La actriz española Ana Milán ha reventado tras recibir insultos después de compartir este viernes una graciosa anécdota que vivió con su sobrino de diez años.
“-Y esta es su casa. -No, tía, no es su casa. Es de quien la construyó. -Alejandro, joder, no digas tonterías. -Soy un niño y puedo decir tonterías igual que tú puedes decir palabrotas por ser mayor”, era una inocente conversación que publicaba la actriz Ana Milán a través de su twitter oficial.
Sin ninguna intención maliciosa, dice El Plural, el “tuit que debería haber pasado de largo, ya que parece imposible que pueda evocar sentimientos de odio. Pero en Twitter, siempre hay gente dispuesta a sacar a relucir su hate y así ha sido en este caso”.
Y así fue, la actriz comenzó a recibir insultos a través de esta red social: “Familia de Monguers” escribía un usuario:
La actriz no ha dudado a la hora de contestarle y retratarle públicamente con una contundente reflexión: “Es curioso, te pasa algo divertido y decides compartirlo, enviar algo de buen rollo. Pero llega un o una cobarde, sin foto ni nombre y decide insultar, no sólo a mí (que me da igual) sino a un niño de 10 años. Y tienes que respirar hondo para no contarle lo miserable que es”, señalaba.
Esta contestación se ha viralizado a través de las redes e incluso la presentadora Ana Pastor ha respondido sagazmente: “Como diría @PaquitaSalas…no les llamemos trolls…”.
A lo que la actriz respondía: “Es que si les llamamos por su “nombre” lo mismo se ofenden…”.
El problema con los mensajes de odio en Twitter
Actualmente, Twitter cuenta mundialmente con aproximadamente 350 millones de usuarios activos, una cifra muy alejada de los 2 500 millones de usuarios de Facebook o los más de mil millones de Instagram.
En España, Twitter tiene cerca de 7 millones y medio de usuarios, también muy lejos de los más de 20 millones de usuarios de Facebook. El porcentaje de inactividad por parte de los usuarios de Twitter es mucho más elevado que en el resto de redes sociales. Es importante tener presentes estas cifras, ya que en ocasiones se magnifica la importancia que tiene esta red social.
La creación de una cuenta de Twitter es extremadamente sencilla. Empleando una cuenta de correo electrónico y eligiendo un alias y una contraseña, el nuevo usuario puede comenzar a utilizar la red social. No hay un proceso de verificación, más allá de que el correo electrónico sea real. Se permite el anonimato tanto en el nombre de perfil como en el avatar o imagen representativa utilizada. En el caso de que una cuenta sea bloqueada o cerrada, el proceso de apertura de un nuevo perfil solo requiere un nuevo correo electrónico y en pocos minutos el usuario expulsado puede volver a la red.
Desde los comienzos de internet, siempre ha existido la figura del trol, un tipo de usuario cuyo principal objetivo en una comunidad virtual es molestar o faltar al respeto. El conocido paradigma de “don´t feed the troll” (“no alimentes al trol”) siempre se enlazó en la idea de que cuanta más atención se presta a los mensajes agresivos lanzados por este tipo de sujetos, más crecen y continúan faltando al respeto. Ante la falta de respuesta y el ostracismo por parte de la comunidad, el trol pierde el interés.
Pero en Twitter el trol ha dejado de ser un usuario solitario. La dificultad de la red social para poner freno a estas actitudes hace que la retroalimentación entre usuarios con este tipo de comportamiento se haya convertido en algo habitual.
A lo anterior se suma la generación de redes de bots, cuentas falsas y automatizadas manejadas para amplificar determinados mensajes. Pueden llegar a publicar o republicar cientos o miles de mensajes en pocas horas, generando un incremento en el alcance del mensaje agresivo.
Además, también influye el tiempo que Twitter tarda en bloquear una cuenta que no cumpla con los criterios de la plataforma. La facilidad para abrir un perfil nuevo tras un cierre por sanción genera una sensación de impunidad e incluso cierto orgullo por haber conseguido lo que se buscaba, de forma que el usuario castigado puede volver sin mayores problemas a actuar en la plataforma.
La red social sigue siendo muy interesante y su uso para la conversación política se mantiene como uno de sus principales activos. Pero si tanto la empresa como los usuarios no son capaces de poner freno a los comportamientos de violencia verbal y de apología del odio, puede llegar a convertirse en un actor responsable del cada vez más polarizado entorno político que se vive en las sociedades occidentales.
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