Fondo antiguo de la biblioteca de la Universidad de Sevilla
El día 11 de febrero es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Si preguntamos a azar a cualquier persona a pie de calle, poca gente elegiría a una lingüista, arqueóloga, filósofa, antropóloga o socióloga como ejemplo de científicas.
Este error transmitido de manera inconsciente desde la educación, los medios de comunicación y la sociedad se hace más patente si intentamos buscar nombres femeninos en algunas de estas disciplinas.
¿Qué estudias? ¿Ciencias o letras?
Pero, primero, defendamos que ambas disciplinas de estudio no tienen que estar enfrentadas, ya que esa falta de “humanismo” no es buena para el desarrollo de todas nuestras capacidades intelectuales.
La mayoría de las veces utilizamos el término ciencia referido a las ciencias experimentales e imaginamos rápidamente una bata blanca, un laboratorio o un microscopio.
Sin embargo, las técnicas de observación y trabajo de campo también se realizan en las ciencias humanas. No todo va a ser contemplación, si no que se lo digan a las ficticias Temperance Brenan o Sara Lávrof, la arqueóloga compañera de Tadeo Jones.
El diccionario de la RAE define la ciencia como el “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento”, diferenciando las ciencias humanas, las ciencias sociales y las ciencias exactas y las naturales.
La educación las ha separado siempre como algo antagónico. Sin embargo, para comprender muchos conceptos y teorías deben entenderse como algo complementario. Así lo veían nuestros antepasados, para los que la retórica o la filosofía eran la base de cualquier saber. Fijémonos si no en ese “hombre del renacimiento”, que igual escribía novelas que construía artilugios voladores. Sigamos buscando esa polimatía –“el aprender mucho” en griego– y encontrémosla en la interdisciplinariedad actual.
Los lingüistas, por ejemplo, trabajan analizando problemas del trastorno del lenguaje en centros asociados a la medicina, donde la biología y la psicología son importantes. O, en el presente, podemos ver cómo aumenta la demanda de disciplinas como la lingüística computacional o la lingüística forense.
Las científicas letradas
Hasta este momento hemos repasado la importancia de las Humanidades como ciencia para el avance de la sociedad y del pensamiento. Ahora, mínimamente, vamos a reconocer a algunas grandes figuras femeninas que destacaron por su erudición en el mundo de las letras desde el Renacimiento al siglo XXI.
El barrio de La Latina en Madrid se llama así por una mujer: Beatriz Galindo, “La Latina”. Gran humanista y latinista, su fama de erudita la llevo a ser la maestra de Isabel I, la Reina Católica, quien fomentó el contacto entre mujeres doctas, las Puellae doctae, a las que reunían en su corte y bajo su mecenazgo.
Otras dos ilustres humanistas, Luisa de Medrano y Francisca de Nebrija, fueron consideradas las primeras profesoras en la universidad española. Medrano (llamada Lucía en algunas fuentes primarias) impartió algunas clases en Salamanca e incluso se debate si tuvo una cátedra. Nebrija, por su parte, se cree que dio clases en Alcalá de Henares, sucediendo a su padre –Elio Antonio de Nebrija– en la cátedra de retórica. Ambas siguen siendo muy desconocidas, sobre todo la segunda, de la que apenas se tienen datos confirmados.
Por último, aunque hay muchas más, destaca la filóloga y lexicógrafa María Moliner, reconocida internacionalmente por el diccionario que popularmente lleva su nombre. Su obra reflejó su trabajo y su inteligencia, así como su pasión por la palabra. En 1972 fue candidata a un sillón en la Real Academia Española pero no fue elegida.
En 1979, Carmen Conde, que sí se convertiría en la primera académica de la historia, diría que su elección ponía fin “a una tan injusta como vetusta discriminación”.
A través de sus letras, descubramos con ellas a muchas más bajo el epígrafe, también, de científicas: lingüistas, filólogas, economistas, antropólogas, traductoras, pedagogas, filósofas y un largo etcétera de trabajos e investigaciones que se ocupan del ser humano desde muy diversas perspectivas de una manera transversal y multidisciplinar. Un campo muchas veces olvidado, por desconocido, que merece más difusión.
Inmaculada Sanz Mateos no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
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