Por Juan Teixeira para Eulixe
Parece que la opinión pública internacional esté ya tristemente acostumbrada a las cíclicas oleadas de violencia y muerte que sufren Gaza y Cisjordania, donde la población civil que fue expulsada por la fuerza de sus hogares lleva décadas padeciendo un durísimo apartheid por parte del Estado sionista de Israel, quien además de vez en cuando bombardea a su antojo, asesinando a cientos de civiles ante la indiferencia general de Occidente y la impotencia y frustración del pueblo palestino.
Al contrario de lo que sucede en los conflictos, el bando ganador no ofrece la posibilidad de integrarse en su territorio al perdedor (militarmente), ni tampoco crear su propio Estado. Las opciones que ofrece Israel a los palestinos son dos: emigrar o morir. Y eso tiene un nombre.
Genocidio: aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.
La definición del término “genocidio” es simple y directa, y no deja demasiado lugar a discusiones. El término fue utilizado por primera vez en 1944 por el jurista polaco Raphael Lemkin, siendo definido en el artículo 2 de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (CPSDG) de 1948 como “cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, de manera total o parcial, un grupo nacional, étnico, racial o religioso, tales como: la matanza de miembros del grupo; lesiones graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo; sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia y acarrear su destrucción física, total o parcial; medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo”. Pues bien, todos estos actos ( y muchos otros), son cometidos desde hace décadas por Israel contra el pueblo palestino, al que no permiten la creación de su propio estado (la famosa solución de dos estados) ni tampoco integrarse en su propio estado.
Las únicas salidas que ofrece Israel al pueblo palestino son dos: emigrar o morir.
Para lograr este objetivo, el Estado sionista de Israel utiliza múltiples y variadas técnicas: desde las restricciones de movilidad al bloqueo económico y sanitario, pasando por el secuestro, la extorsión, el envenenamiento o el uso reiterado de la violencia contra la población civil. Los ejemplos de la barbarie que cometen son incontables, como estamos viendo estos días. En tan solo una semana, los muertos por los bombardeos israelís en la franja de Gaza superan los 200, la mayoría de ellos civiles y niños. Mientras esto sucede, EE. UU. ya ha reiterado su apoyo e incluso ha firmado un acuerdo de venta de armas por valor de más de 700 millones de dólares para que la masacre de palestinos continúe, además de bloquear todos los intentos de mediación de otras potencias o la adopción de una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU. Israel tiene vía libre.
LA HISTORIA SE REPITE
Dicen que fue el poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana quien dijo que “quien olvida su historia está condenado a repetirla”. Dicha frase está escrita incluso en la entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz. Sin embargo es evidentemente falsa. Los israelíes recuerdan a la perfección la barbarie que sufrió en sus propias carnes el pueblo judío, y sin embargo están repitiendo la historia, esta vez en el papel de verdugos.
Obviamente los tiempos cambian, y las técnicas utilizadas no son las mismas, pero la idea si: acabar con el “enemigo”. Hitler y sus seguidores creían firmemente que los judíos eran su enemigo, al igual que el israelí medio considera que los palestinos son su enemigo. Y ambos buscan una solución similar: su exterminación.
Los nazis me hicieron tener miedo de ser judío y los israelíes me hacen tener vergüenza de ser judío – Israël Shahak, profesor, autor y activista por los derechos civiles polaco. Superviviente del Holocausto.
No me gustaría banalizar con el tema del Holocausto, puesto que es uno de los capítulos más oscuros escritos por el ser humano en su existencia. Los números de muertos o las técnicas utilizadas poco tienen que ver con la situación que actualmente se vive en Palestina. Pero sin embargo también existen múltiples y tétricas similitudes. En ambos casos, uno de los “bandos implicados” cuenta con una superioridad inapelable en lo que se refiere al uso de la fuerza, mientras que “el otro bando” se encuentra totalmente a su merced. Y en ambos casos, el bando implicado con mayor capacidad para el uso de la fuerza no ofrece una salida al otro bando.
