¿Podrían tener un coste para nuestra salud los envases de comida precocinada, perfumes, tampones, compresas, pastas de dientes, cremas o jabones que usamos regularmente? Lo cierto es que sí. En estos productos de uso cotidiano hay sustancias químicas como bisfenoles, parabenos, triclosán o ftalatos que son invisibles al ojo humano. Se utilizan para dar flexibilidad o dureza al plástico de envoltorios y envases de alimentos, pero también como conservantes de productos de higiene, que actúan alejando las bacterias.
Sustancias disruptoras endocrinas y productos que las contienen.
La parte negativa es que las sustancias químicas arriba mencionadas se consideran disruptoras endocrinas. Esto implica que si entran en nuestro cuerpo a través de la comida o el agua (ingesta), la piel (absorción cutánea) o el aire (respiración) pueden alterar nuestro sistema productor de hormonas, también conocido como sistema endocrino.
En la pubertad somos muy vulnerables
Durante la pubertad, si dichas sustancias disruptoras endocrinas interfieren con el sistema productor de hormonas las consecuencias pueden ser especialmente preocupantes.
¿Y por qué la pubertad es una etapa tan vulnerable? Porque esta depende de una cascada de eventos que se inicia en etapas tempranas del embarazo y continúa hasta que se alcanza la madurez sexual del ser humano.
En dichos eventos interviene el sistema endocrino, que produce hormonas como los estrógenos (por ejemplo, el estradiol) y andrógenos (por ejemplo, la testosterona). Y la producción o funcionamiento de estas hormonas podría verse afectada por la exposición a sustancias disruptoras endocrinas.
En concreto, dichas sustancias pueden atravesar la placenta durante el embarazo. De esta forma, llegan al feto afectando al sistema endocrino, muy vulnerable durante esta etapa por su inmadurez (al estar en pleno desarrollo). Y aunque queden muchos años hasta el inicio de la pubertad, el daño producido queda como dormido hasta que empieza el desarrollo sexual, momento en el que se manifiesta. A esto se le conoce como programación fetal o teoría de Barker y podría ser una explicación de por qué a lo que se está expuesto/a en el vientre materno puede afectar la correcta maduración sexual.
Por si esto fuera poco, la exposición a sustancias disruptoras endocrinas continua desde que nacemos hasta la pubertad, a través de los alimentos, agua, etc. Y esto es especialmente importante en la etapa alrededor de la pubertad, cuando las hormonas sexuales tienen una función esencial.
Por las razones mencionadas, no es lo mismo verse expuesto/a a bisfenoles, parabenos, triclosán o ftalatos durante la edad adulta que mientras nuestro cuerpo se está formando.
Lo que ocurre si la pubertad empieza antes de tiempo (o más tarde)
Llegados a este punto, se puede estar preguntando de qué forma alteran estas sustancias a la pubertad. Los resultados de los artículos publicados hasta el momento no son concluyentes. Es decir, hay estudios que sí han encontrado relación entre el avance o retraso del desarrollo sexual y la exposición a estas sustancias y otros que no la han encontrado.
Lo que sí sabemos a ciencia cierta es la importancia de que la pubertad comience y progrese a su debido tiempo. Así, por ejemplo, que esta etapa se inicie antes de la edad esperada se ha relacionado con un mayor riesgo de padecer obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, problemas de conducta y cáncer de mama, testicular y próstata en la edad adulta.
Por otra parte, un desarrollo de la pubertad más tardío de lo esperado se ha asociado con un mayor riesgo de problemas psicosociales, peor rendimiento escolar y aumento del riesgo metabólico y cardiovascular a lo largo de la vida.
Maduración sexual en el Proyecto INMA
Ya reza el dicho que cuando el río suena, agua lleva. Por ese motivo, es tan importante seguir estudiando si el desarrollo sexual se podría estar adelantando o retrasando debido a la exposición a sustancias disruptoras endocrinas.
Desde el Proyecto INMA estudiamos cómo las sustancias químicas que hemos citado y otras afectan a esta etapa. Entre otras cosas, recientemente hemos identificado que la exposición prenatal a ftalatos, unas de las sustancias disruptoras endocrinas de las que hemos estado hablando, podrían estar involucradas en el adelanto de la edad del inicio de la pubertad.
Los estudios que realizamos en el Proyecto INMA podrían ayudar a comprender cómo los contaminantes ambientales alteran los niveles hormonales y la maduración sexual en un periodo crucial para el desarrollo humano como es la pubertad.
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