El párkinson, enfermedad neurodegenerativa que aparece cuando las neuronas que producen dopamina están dañadas o se mueren, no afecta de la misma forma a hombres y mujeres.
En primer lugar, el sexo biológico es un factor de riesgo importante: los varones tienen 1,5 veces más posibilidades de desarrollarlo. ¿A qué se debe esta llamativa diferencia?
La clave parece estar en las hormonas que se encuentran principalmente en el sexo femenino: los estrógenos. Algunos estudios indican que podrían tener un efecto protector sobre las neuronas que degeneran en la enfermedad, gracias a su potencial para bloquear los principales mecanismos responsables de la muerte neuronal.
El hecho de que la proporción de mujeres diagnosticadas de párkinson en el periodo posmenopáusico sea mayor que durante el periodo premenopáusico apoyaría esta hipótesis.
Soy mujer y me han diagnosticado párkinson: ¿ahora qué?
Ese “ahora qué” es lo que realmente le importa a la persona a la que se le ha detectado la dolencia: ¿qué me va a pasar?, ¿qué voy a notar?, ¿los síntomas van a empeorar?, ¿qué tratamientos me van a aplicar y para qué?
Actualmente, el párkinson no tiene cura y sigue avanzando con el paso del tiempo, por lo que los síntomas –cuya naturaleza, frecuencia y gravedad varían entre personas– empeoran poco a poco. Aun así, diversos estudios han observado que existen ciertos patrones de estas manifestaciones que difieren entre sexos.
En el caso de las mujeres, los problemas motores suelen aparecer más tarde que en los hombres, y el temblor suele ser el principal síntoma cuando se realiza el diagnóstico. Esto es importante, porque las personas que comienzan así la enfermedad parece que la experimentan de forma más benigna. No obstante, ellas tienen un mayor riesgo de caídas a medida que avanza la dolencia.
Dicen que me quejo demasiado
“Me duele la espalda, las piernas… me encuentro todo el día cansada”. “Parece que no levanto cabeza”. “Estoy baja de ánimos, pero dicen que es normal sentirse así, ya que me acaban de diagnosticar párkinson”. Hay una creencia extendida de que esta es una enfermedad que nos hace temblar. Pero no es el único síntoma: además, los pacientes suelen padecer rigidez muscular, lentitud de movimientos e, incluso, inestabilidad postural.
Por si esto fuera poco, la dolencia viene acompañada de una serie de manifestaciones no motoras que afectan a la calidad de vida incluso más que los problemas de movilidad. Estamos hablando de estreñimiento, alteraciones del sueño, pérdida de olfato, cambios en la sudoración…
Estos trastornos están relacionados con alteraciones de otros sistemas del cuerpo, más allá de la falta de dopamina del cerebro. En concreto, las mujeres experimentan dolor, fatiga, depresión y ansiedad con más frecuencia e intensidad que los hombres.
A menudo, esos síntomas propios de la dolencia están infradiagnosticados y no se manejan adecuadamente porque ¿cómo no va a estar triste y ansiosa con la que le ha caído? Mujer con párkinson: no minimice sus síntomas, ya que muchos de ellos se pueden tratar farmacológicamente o mediante otro tipo de terapias, como la psicoterapia, el ejercicio físico o la terapia ocupacional. ¡Quéjese!, ¡quéjese mucho!
Mi enfermedad no tiene cura, pero ¿me van a tratar?
Por supuesto. La primera línea de tratamiento consiste en suplir la falta de dopamina del cerebro. Con terapia farmacológica se consigue mejorar significativamente los síntomas motores. Aunque la dosis es igual de efectiva en ambos sexos, las mujeres tienen más riesgo de desarrollar efectos adversos indeseados, como los movimientos involuntarios, también llamados discinesias.
Respecto al tratamiento de los síntomas no motores, no se sabe si a las mujeres afectadas de párkinson se les prescriben más fármacos antidepresivos, ansiolíticos, analgésicos… que estarían justificados por su sintomatología. Los expertos abogan por una medicina personalizada para mejorar la atención sanitaria. Comencemos por adaptar los tratamientos terapéuticos en función del sexo.
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