En los últimos meses, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado del aumento en los casos de cólera en todo el mundo: el riesgo potencial de infección afectaría a mil millones de personas en 43 países.
De hecho, sólo en la ultima semana de febrero tres países han declarado nuevos brotes, y la misma OMS ha calificado de “exponencial” el aumento de casos de cólera en África. En América, esta enfermedad bacteriana ha resurgido en Haítí y la República Dominicana. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
El cólera es una enfermedad conocida desde tiempos remotos. Ya Hipócrates en el siglo IV a. e. c. definió una dolencia con síntomas coincidentes, pero no se adoptó su nombre actual hasta 1817, a partir de su propagación desde la zona del subcontinente indio.
A lo largo de la historia se han registrado al menos seis pandemias de cólera: en 1817, 1829, 1852, 1863, 1881-1896 y 1899-1923, con una mortalidad global de varios millones de personas. En España, por ejemplo, fue responsable directo de 800 000 muertes en el siglo XIX. Los dos últimos brotes de cólera en este país fueron en 1911 y 1971, con sólo 65 fallecimientos.
Pero como hemos visto al principio, no es una enfermedad del pasado. De hecho, podemos decir que nos encontramos inmersos en la séptima pandemia, que comenzó en el sur de Asia en 1961 y llegó a África en 1971 y a América en 1991.
¿Cuáles son sus síntomas?
El cólera es una enfermedad diarreica aguda causada por la ingestión de alimentos o agua contaminados con la bacteria Vibrio cholerae, presente de manera natural o por contaminación con residuos de infectados en el agua usada para beber.
Afortunadamente, la infección suele ser leve o asintomática, pero cursa como una dolencia grave y potencialmente mortal en uno de cada diez afectados. Cuando esto último ocurre, el paciente sufre diarrea acuosa profusa, vómitos, sed, calambres en piernas y abdomen, así como irritabilidad, falta de energía o somnolencia. Estas personas tienen deshidratación severa, que puede causar fallo renal y derivar en shock, coma y muerte en cuestión de horas.
¿Cuánta población está afectada?
La infección causada por la bacteria de agua dulce Vibrio cholerae es endémica (o sea, afecta habitualmente a una determinada región) en muchos países de África y del Mediterráneo oriental. Aunque no hay notificación de todos los afectados, los estudios estiman que se producen cerca de 3 millones de casos y cerca de 100 000 muertes anuales en el mundo.
En 2022, 29 países registraron casos y muchos de ellos presentaron niveles muy superiores tanto en incidencia como en mortalidad con respecto a pasados años. La tasa media de letalidad es del 1,9 %, la más alta en más de una década. Solo cabe decir que en África fue del 2,9 %. Por tanto, el cólera es una enfermedad que sigue siendo plenamente “actual” en muchos países.
¿Por qué no hemos podido erradicarla?
Cabe citar diversas razones, como el cambio climático, el acceso a las vacunas, los conflictos internacionales, las crisis humanitarias y la pobreza. Pero, ¿cómo afectan concretamente estos factores?
– Cambio climático. Podemos hablar de periodos fríos, como el último periodo glacial que acabó hace 10 000 años, y cálidos. Actualmente estamos en un periodo cálido, impulsado por la acción humana. ¿Y qué supone esto para el planeta? Temperaturas más altas de lo normal, con largos períodos sin precipitaciones en unas zonas (lo que causa sequía) y breves períodos con grandes precipitaciones en otras (inundaciones).
¿Recuerdan cómo se transmitía el cólera? Bacteria acuática, contaminación con residuos de personas infectadas… Si falta agua, seguramente no esté lo más limpia posible. Por otro lado, las inundaciones propiciarán que las aguas contaminadas se mezclen con las potables. En ambos casos el resultado es un caldo de cultivo perfecto para patógenos que se transmiten por ese medio líquido.
– Crisis humanitarias. En muchos países de África, los conflictos políticos y religiosos y las sequías están llevando a los habitantes a grandes migraciones, hacinamiento, hambrunas, falta de las medidas de higiene básicas y, por supuesto, la falta de un sistema o red sanitaria eficiente. Es el escenario perfecto para la diseminación de enfermedades infecciosas como el cólera.
De hecho, en estas zonas de crisis humanitarias la tasa de letalidad por cólera es del 4,1 % frente al 1,9 % de media a nivel global. Según ACNUR, de los 100 millones de personas refugiadas, desplazadas internas y solicitantes de asilo a nivel mundial, 30 millones viven en África. Además, en la zona de África Oriental, el Cuerno de África y la región de los Grandes Lagos, 113 millones de personas requirieron asistencia urgente en 2022.
– Falta de vacunas. Existe una inmunización, de administración oral, que tiene buenos resultados. Se estima que la duración de la protección es de dos años y resulta eficaz en más del 70 % de los vacunados. Pero entonces, ¿cuál es el problema? La cantidad de gente que puede estar potencialmente afectada por la enfermedad frente a la producción de la vacuna.
Actualmente se fabrican unos 30 millones de dosis anuales de este fármaco, diseñado para ser administrado en dos tomas. Y según su informe anual, la ONU estima que en 2023 alcanzaremos los 339 millones de personas afectadas por crisis humanitarias.
Eso supone que incluso aplicando la recomendación extraordinaria del Grupo Internacional de Coordinación (la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, MSF, el UNICEF y la OMS) de limitar la administración a una dosis por paciente para aumentar la tasa de vacunación, la producción mundial de la vacuna solo cubre al 10 % de la población en riesgo. Si extrapolamos a los datos que hemos visto antes de África, esto supondría sólo el 3 % de la población que se puede infectar.
Por tanto, en África están coincidiendo una serie de circunstancias que hacen que la tasa de contagio y de letalidad por cólera esté alcanzando niveles nunca vistos.
¿Y qué podemos hacer?
El Grupo de Trabajo Global sobre el Control del Cólera (GTFCC), auspiciado por la OMS y formado por organizaciones gubernamentales y no gubernamentales (incluyendo la ONU) e instituciones científicas, fijó el objetivo de reducir en un 90 % la tasa de mortalidad por cólera.
Lo necesario para, al menos, disminuir la tasa de infección es mejorar las condiciones alimentarias e higiénicas, dotar de infraestructuras a las diferentes poblaciones, como el alcantarillado y agua clorada. Con estos pasos conseguiremos reducir en ese 90 % deseado, quién sabe si tal vez más. Ese es el camino y el objetivo.
Para concluir, me gustaría poner en valor el trabajo de los científicos en la lucha contra las enfermedades. Según la OMS, la varicela ha sido completamente erradicada. Además, una serie de enfermedades también han sido prácticamente eliminadas gracias al uso de las vacunas: difteria, tétanos, tosferina, poliomielitis, sarampión, rubéola y parotiditis. Esperemos que el cólera les haga pronto compañía.
Francisco Jose Roig Molina no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
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