Cabe recordar que en todos los conflictos armados existen dos o más bandos que intentan vencer al otro, ya sea para dominar un territorio (Sáhara Occidental, Ucrania, Kurdistán…) o bien para dominar ideológicamente un mismo territorio ( guerra civil española, americana…). En ambos casos, lo normal es que uno de los bandos se imponga y termine venciendo militarmente, pasando a controlar a los vencidos que queden vivos, que deben resignarse y asumir la derrota renunciando a su causa. Pero en el caso de Israel y Palestina esto no sucede, puesto que Israel no permite a los palestinos vivir como ciudadanos israelíes (lo que supondría perder la condición innegociable para ellos de ser un Estado judío), pero tampoco les permite crear su propio Estado. La única posibilidad de solución del conflicto para los israelís es que los palestinos desaparezcan. Aquí sí les ofrecen dos alternativas como ya comentamos: emigrar o morir. Y como los palestinos que todavía permanecen en su territorio no parece que vayan a irse a ningún sitio, solo queda la segunda opción, que es en lo que trabaja Israel. Y tiene un nombre: genocidio.
Con la suficiente perspectiva resulta evidente que lo que se produjo en Palestina en 1948 fue una suerte de limpieza étnica perpetrada por los judíos en las zonas árabes – Benny Morris, historiador israelí sionista.
Recuerdo perfectamente el terror que sentí al asistir en directo al trato que reciben los palestinos que han decidido no abandonar su tierra por parte de las fuerzas de seguridad de Israel. Pero recuerdo todavía con más indignación y pena la respuesta del pueblo israelí. En mi inocencia juvenil, y tras volver a Tel Aviv después de un recorrido por Cisjordania, estaba seguro que de el horror al que había asistido y que se vive a diario desde hace décadas en los Territorios Palestinos Ocupados era cosa de extremistas que llegaron al poder y que tienen atemorizada a su propia población. Nada más lejos de la realidad. El israelí medio odia a los palestinos con toda su alma, y muchos de ellos consideran que la única salida es su aniquilación.
CREANDO TERRORISTAS
Si uno se informa únicamente de este tipo de “conflictos” internacionales a través de los medios de comunicación de masas, lo más probable es que el entendimiento real de dicho conflicto sea muy escaso, cuando no directamente erróneo. Y la razón es sencilla: esos mismos medios de comunicación que se suponen independientes, en realidad pertenecen a uno de los actores implicados en dicho “conflicto”. Es decir, la mayor parte de la información procedente de los grandes oligopolios informativos no puede ser considerado como periodismo, sino como propaganda. Y en el caso del “conflicto” israelí-palestino no podía ser menos.
Occidente (EE. UU. – OTAN) tiene una serie de intereses vitales en esta parte del mundo que son evidentes e innegables. Se podría decir que Israel es como una especie de sucursal de Estados Unidos en Oriente Próximo, y para ellos los palestinos son como una piedra en el zapato. Es por ello que llevan décadas intentado expulsarlos, y los avances han sido enormes.
A los que no han conseguido expulsar o matar, los convierten en terroristas ante la opinión pública internacional, para justificar las operaciones militares y que estas puedan desarrollarse con una base moral detrás. Es por ello que todos los medios occidentales informan con un evidente sesgo pro-israelí. Como ejemplo, la siguiente imagen que muestra el modo de tratar el tema por parte del informativo de La Sexta: los palestinos “mueren”, mientras que los israelíes “son asesinados”.
Podría parecer un error, pero cuando un mismo error se produce todos los días, en todos los medios y desde hace décadas… incluso un medio que se supone algo más neutral al ser un ente público como es TVE comete estos mismos pequeños “errores”. Estos días los informativos de esta cadena denominaban “respuesta militar” a los bombardeos israelíes y “venganza” a los lanzamientos de proyectiles desde Palestina.
Sin embargo los datos muestran una realidad bastante diferente: entre 2008 y 2020 5.590 palestinos perdieron la vida por ataques israelíes, mientras que por la parte israelí fueron 251 los muertos. La diferencia de músculo entre ambos “bandos” también es más que evidente. Israel es una de las principales potencias militares del mundo, mientras que Palestina no tiene ejército, y apenas cuenta con milicias como Hamás y sus cohetes. Cabe recordar que la ocupación de Palestina por parte de Israel comenzó en los años cuarenta, mientras que Hamás fue fundada en 1987, y no lanzó su primer cohete hasta 2001, pasados 53 años después del inicio de la Nakba.
