¿Somos seres felices? ¿Nos gusta la vida que vivimos? No es fácil responder a estas preguntas porque son muchas las complicaciones que existen en los índicadores sobre la felicidad. No obstante, el interés multidisciplinar de los expertos aumenta, y también la necesidad de diferenciarlo de los conceptos de calidad o nivel de vida.
La felicidad del individuo resulta de la evaluación de los aspectos y condicionantes generales de la vida, unido a cuánto nos gusta la vida que vivimos. Es, pues, la variable final sobre la que influyen un cúmulo de factores. Es, además, la que sustituye, desde una visión integral del desarrollo humano, a la variable explícitamente económica de renta personal.
Entre los diversos modelos que relacionan estas cuestiones, desde el Observatorio de Intangibles y Calidad de Vida (OICV), venimos desarrollando una ecuación estándar que contempla fenómenos sociales, externos e individuales. El soporte teórico arranca desde la conocida pirámide de Maslow (1943) en su teoría sobre la motivación, y se publica por nuestro grupo de investigación en Nevado et al (2019).
El avance supone un hito sobre los modelos de felicidad pues determina a través de un sistema de ecuaciones matemáticas los factores clave y observa las diferencias entre mujeres y hombres. Podemos clasificar las motivaciones sobre nuestra felicidad en tres grupos: sociales, personales y externas o críticas.
¿Qué nos hace más felices?
De acuerdo con los resultados de una macroencuesta realizada en el verano de 2020 por el OICV, perteneciente al grupo de investigación ICRG de la Universidad de Castilla La Mancha, hay ocho cuestiones claves que determinan la felicidad de los ciudadanos.
Entre ellas, las cuestiones sociales se pueden dividir en las relacionadas con el entorno residencial y de vida, junto a las derivadas de las relaciones laborales, en las que tiene cabida la situación económica. Enumeramos las primeras:
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La situación familiar estructurada y unida, en cuanto a sus miembros.
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El lugar de residencia, la confianza en el círculo de proximidad, e incluso su planificación urbana.
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La seguridad percibida en el entorno de residencia.
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Las cuestiones relativas a la sostenibilidad y políticas verdes sobre el medio ambiente.
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El ocio, el bienestar y, explícitamente, las actividades culturales y deportivas.
Por otro lado, las relacionadas con el entorno laboral:
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Situación económico-financiera.
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La felicidad en el trabajo: condiciones, valoración de los otros, autoestima, formación y promoción.
Por último, los asuntos personales del individuo, tan complejos a la hora de medirlos, referidos a la salud física y psíquica, al desarrollo y crecimiento personal, o a la espiritualidad y forma de ver la vida, cierran el circulo de la felicidad.
Aún pueden afectarnos los efectos críticos o externos al modelo, como es el caso de la pandemia por la Covid-19. No obstante, no resultaron claves en 2020, aunque preocupaban, pero aún uno de cada cinco personas evaluadas el verano pasado dijeron no sentirse afectadas. En estos momentos, en la actual recogida de información para 2021, esta cuestión si afecta a la calidad de vida del 95% de los ciudadanos.
Cuáles son las diferencias en género
El estudio sobre el modelo de la felicidad determina claramente que la cuestión de género es relevante. Mujeres y hombres cambian de forma significativa sus preferencias entre los factores planteados, por propia iniciativa o por circunstancias sobrevenidas.
Entre los cambios en el modelo, la situación familiar es mucho más relevante para las mujeres, también la seguridad de su entorno de vida. En cambio, aprecian menos en su escala de valores la felicidad en el trabajo, circunstancia sobrevenida, ya que la brecha laboral hace que sean más críticas y se sientan menos felices en términos de autoestima, promoción y formación.
Al contrario, para los hombres la felicidad en el trabajo es clave en su felicidad por factores sociolaborales, por encima de su situación económico financiera. Por otra parte, sustituyen parte del fuerte vínculo familiar del género femenino por las relaciones de vecindario o amistades próximas de su entorno social.
Los factores personales comentados también muestran diferentes comportamientos por razón de género. Las mujeres cuentan con un modelo de felicidad más equilibrado entre la esfera social e individual, con más del 50% de su satisfacción con la vida provocada por estas circunstancias, lo que supone un 35% más que para los hombres.
Por tanto, la felicidad es cuestión de género, y las mujeres se aferran al circulo de proximidad familiar, ya que el trabajo no les ofrece las mismas ventajas que a los hombres. Nos falta aún un largo recorrido en la lucha por la igualdad, y en términos sociales, el trabajo, no visto como cuestión para ganarnos la vida, sino como realización y desarrollo del individuo, sigue siendo una cuestión trascendental en este camino.
Sean todos felices, y ójala que más igualmente felices, rompiendo realmente las diferencias de género.
Víctor Raúl López Ruiz does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.
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