El 14 de marzo de 2020 se activó en España el estado de alarma como consecuencia del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la covid-19. Y eso nos mantuvo hasta el 21 de junio de 2020 en confinamiento, un escenario inédito que generó entre los españoles incertidumbre y nos enfrentó a nuevos problemas.
Los días previos a aquella declaración oficial se sucedían los rumores sobre el inminente confinamiento, alimentados por los medios y redes sociales. Una de las primeras consecuencias fue el desabastecimiento de productos de primera necesidad, higiene, limpieza, productos para bebés, medicinas o destinados a mascotas. Esto permitió ver imágenes apocalípticas en supermercados, con estanterías vacías y carros atestados de productos.
De hecho, una de las principales preocupaciones de las familias en aquellos momentos de desconcierto fue llenar sus despensas y neveras para evitar el desabastecimiento doméstico. Según los datos publicados, en la primera semana de confinamiento el desconocimiento hizo que 7 de cada 10 españoles comprara de manera compulsiva.
Es más, entre los muchos puntos de información del Art.10.2 del RD 463/2020 por el que se declara el Estado de Alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria, se hacían recomendaciones a la población a nivel logístico de cómo y quién debía ir a comprar. Además de intentar frenar ese acopio de productos, insistiendo en que su suministro estaba garantizado.
Más productos frescos que nunca
Entre los alimentos más demandados en los hogares en este periodo destacan los productos fresos (43.1% del gasto total y un 39.8% del volumen). El dato evidencia una clara tendencia a seguir la dieta mediterránea y, por tanto, a comer de forma más saludable. En segunda posición del ranking nos encontramos con aquellos alimentos que permitían un almacenamiento a largo plazo, como son los arroces, las patatas y las conservas.
Paralelamente se disparó la venta de productos que tradicionalmente se consumían fuera de casa, en locales de ocio: refrescos, cervezas y aperitivos salados. Quizás en un intento de mantener los hábitos de esparcimiento a pesar del encierro. Se incrementó asimismo el consumo de galletas, productos de bollería y chocolate, además de bebidas alcohólicas, tanto fermentadas como destiladas.
Otros productos estrella del confinamiento fueron las harina y levaduras. Detrás de su alto consumo, que se duplicó en la primera semana, está la tendencia a elaborar pan casero y productos de repostería.
Escudriñando un poco más en los datos se observa que, durante el estado de alarma, aumentó en un 24.5% el consumo en los hogares. O lo que es lo mismo, adquirimos 1.635 millones de kilos más de alimentos y bebidas dentro del ámbito doméstico que en el mismo periodo del año anterior (del 9 de marzo hasta el 7 de junio). Lógico teniendo en cuenta que todos los bares y restaurantes cerraron a cal y canto, lo mismo que los comedores escolares. Los menores de 35 años fueron los que más porcentaje de sueldo dejaron en la compra, hasta un 40% más durante la primera semana.
Como ya hemos mencionado, este aumento comenzó en las semanas anteriores a la declaración del estado de alarma por el acopio de alimentos. La compra se hizo más moderada a medida que se alcanzaban las diferentes fases de desescalada, hasta regresar a cifras similares a los mismos periodos en años anteriores.
En cualquier caso, parece justo reconocer a los trabajadores del sector alimenticio (agricultores, ganaderos, pescadores, a los empleados de los supermercados, transporte, reparto, logística y distribución) la importante labor realizada en este periodo de alarma.
¿Podemos comparar este periodo con otros similares?
Resulta complicado hacer comparaciones entre el episodio de estado de alarma –trece semanas confinados– y otros episodios de restricciones. Nos tendríamos que remontar a periodos bélicos para encontrar situaciones similares. Momentos en los que carecíamos de un sector industrial y una distribución alimentaria tan consolidados como los actuales, fruto de la nueva digitalización y globalización mundial.
Por si fuera poco, en el confinamiento se incrementó la compra online , lo que obligó a las distribuidoras a reforzar sus plantillas para la venta a domicilio. Nada que ver con cualquier situación de emergencia anterior previa a la explosión de Internet.
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