¿Cuándo España se posicionará de manera clara y contundente en la defensa de los derechos humanos y el derecho internacional?
LA DEMANDA INTERNACIONAL POR GENOCIDIO: JUSTICIA CONTRA LA IMPUNIDAD
Irlanda ha dado un paso histórico al sumarse formalmente a la demanda por genocidio contra Israel, presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia. Esta adhesión no es un gesto simbólico, sino un golpe directo contra la política de asedio y violencia que ha convertido a Gaza en un cementerio a cielo abierto. La respuesta de Israel fue inmediata: cerrar su embajada en Dublín en un acto de represalia diplomática que demuestra más nerviosismo que poder.
La cifra de 46.000 muertos palestinos desde el inicio de la ofensiva israelí no es solo un número, sino la representación del precio humano del silencio internacional. Mientras los gobiernos occidentales continúan mirando hacia otro lado, Irlanda y Sudáfrica han tomado la delantera en un proceso judicial que busca exponer lo que las potencias globales prefieren ocultar.
La adhesión de Irlanda rompe el molde de las alianzas tradicionales de Europa. El país ha demostrado que no teme desafiar la narrativa hegemónica que presenta a Israel como un estado intocable. Este acto es una llamada a la conciencia global. Cada país que se sume a esta demanda es un paso más hacia el fin de la impunidad.
EL BLOQUEO DE LA VERDAD: ¿A QUIÉN TEME ISRAEL?
En un intento de controlar la narrativa, Israel ha bloqueado una investigación de Naciones Unidas sobre las denuncias de violencia sexual cometida durante los ataques de Hamás el 7 de octubre de 2023. Sin embargo, lo más revelador es la razón detrás de este bloqueo: el temor de que la ONU destape los abusos sexuales sufridos por palestinas y palestinos en prisiones israelíes.
Cuando un Estado bloquea investigaciones, la sospecha se convierte en evidencia ante la opinión pública. El periódico Haaretz, conocido por su periodismo crítico dentro de Israel, ha destapado que este veto no solo busca ocultar las atrocidades de octubre, sino también proteger un sistema penitenciario donde los cuerpos palestinos se convierten en un campo de batalla más. Esta maniobra recuerda que la violencia sexual no es un daño colateral de la guerra, sino un mecanismo de humillación y dominación sistemática.
Mientras tanto, la devastación en Gaza alcanza proporciones inhumanas. En áreas designadas por Israel como “zonas seguras”, los ataques mataron a 51 personas, entre ellas cinco menores. En Al-Mawasi, una simple tienda de campaña se convirtió en la última morada para cinco niños desplazados. La ironía cruel de las llamadas “zonas seguras” es que, en Gaza, no existe un refugio seguro. Las familias palestinas están excavando sus propias tumbas bajo las tiendas de campaña para intentar protegerse de los bombardeos.
Las palabras de Tayseer Obaid, un padre desplazado por novena vez, son un testimonio que debería estremecer al mundo: “Mis hijos vivían en condiciones dignas. Ahora vivimos bajo tierra, como en una tumba”. La dignidad ha sido sustituida por un agujero en la tierra. Esto no es una tragedia fortuita, es un crimen diseñado para quebrar la resistencia de un pueblo.
¿PARA CUÁNDO ESPAÑA?
La pregunta no solo es legítima, sino urgente: ¿cuándo España se posicionará de manera clara y contundente en la defensa de los derechos humanos y el derecho internacional? Mientras Irlanda demuestra que no basta con comunicados vacíos ni condenas simbólicas, el Estado español sigue atrapado en equilibrios diplomáticos que rozan la cobardía.
Desde hace décadas, España ha tenido una deuda histórica con Palestina. La simpatía ciudadana hacia la causa palestina ha sido evidente en manifestaciones masivas, actos solidarios y ONG volcadas en documentar las atrocidades en Gaza y Cisjordania. Sin embargo, los gobiernos —independientemente de su color político— han mantenido una postura ambigua, más preocupados por las relaciones comerciales y militares con Israel que por defender los principios que dicen representar.
La pregunta es incómoda pero necesaria: ¿por qué Irlanda puede y España no? Si la respuesta es el miedo a las represalias o la presión internacional, entonces se evidencia lo más preocupante: que los derechos humanos se subastan al mejor postor.
LA LUCHA POR LA VERDAD
La comunidad internacional tiene ante sí una responsabilidad histórica. La demanda por genocidio no es un documento jurídico más; es una denuncia contra un proyecto que intenta borrar del mapa a un pueblo entero. Sin embargo, la maquinaria diplomática israelí y sus aliados harán lo imposible por desacreditar cualquier intento de justicia. La estrategia es clara: cambiar el foco de atención, etiquetar toda crítica como antisemitismo y posicionarse como la eterna víctima, aunque la evidencia en Gaza hable por sí misma.
El hecho de que Naciones Unidas se vea incapaz de llevar a cabo investigaciones imparciales revela las fisuras de un sistema internacional donde la correlación de fuerzas sigue dictando qué violaciones de derechos humanos merecen ser condenadas y cuáles se entierran en el olvido. Pero la entrada de Irlanda a esta batalla legal podría marcar un punto de inflexión. El relato que Israel intenta controlar se resquebraja con cada país que se atreve a desafiar su narrativa.
La tumba bajo la tienda de campaña de la familia de Tayseer Obaid simboliza el fracaso de la humanidad frente al genocidio. La verdadera pregunta es: ¿cuántas fosas más tienen que cavar las familias palestinas para que el mundo despierte?
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