No es casualidad que esto ocurra en una comunidad gobernada por el PP y Vox, partidos que han normalizado el discurso franquista
La violencia de la extrema derecha no se detiene ni ante un estudiante que se atreve a cuestionar la exaltación del franquismo en los institutos. Víctor Martínez, portavoz del Sindicato de Estudiantes en Castilla y León, ha sido brutalmente agredido por dos compañeros de su propio centro tras denunciar la organización de un viaje al Valle de Cuelgamuros, el mausoleo del dictador Francisco Franco. La agresión se produjo en plena jornada escolar, ante la mirada de un profesor que no movió un solo dedo para impedirla.
LA EXTREMA DERECHA SE ORGANIZA Y LAS AUTORIDADES MIRAN A OTRO LADO
La paliza a este estudiante no es un hecho aislado. Forma parte de una estrategia más amplia de la extrema derecha para recuperar el control ideológico de las aulas y perseguir a quienes denuncian sus abusos. Desde que Martínez hizo público que varios alumnos del IES Núñez de Arce habían proferido cánticos fascistas durante la excursión, ha sido objeto de una escalada de amenazas que culminó con una agresión física al grito de “rojo de mierda” y “hay otros preguntando dónde vives”.
La inacción de la Consejería de Educación de Castilla y León ha sido clamorosa. No solo no ha sancionado a los responsables de la excursión, sino que ha permitido que el ambiente en los centros educativos se enrarezca hasta el punto de facilitar agresiones políticas. No es casualidad que esto ocurra en una comunidad gobernada por el PP y Vox, partidos que han normalizado el discurso franquista y se niegan a aplicar la Ley de Memoria Democrática.
EL PROFESORADO CÓMPLICE Y LA DEMANDA DE JUSTICIA
Lo más preocupante no es solo la agresión en sí, sino el silencio cómplice de parte del profesorado y las autoridades académicas. Según denuncia el Sindicato de Estudiantes, un profesor fue testigo de la paliza y no hizo absolutamente nada para evitarla. Esto no es desidia, es colaboración con el fascismo. La organización exige la expulsión inmediata de los agresores y la destitución del docente que permitió el ataque.
Pero la pasividad institucional no se limita al ámbito escolar. Las denuncias de Martínez han tenido repercusión mediática, pero la fiscalía y las fuerzas de seguridad no han movido un dedo para garantizar su seguridad. Al contrario, el joven sigue recibiendo amenazas, y la extrema derecha sigue operando con total impunidad dentro y fuera de las aulas.
No es una casualidad que esto ocurra en un contexto donde la extrema derecha está ganando terreno en las instituciones. Los discursos de odio se traducen en agresiones físicas cuando el Estado permite que los fascistas campen a sus anchas. Hoy le ha tocado a un estudiante, mañana puede ser cualquier otra persona que ose desafiar a la nueva inquisición ultraderechista. No hay medias tintas: o se actúa con contundencia o el fascismo seguirá avanzando.
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