Empleo público destruido, turismo en caída y sectores sin mano de obra: los primeros efectos del dogmatismo impuesto por Donald Trump
El último Libro Beige de la Reserva Federal, publicado el 23 de abril de 2025, es un espejo que devuelve la imagen distorsionada de un país que empieza a pagar los delirios proteccionistas y el nacionalismo económico de su presidente. Aunque el informe advierte que la actividad económica global “no ha cambiado mucho”, el mercado laboral se resquebraja por varias costuras. El deterioro es lento pero implacable, como un hundimiento que empieza por las grietas más vulnerables: los empleos públicos y los sectores con alta dependencia migrante.
Las y los trabajadores financiados con fondos gubernamentales están siendo los primeros sacrificados. No por casualidad. La mano de Elon Musk al frente del nuevo y distópico Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) se está dejando notar como una podadora ciega y despiadada. Las instrucciones son claras: desmantelar el empleo público en nombre de la eficiencia. Lo llaman optimización; es precarización con corbata.
El informe de la Fed no oculta su preocupación. Aunque intenta dulcificar con fórmulas prudentes, habla ya de empresas preparando despidos. Otras han congelado sus contrataciones en espera de que se despeje el horizonte de aranceles, amenazas y contramedidas que ha desatado Trump desde que el 2 de abril impusiera nuevas tarifas a productos extranjeros, incluyendo a su propio vecino: Canadá.
LA XENOFOBIA TAMBIÉN PAGA IMPUESTOS: ESCUELAS SIN PROFESORADO Y CAMPOS SIN MANO DE OBRA
El otro frente de batalla es la oferta de mano de obra. Según el Libro Beige, algunos distritos reportan problemas puntuales, aunque significativos: falta de personal por restricciones migratorias, sobre todo en sectores donde la economía real se sostiene gracias a trabajadoras y trabajadores inmigrantes. No es una novedad, pero ahora hay una constatación oficial: sin migración, no hay mano de obra suficiente para sostener la maquinaria productiva.
Pero en la América de Trump, reconocer esa verdad equivale a traición. En su universo de muro y veto, la inmigración no es una solución, sino un enemigo al que culpar de todos los males, mientras los cultivos se pudren por falta de jornaleras, o las escuelas rurales no encuentran profesorado dispuesto a cubrir plazas abandonadas.
La política migratoria de Trump está lejos de ser una política: es una declaración de guerra contra la lógica económica, donde el cierre de fronteras se impone incluso a costa de provocar desabastecimiento laboral. De forma más sutil, la Fed confirma que hay “informes aislados” que relacionan la escasez de personal con las nuevas normativas migratorias. Es decir, ni siquiera el personal técnico y cualificado queda a salvo del dogmatismo.
Por si fuera poco, el turismo también retrocede. La caída de visitantes internacionales, sobre todo canadienses —hartos de ser insultados por Trump, que llegó a decir que Canadá podría ser el estado 51—, es otra grieta más. Se pierde ingreso, empleo y conexión internacional. El país se encierra en sí mismo como un búnker paranoico que vigila la pureza de sus trabajadores al tiempo que destruye su tejido productivo.
El Libro Beige no es una profecía, es un parte médico. Y el diagnóstico es claro: el cuerpo económico de Estados Unidos empieza a rechazar la terapia de choque que le ha recetado su presidente. Ni las empresas confían en el plan ni el mercado laboral puede sostener sus efectos colaterales.
Según Reuters, que ha tenido acceso directo al documento, hay una tendencia “ligeramente pesimista” entre las y los responsables económicos de los distintos distritos. Una fórmula demasiado diplomática para describir la tormenta que se avecina.
No es la economía la que está rompiéndose: es el contrato social.
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