22 Ene 2025

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El Senado paga un sueldo al abogado de Manos Limpias en la causa contra el fiscal general gracias al PP
POLÍTICA ESTATAL, PRINCIPAL

El Senado paga un sueldo al abogado de Manos Limpias en la causa contra el fiscal general gracias al PP 

La contratación de Víctor Soriano pone en evidencia la utilización de recursos públicos para estrategias judiciales de partido.

El fichaje de Víctor Soriano por el PP, con un sueldo anual de 56.937 euros financiados por el erario público, plantea serias cuestiones sobre la ética y la transparencia en el uso de recursos institucionales. Soriano, conocido por su papel como abogado de la organización ultraderechista Manos Limpias, está detrás de importantes ofensivas judiciales contra figuras clave del Gobierno, incluyendo al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz.

Desde su contratación en enero de 2024, Soriano ha desempeñado un papel crucial como asesor en la Secretaría Primera del Senado, liderada por la popular Eva Ortiz. Sin embargo, la vinculación entre su actividad pública y privada resulta difícil de ignorar. Mientras asegura que su despacho trabaja con “clientes variados”, entre los que menciona ayuntamientos gobernados por el PSOE, su labor en casos judiciales estratégicos para el PP y su cercanía a organizaciones como Manos Limpias delinean una agenda ideológica evidente.

La cuestión central no es solo su compatibilidad legal, sino la percepción de imparcialidad que se erosiona cuando figuras clave en procesos judiciales actúan simultáneamente como empleados públicos y representantes de intereses partidistas.

MANOS LIMPIAS Y EL PP: UNA ALIANZA ESTRATÉGICA

Manos Limpias, conocida por personarse como acusación popular en casos que afectan al Gobierno, actúa como una herramienta judicial al servicio de intereses políticos específicos. Soriano, como abogado de esta organización, refuerza la sospecha de una coordinación que va más allá de lo casual. Los casos contra la esposa y el hermano del presidente Sánchez, así como la investigación sobre el fiscal general, son ejemplos de cómo se utiliza la justicia como un campo de batalla política.

Soriano, además, ha ampliado su influencia mediante la contratación de figuras afines al PP, como José Luis Pantoja, presidente de Nuevas Generaciones en Alcorcón. Este tipo de movimientos sugiere un tejido de conexiones que beneficia al partido conservador en sus ataques contra el Gobierno.

Mientras tanto, el PP presume públicamente de su acceso a información confidencial en investigaciones en curso, una práctica que genera dudas sobre la integridad del sistema judicial. La acusación del fiscal general sobre filtraciones provenientes de las acusaciones populares añade una capa más de opacidad a un escenario ya preocupante.

“Todo se terminará por saber”, repiten portavoces del PP. Pero, ¿quién controla las cartas marcadas que el partido parece manejar con tanta seguridad?

ENTRE LA INSTITUCIÓN Y EL NEGOCIO PRIVADO

El caso de Soriano es también un ejemplo de la puerta giratoria entre los intereses privados y las instituciones públicas. Como profesor universitario, dueño de un despacho de abogados y asesor en el Senado, su trayectoria refleja una acumulación de roles que difumina los límites entre el servicio público y el beneficio privado. La participación de Soriano en eventos organizados por medios como OkDiario, donde comparte cartel con jueces asociados al PP, subraya esta preocupante imbricación.

El impacto de estas prácticas no es menor. La confianza ciudadana en la justicia depende de la percepción de independencia e imparcialidad de las instituciones. Cuando abogados vinculados a organizaciones partidistas ocupan puestos financiados con dinero público, se socava la legitimidad de esas mismas instituciones.

El Senado, bajo la presidencia de Pedro Rollán, ha eludido cualquier responsabilidad en este asunto, limitándose a señalar que la contratación de Soriano recae en la Secretaría Primera. Este desdén por la rendición de cuentas evidencia la falta de voluntad para abordar el problema de raíz.

El uso de recursos públicos para alimentar estrategias partidistas es un ataque directo a la democracia.

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