El mundo capitalista globalizado, que tanto ensalza el trumpismo cuando le conviene, no tolera muros comerciales sin consecuencias.
La guerra comercial iniciada por Donald Trump ha terminado por exhibir todas sus fisuras. Lo que empezó como una ofensiva contra China terminó salpicando a los aliados tradicionales de Estados Unidos, incluida la Unión Europea. Hoy, esa estrategia proteccionista ha hecho más por debilitar la economía estadounidense que cualquier amenaza extranjera. El mundo capitalista globalizado, que tanto ensalza el trumpismo cuando le conviene, no tolera muros comerciales sin consecuencias.
El pasado 15 de abril entraron en vigor los aranceles del 25% al aluminio y el acero europeo. La respuesta de la UE fue inmediata y contundente: represalias del mismo calibre sobre centenares de productos estadounidenses, desde el tabaco hasta el calzado. En juego no solo están 4.400 millones de euros diarios en comercio transatlántico, sino la propia arquitectura de un orden económico que el trumpismo, por puro capricho electoral, ha decidido dinamitar.
Elon Musk, icono neoliberal y fiel defensor del capitalismo sin fronteras, ha sido uno de los primeros en bajarse del tren en llamas. En una intervención ante el partido ultraderechista italiano La Liga, defendió abiertamente la política de “aranceles cero” entre Estados Unidos y la Unión Europea. Su propuesta ha sido recibida como una grieta interna en el muro trumpista. Pero la réplica no se hizo esperar. Desde Fox News, el asesor comercial Pete Navarro le acusó de “no entender” la situación por defender sus propios intereses empresariales. Como si eso no fuese exactamente lo que hace Trump con los suyos.
Mientras tanto, la Comisión Europea ha mantenido su oferta de “aranceles cero” en productos industriales y del automóvil. Ursula von der Leyen y Maros Sefcovic han insistido en que esta guerra no es el camino, aunque también han advertido: la paciencia europea tiene fecha de caducidad. Si Washington no se sienta a negociar antes de mayo, nuevas medidas entrarán en vigor. Se está preparando un segundo paquete de aranceles, más contundente, y se barajan restricciones en el sector servicios, donde Estados Unidos tiene una posición dominante. Las grandes tecnológicas podrían ser las próximas damnificadas.
FISURAS EN EL TRUMPISMO Y EL COLAPSO REPUBLICANO
A la ofensiva comercial hay que sumarle el creciente conflicto interno en el Partido Republicano. El exvicepresidente Mike Pence ha calificado la medida como “la mayor subida de impuestos en tiempos de paz en la historia de EEUU”. Ted Cruz ha advertido de un posible “baño de sangre” electoral en 2026 si la recesión golpea con fuerza. Y el senador Rand Paul ha alzado la voz para defender los intereses de su estado, Kentucky, productor del 90% del whisky bourbon exportado, uno de los productos más afectados por la represalia europea.
El trumpismo no solo ha roto consensos internacionales. Ha roto su propio partido. Marco Rubio, ahora secretario de Estado, intenta apagar incendios diplomáticos mientras su colega en Defensa, Pete Hegseth, amenaza con dinamitar la OTAN si Europa no aumenta su gasto militar al 5% del PIB. No es una metáfora: Trump ha sugerido públicamente no defender a sus aliados si no pasan por caja. Una extorsión disfrazada de geopolítica.
El secretario de Comercio, Howard Lutnick, representa el ala más radical del trumpismo. Ha dejado claro que no hay vuelta atrás. Según The Guardian, los aranceles “han venido para quedarse”, como parte de una estrategia para “resetear el comercio mundial”. Lo que no explican es que el precio lo pagan las y los trabajadores, los pequeños negocios, los consumidores, no las grandes fortunas protegidas por lagunas fiscales y opacidad legal.
Y mientras tanto, las bolsas tiemblan. Simon Harris, primer ministro de Irlanda, lo resumió sin eufemismos: “La agitación en los mercados es una señal real del dolor que están causando los aranceles”. Dolor económico, pero también social. Porque cuando las exportaciones caen, las plantas cierran. Cuando los productos se encarecen, sube la inflación. Y cuando los alimentos, las medicinas o la ropa aumentan su precio por el proteccionismo de un millonario, quien sufre es la mayoría social.
Desde la UE, se insiste en que aún hay margen para una solución pactada. Se votará el primer paquete de aranceles el 10 de abril, y se espera una nueva ofensiva comercial en mayo si no hay una propuesta seria de Washington. Entre las medidas sobre la mesa está la herramienta anti-coerción, que permite limitar licitaciones públicas y restringir exportaciones.
No estamos en el negocio del “ojo por ojo”, dijo Sefcovic. Pero tampoco vamos a quedarnos mirando cómo un presidente obsesionado con la guerra arrastra al mundo a otra crisis global.
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