, Franz S. Heiligen, INTERNACIONAL

Noam Chomsky y el lobo que nunca llega 

«Si no queremos que nuestras vidas estén (aún más) dominadas por la desinformación interesada, deberíamos empezar a descartar a aquellos medios que sabemos perfectamente que se dedican a atraer el clickbait«

Franz S. Heiligen

A raíz de la publicación de la noticia del fallecimiento del lingüista y activista norteamericano Noam Chomsky, de la que este mismo medio se hizo eco, y que después fue desmentida por el entorno del propio profesor, tal vez sea necesaria una (nueva) reflexión sobre las fake news, los objetivos que estas persiguen y cómo estas van a contribuir a configurar el mundo que se nos viene encima

En primer lugar, tenemos que hacer algunas consideraciones:

1º. Que, tal como dijo Francisco Rábano en su cuenta de Instagram, el objetivo de las fake news no es que te creas lo que es mentira, sino que dudes de lo que es verdad.

2º. Que, tal como dijo Joseph Goebbels, una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.

3º. Que, tal como dijo Marina Lobo en su espacio HECD, en esta misma casa, si tú no buscas las noticias, ellas te van a encontrar a ti, y las que te van a encontrar no van a ser las más fiables.

Por otra parte, todos y todas conocemos la faceta activista del profesor Chomsky,  tendente hacia el anarquismo y al anarcosindicalismo, y siempre muy crítica con la política internacional de los Estados Unidos.

Una vez dichas estas generalidades, podríamos realizar un ejercicio de especulación para intentar discernir qué objetivos concretos habrían perseguido quienes iniciaron la difusión de este bulo.

Comenzando por la parte más superficial de la historia, todos y todas sabemos que existen sitios web de “información” que sobreviven tan solo gracias al clikbait, es decir, que su prioridad, lejos de ofrecer una información fiable y contrastada, es ofrecer titulares grandilocuentes que sirvan como cebo a los usuarios. Y a más visitas, más ingresos por publicidad. Ejemplos de estos sitios web los conocemos todos y todas, por lo que no será necesario decir qué páginas se dedican a estos menesteres.

Algo parecido sucede con las redes sociales, cuyo criterio también es el de la cantidad por encima de la calidad. Estas redes sociales y sus respectivos algoritmos (sea lo que sea un algoritmo) conceden más visibilidad a los contenidos con los que los usuarios más interactúan. A este dato deberíamos añadir el hecho de que una porción importante de los usuarios de las redes sociales son bots contratados por grandes corporaciones para dar más visibilidad a los contenidos que más interesa a estas corporaciones que sean más visibles, tanto si estos contenidos reflejan la realidad como si proponen una visión distorsionada de esta.

En un entorno en el que resulte imposible distinguir lo que es verdad de lo que es mentira, en el que las mentiras se repiten mil veces de forma interesada, una reacción muy lógica podría consistir en liarse la manta a la cabeza y mandar a paseo a todos los medios de comunicación habidos y por haber. ¿Desentenderse de todo puede ser una solución? Podría serlo si nos fuéramos a vivir al monte, donde no hubiera vecinos, ni redes sociales, y quemáramos nuestro teléfono móvil, el cargador, e incluso los auriculares. Por desgracia, no nos engañemos, nadie va a hacer eso. Y como nadie va a hacer eso, nuestros teléfonos, por mucho que nosotros y nosotras no las busquemos, seguirán recibiendo noticias “de nuestro interés”. ¿Y qué noticias serán estas? Seguramente aquellas que tengan más visibilidad en las redes.

En el caso concreto de Noam Chomsky, la falsa noticia de su muerte, más allá de provocar una cierta desazón en quienes lo estudiamos como lingüista y lo seguimos como activista, cosa que podría ser considerada como un mal menor, podría provocar la incredulidad, en un futuro, de la noticia de su fallecimiento real, como en el cuento en el que el pastorcillo está constantemente avisando de la falsa llegada del lobo.

Si no queremos que nuestras vidas estén (aún más) dominadas por la desinformación interesada, deberíamos empezar a descartar a aquellos medios que sabemos perfectamente que se dedican a atraer el clickbait, que reciben dinero en concepto de publicidad institucional o que pertenezcan a grandes corporaciones. Su objetivo nunca (insisto, nunca) será proporcionar a la ciudadanía información veraz. En absoluto será este humilde don Nadie que firma este texto quien cometa la osadía de recomendar un medio u otro. Eso es trabajo de cada uno. Sin embargo, sí que diré que existen medios fiables. Solo es cuestión de buscarlos.

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