Europa reducirá su dependencia de la energía rusa, pero comprará el gas más caro y más perjudicial para el planeta mientras el gran beneficiario de todo esto es Estados Unidos.
La semana pasada, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, acordó con Ursula von der Leyen aumentar las exportaciones de gas natural a la Unión Europea en hasta un 67,5% hasta 2030, lo que supone un intento por reducir la dependencia de Europa de la energía rusa.
Es decir, según el acuerdo, EE.UU. sustituirá alrededor del 10% del gas total que Europa compra a Rusia, que actualmente le suministra alrededor del 40%. El objetivo es garantizar unos 50.000 millones de metros cúbicos al año de gas estadounidense, frente a los 22.000 millones de metros cúbicos del año pasado.

«Putin está utilizando los recursos energéticos de Rusia para coaccionar y manipular a sus vecinos», dijo Biden a los periodistas en Bruselas. «Ha utilizado las ganancias para impulsar su máquina de guerra», añadió.
Además dijo que eliminar el gas ruso tendrá costos para Europa, pero «no solo es lo correcto desde un punto de vista moral, sino que nos pondrá en una posición estratégica mucho más sólida».
Por su parte, la presidenta de la UE afirmó que «como europeos queremos diversificarnos lejos de Rusia hacia proveedores en los que confiemos, que sean amigos y que sean confiables».
Negocio redondo
Biden ha hecho un negocio redondo, que supondrá una venta de gas valorada en más de 140.000 millones de euros para las arcas estadounidenses, y que además le permite ganar apoyos comunitarios en su enfrentamiento con Putin.
El gas que proporcionará Biden a Europa costará aproximadamente el doble del que se transporta mediante gasoductos. Esto se debe, entre otras cosas, además de que el procedimiento de extracción hidráulico es más costoso, a que este gas procedente del «fracking» debe ser licuado y transportado en barco y camiones hasta una planta regasificadora del destino, donde volverá a transformarse en gas.
Consecuencias del «fracking»
Sin embargo, las asociaciones ecologistas advierten de las fatales consecuencias que tiene el «fracking» para el medio ambiente: contaminación de las aguas subterráneas, contaminación atmosférica, emisión de gases de efecto invernadero, inducción de terremotos, contaminación acústica e impacto en el paisaje.
Además, a esto hay que añadir la contaminación adicional que generan los buques metaneros y los camiones que transportan este gas licuado hasta las plantas regasificadoras o el gran consumo de agua que requiere el procedimiento de extracción.
Sanciones a Rusia
En respuesta a la invasión de Ucrania, EE.UU. ha prohibido todas las importaciones de petróleo y gas de Rusia. Por su parte, Reino Unido eliminará gradualmente las importaciones de petróleo ruso para finales de 2022 y Alemania ha suspendido el permiso para la apertura del gasoducto Nord Stream 2 que le une con Rusia.
Los fertilizantes rusos, fuera de sanción para Estados Unidos
Las autoridades estadounidenses dejaron al margen los fertilizantes rusos de las sanciones «para evitar un déficit de productos quiímicos«.
Por esta razón, los fertilizantes de origen ruso se incluyeron en el listado de bienes esenciales, publicada por la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Tesoro de EEUU el pasado 24 de marzo.
Las sanciones a Rusia amenazan la hegemonía mundial del dólar
Sin embargo, desde el FMI han advertido las sanciones a Rusia podrían tener cierto efecto boomerang y una de las víctimas podría acabar siendo la hegemonía mundial del dólar estadounidense.
«El colectivo veto de Occidente a Moscú puede desencadenar una alianza del Kremlin con otros gobiernos para buscar una vía alternativa al ‘billete verde’ que haga tambalearse su dominancia», indican desde elEconomista.
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