En esta “feliz” etapa hubo guerras, genocidios, oleadas migratorias masivas, crisis económicas y dictaduras.
La denominación felices años veinte, veinte dorados, locos años veinte o años locos corresponde al período de prosperidad económica que experimentó Occidente, especialmente Alemania, Australia, Canadá, Francia, Estados Unidos y Reino Unido, en los años 1920 como parte del periodo expansivo de un ciclo económico.
Esta prosperidad benefició a toda la sociedad e hizo que la economía siguiera creciendo a un ritmo que no se había registrado antes, generando una burbuja especulativa. Pero esta prosperidad duraría un corto período que finalizaría el 24 de octubre de 1929, conocido como el Jueves Negro, y con la llegada del crac del 29 que culminaría finalmente con el advenimiento de la Gran Depresión.
Otro de los motivos por lo que son calificados como los felices años 20 es porque se ubican entre dos guerras devastadoras y eso hizo que la gente pudiese respirar. Por tanto, sería mejor en comparación, aunque no necesariamente feliz, ya que la felicidad se vivió por barrios.
En la Primera Guerra Mundial, la Europa imperial y monárquica que se condujo imprudentemente hacia el conflicto fue víctima de sí misma. De las grandes monarquías en liza solo la británica y la italiana sobrevivieron a la guerra. “La guerra se decidió en los primeros veinte días de lucha, y todo lo que pasó después consistió en batallas que, si bien fueron gigantescas y devastadoras, no eran más que llamamientos desesperados y vanos contra la decisión del destino”, reflexionó Churchill años después.
La extensión en el tiempo del conflicto alteró el poder de los estados. El antiguo régimen, sostenido por la economía privada, se vio obligado a nacionalizar determinadas industrias para hacer frente al conflicto, acumulando un poder al que no estaba acostumbrado. Además, en cada país el magma previo de los movimientos obreros que ponían en duda el poder inexcusable de las monarquías llevó a que se cuestionaran las reglas generales que regían el mundo.
Nuevos países con democracias imperfectas, pero con un gran control sobre la población
Al fin de la guerra, los antiguos imperios europeos se cuartearon y nacieron jóvenes países formados por democracias imperfectas, debilitadas e inestables pero con un gran control sobre la población: desde el racionamiento de alimentos hasta los empleos derivados del esfuerzo de reconversión industrial. Y cuando parece que llega la recuperación de estos nuevos países, la crisis del 29 acaba con toda esperanza.
Además, en la Primera Guerra Mundial Estados Unidos había exportado grandes cantidades de armamento y otros productos a los países europeos, por lo que Europa se convirtió en la gran deudora del gigante norteamericano. España estaba sumida en una grave crisis de posguerra, una crisis que trajo desigualdad y un aumento de la conflictividad social. Los felices años veinte en España simplemente no existieron: hubo grandes huelgas y tiroteos por las calles, el desastre de Annual y una constante inestabilidad política que desembocó en la dictadura de Primo de Rivera.
En Italia tampoco vivieron sus mejores días. En la primera parte de la década, la tónica general fue la conflictividad en el llamado bienio rojo, hasta que la marcha sobre Roma liderada por Benito Mussolini, en octubre de 1922, instauró la primera dictadura fascista de la historia.
A pesar de haber ganado la guerra, el Tratado de Versalles no benefició a Italia sino al contrario, ya que las deudas del conflicto y la escasez de materias primas devaluaron la lira. El fascismo italiano hizo frente a esos problemas con altas dosis de propaganda, reindustrialización y una política exterior imperialista.
Por su parte, Alemania fue obligada a sufragar unas compensaciones abusivas por parte de los vencedores. La cifra reclamada era, de facto, imposible de cobrar: 296.000 millones de marcos-oro de 1920. Alemania, que estuvo pagando esta sanción hasta el año 2010, se sumió en un espiral de crisis económica e inestabilidad política.
Sin embargo, la joven República de Weimar vivió un despertar cultural notable con epicentro en Berlín. Por tanto, el caso alemán ejemplifica como ninguno los contrastes de la época. Si participabas del auge cultural de los cabarets de Berlín podías disfrutar de la vida, pero si tú eras un trabajador y estabas afectado por el aumento descomunal de los precios, donde una barra de pan llegó a costar 80.000 millones de marcos, pues la cosa cambiaba.
Estados Unidos sí disfrutó de unos felices años veinte
Estados Unidos es la excepción ya que ahí el calificativo de felices años veinte sí tiene sentido. Los estadounidenses vivieron una década de expansión económica gracias a que fueron capaces de rentabilizar como ningún otro país su esfuerzo de guerra.
La Gran Guerra fue además un acelerador tecnológico: toda la tecnología desarrollada durante la guerra pasó del ámbito militar al civil en forma de bienes de consumo fabricados a escala industrial. Se extendieron tecnologías de la comunicación como la radio o el teléfono. La electricidad se volvió común en los edificios, así como el agua corriente. La necesidad de trasladar alimento a las líneas del frente popularizó la comida enlatada, así como la tecnología de refrigeración para conservar comestibles…
Asimismo, las ciudades vivieron un boom inmobiliario nunca visto debido a los inmigrantes que llegaban de todas partes de la Europa destruida por la guerra. Muchos presumieron de haber alcanzado el éxito. Así, nació una sociedad multicultural y con enormes ganas de gastar y pasarlo bien. Fue la era del jazz, del music hall y del charlestón, y de las grandes juergas nocturnas.
Desigualdad, fractura social y violencia
Pero no todo es tan bonito como parece ya que no se ve el aumento de la desigualdad y la fractura social que se va afianzando. Además, en paralelo al desenfreno se vivió una etapa con altas dosis de violencia en los EE.UU. Las grandes ciudades se convirtieron en el escenario de luchas de clanes mafiosos con asesinatos diarios que llenaban las portadas de los periódicos de todo el país.
Los años veinte también son la década en la que el Ku Klux Klan sembró más el terror racista en los estados del sur. En 1924, la organización supremacista blanca alcanzó los 4,5 millones de miembros, y en 1925, realizó una manifestación masiva en Washington con más de 200.000 personas.
Por lo tanto como conclusión se puede decir que: “Es verdad que la recomposición del mundo tras la guerra dio oportunidades nuevas a muchos, pero a los que nos les fue bien, que fueron la mayoría, la Historia no les prestó tanta atención”, tal y como explica el historiador Jaume Claret.
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