La ira contra el sistema sanitario privado se convierte en un grito generacional
Un reciente estudio de Emerson College Polling ha desatado un intenso debate sobre los límites de la aceptación social de la violencia. Según los datos, el 41 % de las y los jóvenes menores de 30 años consideran aceptable el asesinato de Brian Thompson, CEO de UnitedHealthcare, ocurrido el pasado 4 de diciembre en Nueva York. En un panorama que refleja profundas fracturas sociales, estas cifras son un indicador inquietante del hartazgo generacional frente al sistema sanitario privatizado de Estados Unidos.
Mientras un 68 % de las personas encuestadas, independientemente de su edad, rechaza el acto violento, las opiniones en el rango de 18 a 29 años muestran una grieta. Un 24 % calificó el asesinato como “algo aceptable” y un 17 % lo consideró “completamente aceptable”. Estas cifras dibujan un panorama desolador sobre la radicalización de las percepciones de justicia en un sector de la población que ha crecido en un contexto de precariedad y desigualdad flagrante.
El asesinato de Thompson, quien fue abatido con dos disparos —el segundo cuando ya yacía en el suelo—, ha estado rodeado de una oleada de comentarios en redes sociales que oscilan entre la indiferencia y la justificación directa. Este fenómeno no es casual: la frustración acumulada hacia las aseguradoras de salud, vistas como símbolos de codicia corporativa y exclusión sistemática, ha encontrado en este acto violento un reflejo extremo de una ira contenida.
Spencer Kimball, director ejecutivo de Emerson College Polling, subraya el componente político del hallazgo. Mientras un 22 % de personas demócratas dijeron encontrar aceptable el asesinato, el porcentaje bajó al 16 % entre independientes y al 12 % entre republicanas. Estos datos refuerzan la idea de que las y los jóvenes más progresistas ven en la violencia una respuesta posible al desamparo institucional que sienten en áreas críticas como la salud y el acceso a servicios básicos.
¿SÍMBOLO DE HARTAZGO O ESCALADA INQUIETANTE?
El contexto del asesinato y sus reacciones también revelan la creciente desconexión entre los valores tradicionales de justicia y las realidades de quienes viven en la precariedad. Luigi Mangione, el joven de 26 años acusado del crimen, fue detenido días después en Pennsylvania, gracias a la denuncia de una trabajadora de McDonald’s. Sin embargo, hasta ahora, las autoridades no han esclarecido el motivo detrás del acto, dejando la puerta abierta a interpretaciones que van desde la venganza personal hasta la desesperación social.
Las aseguradoras de salud, con UnitedHealthcare a la cabeza, han sido objeto de escrutinio durante décadas por las prácticas que dejan sin cobertura a millones de personas o las empujan a la ruina económica. Para muchas y muchos jóvenes, la figura de Thompson encarna ese sistema implacable, alimentando un discurso que justifica su muerte como una suerte de justicia poética.
La generación que encuentra «aceptable» este tipo de actos ha crecido bajo el peso de un sistema que no perdona. Endeudamiento estudiantil masivo, imposibilidad de acceso a vivienda digna y sistemas de salud excluyentes son parte de su día a día. No sorprende, entonces, que la frustración se traduzca en una indiferencia frente a la violencia o, incluso, en una peligrosa aceptación de esta como herramienta de cambio.
El estudio no es un dato aislado. Resalta una polarización creciente, no solo política, sino también moral, que atraviesa a las y los más jóvenes. Un sistema que perpetúa la desigualdad genera, inevitablemente, una respuesta que cuestiona las mismas bases de la legalidad y la ética.
No es solo un asesinato. Es un síntoma.
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