La realidad nos muestra que este no es un conflicto bélico en el sentido estricto del término, puesto que la asimetría entre ambos bandos es demasiado evidente para que así sea. En dicho “conflicto” Israel ejerce la mayor parte de la violencia, mientras que Palestina pone los muertos y el sufrimiento.
Israel tiene encarcelada en la prisión más grande del mundo al pueblo palestino, que sufre un terrible embargo económico y un acoso diario tras expulsarlos de sus tierras, quemar sus casas, envenenar sus tierras y encarcelar a sus hijos. Y cuando a un palestino se le ocurre canalizar esa frustración e ira, el dedo de señalar occidental se muestra implacable: TERRORISTAS. El poeta Mahmoud Darwish lo explica bien es su poema “Confesión de un terrorista”:
Ocuparon mi patria
Expulsaron mi pueblo
Anularon mi identidad
Y me llamaron terrorista
Confiscaron mi propiedad
Arrancaron mis frutales
Demolieron mi casa
Y me llamaron terrorista
Legislaron leyes fascistas
Practicaron el odiado apartheid
Destruyeron, dividieron, humillaron
Y me llamaron terrorista
Asesinaron mis alegrías,
Secuestraron mis esperanzas,
Esposaron mis sueños,
Cuando rechace todas las barbaries
Ellos… ¡mataron un terrorista!Mahmoud Darwish.
Crear terroristas es una de las tácticas utilizadas por Israel para justificar lo injustificable. Por mucho que intenten convencernos de lo contrario, nadie tiene derecho a realizar masacres de civiles como está haciendo Israel en la franja de Gaza, castigando de modo colectivo a través de bombardeos contra viviendas, colegios, hospitales y centros de prensa (en solo tres días Israel ha destruido las oficinas de más de 20 medios de comunicación).
Gaza ocupa 360 Km 2 y tiene dos millones de habitantes, que viven bajo el más despiadado terrorismo de estado que aplica Israel en los territorios ocupados, donde no sólo se asesina, se tortura, se matan y detienen niños, mujeres , ancianos, mientras se destruye sistemáticamente su hábitat. Vivir entre escombros y sitiados por tierra, mar y aire, dejándolos sin agua, cortando la luz, la energía, los alimentos, es en realidad un enorme campo de concentración, un crimen de lesa humanidad, que se comete ante la mirada cómplice de una buena parte de países del mundo – Stella Calloni, periodista.
No solo la ética, la moral o el sentido común nos dicen que la táctica de Israel no es aceptable. El derecho internacional así lo manifiesta desde hace décadas también. El ataque contra civiles está prohibido por el derecho Intencional Humanitario, además de ser un crimen de guerra, según la Corte Penal Internacional. Las leyes de protección del niño redactadas en la IV Conferencia de Ginebra, y en los Convenios de Derechos Humanos también son vulneradas por el gobierno israelí. La Resolución 242 del Consejo de Seguridad, adoptada por unanimidad del Consejo de seguridad de la ONU el 22 de noviembre de 1967, “exige la instauración de una paz justa y perdurable en Oriente Medio”, pasando por “la retirada del ejército israelí de los territorios ocupados durante la Guerra de los Seis Días y “el respeto y reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial y la independencia política de cada Estado de la región, y su derecho a vivir en paz en el interior de fronteras reconocidas y seguras, al abrigo de amenazas y actos de fuerza”.
Los ataques indiscriminados son considerados crímenes de guerra y son los siguientes:
1) Los que no están dirigidos contra un objetivo militar concreto
2) Los que utilizan métodos de combate que no pueden dirigirse contra un objetivo militar concreto.
3) Los métodos o medios de combate que no pueden limitarse, como exige el Comité Internacional de la Cruz roja, Derecho Internacional Humanitario año 2005 en su regla 12.
Como vemos, la masacre de civiles en los Territorios Palestinos ocupados por Israel no tiene justificación ética ni legal. Y sin embargo se produce sin descanso desde hace décadas ante los impasibles ojos de Occidente. Quizás el estar involucrado directamente en uno de los peores genocidios del siglo XXI tenga algo que ver.
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