La situación en la República Democrática del Congo (RDC), específicamente en su región este, ha alcanzado niveles de violencia y desplazamiento que claman por atención internacional, según un reciente informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Sin embargo, lo que resalta tanto como la crisis humanitaria es el aparente silencio y la insuficiente respuesta internacional ante un escenario que ha forzado a más de 5,7 millones de personas a abandonar sus hogares, buscando refugio de un conflicto cíclico que parece no tener fin.
En los territorios de Rutshuru y Masisi, en Kivu Norte, más de 1,3 millones de personas se han visto obligadas a desplazarse internamente, huyendo de los combates y de actos indiscriminados de violencia. La ciudad de Goma y sus alrededores han visto llegar casi 300.000 personas desde febrero, ampliando los asentamientos de desplazados que ya luchan contra el hacinamiento y la falta de recursos básicos. Otros 85.000 han buscado refugio en la región de Minova, en Kivu Sur, donde las condiciones son igualmente desesperadas.
Este informe destaca no solo la magnitud del desplazamiento y la violencia sino también la complejidad de los desafíos humanitarios que enfrentan tanto los desplazados como las organizaciones que intentan brindar ayuda. El uso de artillería pesada, los bombardeos contra civiles y la amenaza de municiones sin detonar subrayan la intensidad y la brutalidad del conflicto. Las historias de familias que llegan a los campamentos traumatizadas y exhaustas, habiendo sufrido abusos y perdidas inimaginables, son un recordatorio desgarrador de las consecuencias humanas de la violencia.
La respuesta humanitaria, aunque significativa, se ve superada por la escala de la crisis. ACNUR y sus socios han proporcionado asistencia vital a más de 3,1 millones de personas entre junio y diciembre de 2023, pero esto solo alcanza a una fracción de los necesitados. La falta de financiación agrava aún más la situación, con ACNUR recibiendo solo el 14% de los fondos necesarios para su operación en la RDC en 2024.
Lo más llamativo, sin embargo, es el silencio y la inacción de la comunidad internacional ante una de las crisis de desplazamiento más grandes del mundo. A pesar de los esfuerzos de organizaciones como ACNUR, la magnitud de la crisis en la RDC parece eclipsada en los medios y en las agendas políticas internacionales, lo que dificulta aún más la movilización de recursos y la presión política necesaria para abordar las causas y consecuencias del conflicto.
Este informe es un llamado urgente a la acción, no solo para abordar las necesidades inmediatas de los desplazados internos en la RDC sino también para encontrar soluciones duraderas que aborden las raíces del conflicto. La protección de los civiles, el respeto por el derecho internacional humanitario y los derechos humanos, y una respuesta humanitaria más robusta y mejor financiada son imperativos que no pueden seguir siendo ignorados. La crisis en el este de la RDC es un recordatorio sombrío de las consecuencias de la inacción internacional y del costo humano de la indiferencia.
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