El divorcio es un suceso cada vez más frecuente en las familias de nuestro entorno. Se estima que aproximadamente un millón de familias lo experimenta en Europa, de las que más del 60 % tienen hijos e hijas a su cargo. España es uno de los países europeos con una mayor tasa de divorcio (58 %) lo que afecta cada año a unos 100 000 niños y niñas.
Un divorcio altamente conflictivo impacta en los hijos de muy diferentes formas. Tienen mayor probabilidad de manifestar dificultades vinculadas a problemas externalizantes, como son las conductas agresivas, los desórdenes de conducta y el consumo de drogas. También de manifestar dificultades vinculadas a problemas internalizantes, como depresión, ansiedad, retraimiento social y problemas psicosomáticos. Por otro lado, el divorcio también ha sido consistentemente relacionado con la alteración de relaciones con padres, hermanos o amigos y con dificultades de tipo académico.
Actualmente contamos con suficiente evidencia sobre los mecanismos que intervienen y que pueden afectar al bienestar psicológico de los hijos. Por un lado, la relación entre conflicto interparental destructivo (es decir, aquellas situaciones entre los progenitores de ira, duelo no resuelto, hostilidad, conflicto legal abierto) y sintomatología de los hijos está fuertemente respaldada. La forma en que el conflicto interparental es expresado y manejado por los padres y madres, y no tanto el conflicto en sí, es la variable fundamental del impacto del divorcio en los hijos.
No obstante, otro factor fundamental procede del impacto del conflicto en la dinámica familiar. Es decir, el conflicto afecta a los hijos e hijas a través de la alteración de la relación con sus progenitores y a través de alteración de las prácticas de crianza utilizadas. Esto se manifiesta en una menor sensibilidad, una disciplina o bien más coercitiva o bien más permisiva, y una mayor hostilidad en las relaciones.
Los padres y madres quieren proteger a sus hijos e hijas de los efectos negativos que el conflicto pueda tener sobre ellos. Esto no siempre es una tarea fácil, pero desde el conocimiento desarrollado a lo largo de las últimas décadas, los profesionales estamos en posición de desarrollar programas de intervención que puedan ayudarles, incluso a largo plazo.
Cómo ayudar a los hijos de padres divorciados
Existen múltiples programas a nivel internacional, pero la escasez de ejemplos aplicables a población española, y la ausencia de estudios de eficacia o efectividad, llevó al desarrollo, desde Deusto FamilyPsych (Equipo de Investigación de la Universidad de Deusto), de uno aplicable a nuestra cultura. Fue denominado Egokitzen (Adaptándonos) con el fin de reflejar el proceso de adaptación al divorcio.
El programa Egokitzen tiene como objetivo ayudar a los progenitores a desarrollar conocimientos y habilidades que ayuden a minimizar en los hijos el estrés derivado del divorcio y a lidiar con otras dificultades que este proceso conlleva, facilitando la transición hacia un nuevo funcionamiento familiar más satisfactorio para todos.
Son múltiples las aplicaciones que se han realizado de este programa, a través de Puntos de Encuentro Familiar, Centros de Salud Mental, Servicios Universitarios y Coordinadoras de Menores y actualmente cuenta con el reconocimiento del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, como programa basado en la evidencia.
Ateniéndonos a los datos, según los casi 50 grupos desarrollados a nivel nacional, se ha podido constatar que el programa disminuye directamente la sintomatología psicológica experimentada por los progenitores tras el divorcio e, indirectamente, la sintomatología de los hijos y mejora su ajuste general. Es por ello que tanto los participantes como los psicólogos y otros profesionales que han colaborado en esta iniciativa (educadores, sociólogos, abogados, jueces), destacan la necesidad de desarrollar este tipo de actuaciones preventivas.
En general, las intervenciones posdivorcio han demostrado, tanto a nivel nacional como internacional, un impacto positivo en las familias, y deben formar parte de una apuesta decidida de nuestra sociedad por el apoyo a los progenitores y sus hijos e hijas en la transición posdivorcio. No hacerlo implicará que nuestros hijos asuman el peso psicológico, económico y moral del divorcio, como lleva décadas advirtiendo Judith Wallerstein.
Esto es especialmente relevante si nuestro deseo es ser una sociedad igualitaria que apoye y fortalezca a las familias, y que favorezca la igualdad entre progenitores. Son cada vez más las voces, y más fuertes, que reclaman la necesidad de que el sistema judicial aproveche este periodo de transición como una oportunidad de transformación del sistema familiar, generando colaboración entre profesionales.
En resumen, las necesidades de los hijos son un factor mucho más poderoso que el marco legislativo. Actualmente en España, la custodia compartida es una realidad que se impone habiendo pasado en 8 años de un 10,5 % a un 33,8 %. Una custodia compartida en medio de un conflicto interparental hostil puede incrementar incluso más el impacto negativo que el proceso de divorcio tiene en los hijos/as. No obstante, una custodia compartida con una coparentalidad real, en medio de una relación pacífica entre los progenitores, debe ser el objetivo al que nos orientemos.
Egokitzen no es más que una herramienta para contribuir a la coparentalidad y favorecer la implicación de ambos progenitores.
Diversas subvenciones de investigación: Universidad – Empresa (GV), Ministerio de Ciencia e Innovación (Proyectos de investigación fundamental) MInisterio de Economía y Competitividad (RETOS)
Susana Corral recibe fondos de Ministerio de Ciencia e Innovación (Proyectos de investigación fundamental) y Ministerio de Economía y Competitividad (RETOS)
Laura Merino y Leire Iriarte Elejalde no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.
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