El presidente argentino baja a 18 la edad para acceder a armas civiles y aviva una agenda ultraderechista peligrosa
Javier Milei, en su afán por flexibilizar el mercado y acercarse a las posturas de la ultraderecha global, decretó la rebaja de la edad mínima para adquirir, tener y portar armas de fuego en Argentina. La medida, que modifica un artículo clave de la Ley de Armas de 1975, permite a jóvenes de apenas 18 años acceder a armamento civil, esquivando el debate parlamentario y utilizando un decreto presidencial como atajo.
El argumento de Milei, que sostiene que la nueva normativa busca «armonizar» la ley con la mayoría de edad establecida en el Código Civil, es poco convincente. Lo que el gobierno llama «libertad» se traduce en un peligro latente para la seguridad pública, exacerbado por un contexto de crisis económica y social. Los estudios son claros: más armas en circulación no reducen el delito, lo aumentan.
Un decreto sin respaldo social ni evidencia
En 2022, como diputado, Milei defendía la libre portación de armas con una frase tan simplista como peligrosa: «Cuando prohibís las armas, los delincuentes las usan igual». La realidad, sin embargo, desmiente estas afirmaciones. Una investigación de la revista Journal of Empirical Legal Studies demostró que la flexibilización de la compra de armas aumenta el delito entre un 13% y un 15% en la década siguiente a su implementación.
Según datos del Observatorio Pulsar de la Universidad de Buenos Aires, el 87% de los argentinos rechaza la libre portación de armas, aunque dos de cada tres encuestados se inclinan por medidas punitivistas para combatir el delito.
El peligro de armar a los jóvenes
Expertos en seguridad advierten sobre las consecuencias de bajar la edad para acceder a armas de fuego. Victoria Darraidou, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), señala: «Las armas tienen capacidad letal y, en manos de jóvenes en etapa de desarrollo, aumentan el riesgo de femicidios, accidentes y peleas interpersonales».
La juventud, especialmente a los 18 años, está marcada por una etapa de inmadurez emocional y psicológica. La evidencia indica que cuanta mayor circulación de armas legales haya, mayor es la posibilidad de desvío hacia el mercado ilegal, alimentando la delincuencia que el propio Milei dice combatir.
Argentina en la ruta de Trump y Bolsonaro
Milei no disimula su sintonía ideológica con Donald Trump y Jair Bolsonaro, dos líderes ultraderechistas que impulsaron medidas similares. En Estados Unidos, la proliferación de armas de fuego ha sido catastrófica: tiroteos masivos, violencia escolar y una criminalidad desbordada son parte del legado de esta política. Trump, quien volverá a la Casa Blanca en enero, ya anunció que desandará los controles implementados por Joe Biden.
En Brasil, Bolsonaro flexibilizó la compra de armas y fomentó los clubes de tiro con una retórica incendiaria. La justicia brasileña revocó sus decretos en 2023 bajo el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, reconociendo el riesgo incontrolable que representa el acceso indiscriminado a armamento.
Un mensaje peligroso
El gobierno argentino, al flexibilizar las leyes de armas, envía un mensaje alarmante a la sociedad. La imagen de Milei sobre un tanque en el desfile del 9 de julio o los videos de su asesor Santiago Caputo practicando tiro al blanco no son casuales: son parte de una narrativa que glorifica la violencia y la autodefensa armada.
Como advierte Darraidou, «el gobierno instala la idea de que las armas son la solución», cuando la experiencia internacional demuestra lo contrario. Argentina, que cuenta con una tasa de armas en manos de civiles de 7,4 por cada 100 habitantes, ha logrado mantener mejores niveles de seguridad en comparación con otros países de América Latina gracias a programas como el Plan Nacional de Entrega Voluntaria de Armas, que en 2007 retiró de circulación 200.000 armas.
Un problema creado
Al coronar su primer año de gobierno con un fuerte aumento de la pobreza y la desigualdad, Milei apuesta por la distracción y el populismo punitivista. La rebaja de la edad para acceder a armas no resolverá los problemas de seguridad. Por el contrario, podría agravar una situación social ya explosiva, al aumentar la violencia interpersonal y el desvío de armas al mercado negro.
Argentina está a tiempo de no repetir el camino de Estados Unidos o Brasil. La promoción de armas en manos de jóvenes no es libertad; es un problema que tendremos que lamentar en las víctimas del futuro.
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