Once de la noche en Marbella, Málaga. Un adolescente está tumbado en la cama, abre Tik Tok en su teléfono y sigue en directo la emisión de una mujer que susurra mientras toca el micrófono con las manos llenas de espuma y se pone a jugar con sus uñas. La protagonista del vídeo nunca alza la voz y le descubre un plano sonoro diferente al poder escuchar cosas que antes no apreciaba: la lengua dentro de su boca, el roce de sus dedos o su lenta respiración.
Este joven dedica 15 minutos de su vida, casi todas las noches, a ver este tipo de vídeos para caer rendido en los brazos de Morfeo. Muchos se preguntarán si habría que llevar al psicólogo al que ve el vídeo o a la autora que congrega a dos millones de suscriptores en la red social Tik Tok. Pero lo cierto es que nos encontramos ante la moda de los vídeos ASMR que se ha disparado durante la pandemia y, especialmente, en Tik Tok y Twitch.
La clave de estos vídeos: el costumbrismo sonoro
ASMR son las siglas de Autonomous Sensory Meridian Response (Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma) y son usadas para etiquetar vídeos que se dedican a eso: a relajarnos mostrándonos cosas que siempre estuvieron ahí. Ponen el foco en la anécdota o el costumbrismo sonoro. Al igual que existen otras corrientes como la comida lenta o slow food, parece que estos vídeos responden a la necesidad de los nativos digitales de parar el ruido y la saturación audiovisual.
Nos encontramos en un mundo lleno de pantallas, de imágenes y de sonidos en el que es complicado llamar la atención del espectador, acostumbrado a videojuegos hiperrealistas y a efectos especiales abrumadores. Además, cada vez es más difícil discernir entre lo que es real o mentira con vídeos sintéticos ultrafalsos como los de Tom Cruise.
En este contexto, los adolescentes ya no buscan solo entretenimiento cuando consumen vídeo. Algunas investigaciones que analizan este fenómeno concluyen que el espectador busca estos contenidos para responder a varias necesidades: autoevaluación y mejora, estimulación y relajación sensorial, entretenimiento, escapismo y pasar el tiempo o seguir las tendencias.
Es decir, los adolescentes que consumen incansablemente horas de vídeo ya no buscan solo entretenimiento desde el punto de vista estricto sino el placer a través del consumo de la imagen. La audiencia está anestesiada ante el impacto audiovisual y busca experiencias nuevas que podrían hasta rozar la pornografía sonora en casos donde Twitch ha bloqueado algún vídeo.
Pero ojo, porque estos vídeos generan amor y odio entre los usuarios. La decana de la Facultad de Comunicación y Humanidades de la UCJC, Eva García, asevera que “existe una parte de la población que no encuentra placenteros estos vídeos frente a otra que se siente atraída por ellos y que encuentra ayuda para relajarse escuchando esta nueva dimensión sonora como sucede con los sonidos blancos como el que genera un secador”.
El negocio del ASMR
En España, Ana Muñoz es el referente de los vídeos ASMR en Youtube, con 1,5 millones de suscriptores, y tiene claro que muchos de sus seguidores consumen sus vídeos para dormir mejor. De hecho, tiene un libro titulado “Los siete hábitos para dormir mejor” y realiza un doctorado sobre miedo escénico.
Pero la rentabilidad de este tipo de vídeos ya no se obtiene solo a través de las reproducciones. Al entrar en juego otras plataformas como Tik Tok y Twitch los ingresos pueden generarse a través de regalos (dinero) en directo, vídeos personalizados o suscripciones de pago.
El consumo de vídeo todavía no ha tocado techo en los dispositivos móviles. Preparémonos para la llegada de nuevas tendencias audiovisuales con la expansión del 5G. ¡Mentes abiertas!
Jorge Gallardo-Camacho trabaja en Atresmedia
The Conversation. Rigor académico, oficio periodístico
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