Este año, el lema del Día Mundial de la Vida Silvestre, celebrado cada 3 de marzo, es “Los bosques y los medios de vida: sustentar a las personas y preservar el planeta”. Los bosques cumplen efectivamente un conjunto de funciones naturales básicas, fundamentales y difíciles o imposibles de sustituir. Como dijo una vez Antonio Gaudí, “todo sale del gran libro de la naturaleza”.
Los biólogos sabemos muy bien que las especies vegetales silvestres renuevan permanentemente la fertilidad edáfica, evitan la pérdida y erosión del suelo mediante el crecimiento de sus raíces en el subsuelo. Acumulan y reciclan los nutrientes esenciales para la vida. Purifican el aire a través de la fotosíntesis y recargan los acuíferos.
Además, junto con el fitoplancton marino, los bosques son los verdaderos sumideros de CO₂, ayudando a paliar los efectos del cambio climático. Reducen las temperaturas extremas y los efectos de la sequía, en un mundo cambiante.
Si analizamos seriamente estos argumentos, comprenderemos que no habría que buscar razones adicionales para promover su conservación y restauración.
Los pinares canarios
Obviamente, en las islas hay también vida silvestre. En Canarias, además, es única y singular, diferente a la del continente. Compone una mezcla de enorme interés y extraordinario valor precisamente por su rareza.
La mayoría de los bosques silvestres de Canarias se caracterizan por ser endémicos, exclusivos, distribuidos de manera natural solamente en el archipiélago canario. Destacan los pinares canarios (Pinus canariensis), que suponen el 60 % de la masa forestal de las islas.
Estos árboles constituyen una de las especies de coníferas más resistentes del mundo a los incendios debido, entre otras adaptaciones, a las históricas erupciones volcánicas y a su gruesa corteza. No obstante, sabemos que la flora que le rodea es muy vulnerable a los fuegos.
La laurisilva o selva de laureles
Globalmente, dependemos de ecosistemas saludables y vibrantes si queremos seguir disponiendo de agua, alimentos o medicamentos, por poner solo algunos ejemplos. En Canarias, con un clima subtropical, el agua constituye el bien más preciado.
La vertiente norte de las islas más montañosas está expuesta a vientos húmedos (alisios) que generan un manto de nubes más o menos permanente entre los 500 y 1 500 metros, favoreciendo una aportación hídrica adicional y fundamental para la vida en las islas. En este espacio se desarrolla la laurisilva o selva de laureles, que en las islas se conoce como “monteverde” y que compartimos con Madeira y Azores.
Este ecosistema es el bosque más complejo y con mayor porcentaje de endemismos de Canarias, y constituye el verdadero artífice para que el archipiélago no sea un desierto árido y agreste. Funciona como una gigantesca destiladera productora de agua y como una enorme esponja que la almacena y suelta cuando más necesaria es. Sin duda, “sin laurisilva no hay paraíso en Canarias”.
Los palmerales
No desmerecen en absoluto los valores y el sustento que otorga el tercero de los bosques canarios: los palmerales, una formación arbustiva (considerando que la palmera es un arbusto gigante) que crece en todas las islas, especialmente en La Gomera y Gran Canaria.
Estos bosques son también endémicos y exclusivos. Formados por la palmera canaria (Phoenix canariensis), son los únicos palmerales silvestres de toda la Unión Europea junto con los de Creta (Phoenix theophrasti).
Los beneficios que generan estas formaciones van más allá de los valores paisajístico y ecológico. Son un elemento cultural y un fundamento económico, ya que se extrae y comercializa la savia de la palmera canaria: el guarapo.
Los ecosistemas canarios, amenazados
Los ecosistemas isleños son más vulnerables que los continentales. Su reducida superficie y la enorme presión demográfica (y turística) los hace estar más expuestos a las amenazas que se ciernen sobre ellos.
Desafortunadamente, las especies asilvestradas, es decir, las especies exóticas, ajenas al ecosistema, están generando la ruptura del equilibrio natural de los bosques silvestres de Canarias.
Hoy día, podemos indicar que la mayor AMENAZA (con mayúsculas) sobre estos bosques son los herbívoros introducidos, un regimiento de genuinos tractores de cuatro patas: cabras, ovejas, arruís y muflones.
Sin control alguno, sin propietarios y con poblaciones estables (asilvestrados), estos animales suponen auténticos terminators en los espacios naturales protegidos de las islas. A estos se une el conejo, un elemento silencioso que ataca donde más duele, en las fases juveniles, impidiendo la regeneración de la flora.
El perjuicio a la biodiversidad es tal que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha incluido a las cabras asilvestradas entre las 100 especies invasoras más dañinas del mundo. Destruyen la vegetación, alteran su estructura, causan extinciones masivas de especies vegetales y, de forma secundaria, afecta a la fauna que depende de ellas.
Estos animales producen efectos erosivos importantes en el terreno y amenazan la vida de las personas con el desprendimiento de suelos y rocas que generan. Para más inri, las especies vegetales autóctonas de las islas son más palatables y, por tanto, sus favoritas.
La difícil e inaccesible orografía de las islas impide conocer el número exacto de estos ejemplares asilvestrados, pero los cálculos los sitúan entre un centenar en Lanzarote (en Famara) y más de 3 000 en La Gomera, extendidos por prácticamente todos los espacios naturales protegidos.
La conservación y restauración de la vida silvestre de nuestros ecosistemas debe ejecutarse desde las administraciones públicas. Más que nunca deben establecerse soluciones y formas de proceder contundentes, basadas siempre y escrupulosamente en el conocimiento científico y en la investigación, y retroalimentarse con una intensa formación y educación ambiental y rural que hemos perdido.
Los bosques canarios requieren actuaciones precisas y valientes para ser preservados. Todas pasan inexorablemente por la eliminación y erradicación completa e inmediata de esa guerrilla de herbívoros asilvestrada. De lo contrario, la próxima vez no habrá razones para celebrar en Canarias el Día Mundial de la Vida Silvestre.
Pedro Sosa Henríquez recibe fondos de la Fundación CajaCanarias y Fundación La Caixa para el proyecto Patrimonio Genético y Banco de ADN de la Palmera Canaria, Phoenix canariensis H. Wildpret, como herramienta para su conservación (2018PATRI33). Es miembro fundador y presidente de la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria (ACBC).
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